Es comprensible que la problemática ajena se vea desde el otro lado, o desde la virtual barrera, con indiferencia; es posible que ni siquiera se vea. Supongo que del mismo modo contemplo yo la de los docentes, desde el desconocimiento que marca la distancia y desde las suposiciones que suscitan comentarios, diálogos y escritos ajenos. Puedo hacerme idea de sus carencias, de los programas de estudios impuestos desde los despachos, de normas que no tienen pies ni cabeza..., pero nunca habré de llegar al fondo porque no lo sufro. Que un maestro, un docente universitario o un profesor de música se rebele o rechace lo que cree inconveniente, no supone -ni mucho menos- que no tenga vocación; al contrario, significa que la ama, que desea mejorar y aspira a la excelencia. Podría decir otro tanto de los trabajadores del metal, de los marinos mercantes o de los bomberos. Por eso no es fácil hacer comprender a quien no lo vive hasta qué punto ha llegado la degradación del acto médico en la atención primaria de salud.
Valga un ejemplo: sólo los portadores de pasos de Semana Santa saben del peso que soportan; quienes asisten a la procesión no sienten peso alguno sobre sus hombros y no se quejan. Bueno, habrá quien diga que los portadores tampoco, porque lo hacen por devoción y se resignan, y que los galenos han de aceptar su tarea de servicio con semejante acatamiento, sin rechistar. Pues no, no puede aceptarse esta simple deducción, puesto que acarrea unas consecuencias que redundan negativamente en los pacientes.
Quienes llevamos muchos años en la Sanidad Pública hispana hemos asistido, tras los prometedores primeros tiempos de la Reforma de la Atención Primaria, a una pérdida progresiva de la calidad asistencial. En gran parte ha sido culpa de los propios médicos de familia, a título individual y colectivo, por su actitud pasiva, porque confiaban ciegamente en un sistema rígido pero que veían como insuperable, o acaso también porque a algunos se les concedían prebendas desde el modelo de la nueva gestión. Un modelo concretado en el llamado “gerencialismo”, repleto de directores, subdirectores y mandos intermedios, además, claro, de gerentes. En general, poco tiempo hay para ver a un paciente en condiciones, pues aunque teóricamente se hayan “relajado” las agendas (de 3 minutos se ha pasado a 5 o 7 de media), se va prácticamente en introducir datos en el ordenador o en rellenar formularios (infinitos). Y por si fuera poco esta situación frustrante, y la problemática referida, han de asumirse las consultas de los compañeros ausentes, por vacaciones, cursos formativos, permisos varios o incapacidad por enfermedad.
Esto supone una sobrecarga asistencial, porque no se pueden dejar para otro día; no se admite lista de espera en el primer nivel, y si alguien solicita cita urgente porque le pica la nariz (es un decir, equivalente a “no es una urgencia pero decido que lo es porque no estoy dispuesto a esperar”) hay que verlo en el día. Cualquiera puede imaginar lo que esto supone: un auténtico deterioro de la asistencia. Es como si a un maestro que imparte clase a veinticinco alumnos le metieran otros tantos, viéndose obligado a formar a los cincuenta y responder de los resultados, sin dejar de sonreír de oreja a oreja. En el caso sanitario, añadiendo la disminución (aparente) del gasto como condición sine qua non para definir su productividad y, lo más grave, desestimando el riesgo de cometer errores.
Esto supone una sobrecarga asistencial, porque no se pueden dejar para otro día; no se admite lista de espera en el primer nivel, y si alguien solicita cita urgente porque le pica la nariz (es un decir, equivalente a “no es una urgencia pero decido que lo es porque no estoy dispuesto a esperar”) hay que verlo en el día. Cualquiera puede imaginar lo que esto supone: un auténtico deterioro de la asistencia. Es como si a un maestro que imparte clase a veinticinco alumnos le metieran otros tantos, viéndose obligado a formar a los cincuenta y responder de los resultados, sin dejar de sonreír de oreja a oreja. En el caso sanitario, añadiendo la disminución (aparente) del gasto como condición sine qua non para definir su productividad y, lo más grave, desestimando el riesgo de cometer errores.
En fin, lo que tanto se repite no es una queja vana, es una reivindicación necesaria para la mejora profesional/laboral y del sistema. La razón dice: hay que “humanizar” la asistencia, racionalizando el acceso para atender a quienes realmente lo necesitan, eliminando procesos burocráticos inútiles, evitando la hiperfrecuentación innecesaria (tratando de erradicar en lo posible temores infundados), reorganizando y dotando servicios… Todo ello en beneficio de los usuarios/pacientes del sistema público de salud (y de los diecisiete servicios autonómicos de salud). Es una necesidad muy saludable.
[Entrada basada en comentario previo]
Esto te pone la cabeza mala - Los Van Van
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Enlaces externos relacionados (Blog "Humanismo médico vs burocracia")
Tal vez lo peor de esta aberrante situacion , sea aceptarlo como si fuera una catastrofe natural , como un txunami , cuando tal vez solo es la consecuencia de una gran chapuza y relativamente facilmente resoluble desde la voluntad politica.
ResponderEliminarEstimado Juan, podría traer a colación una frase de la última entrega de "aforismos médicos" que los gestores sanitarios debieran tener en cuenta, especialmente por su última consecuencia económica:
ResponderEliminar"El sistema rígido de cita previa, con tiempos limitados por consulta, dificulta el diagnóstico precoz de muchos procesos, propicia la comisión de errores y redunda en mayores costes."
Y otra, ¡cómo no!, del gran Marañón, que da que pensar cuando los condicionantes impuestos son rémoras para los procedimientos clínicos básicos, la anamnesis y la exploración física, y nos llevan a trabajar apresuradamente:
“La rapidez, que es una virtud, engendra un vicio, que es la prisa.”
Me pregunto porqué los que deciden que todo siga igual desprecian estos pensamientos y siguen mirando para otro lado, mientras sus mas cualificados subordinados luchan para evitar el embotamiento mental. Y no hallo explicación.
Pepe, los políticos forman parte del problema (y ya me fastidia repetir esta frase tan trillada y populista, pero es que es cierto), así que difícilmente van a traer la solución a no ser que le demos a nuestro sistema y a las responsabilidades exigibles a nuestro sistema un buen cambio. Mira: entro en tu artículo para leer sobre sanidad y me encuentro un primer párrafo dedicado a la educación: sintomático, porque estas son dos de las grandes columnas del estado de bienestar y están recibiendo de nuestras clases dirigentes las mismas agresiones: exceso de burócratas y "mandos" (¡ja!), exceso de papeles, confusión acerca de ls verdaderos derechos del usuario (tiene derecho a una buena atención, no a mangonear), desvío de las tareas que realmente importan... Todo esto viene, en gran medida, de la demagogia de esos políticos, que imponen usos inadecuados por razones de interés propio y de imagen. Podrá parecerte engreimiento de mi parte, pero creo que estos servicios funcionan sobre todo por el sentido de la profesión y de la responsabilidad de quienes trabajan en ellos.
ResponderEliminarSí, querido Pablo, los servicios funcionan por los profesionales se esfuerzan en superar obstáculos que no debieran existir, pero con un coste: el del desgaste profesional, la disminución del rendimiento y la quiebra de la salud. En las últimas décadas todo se ha complicado, o lo han complicado los teóricos de la (¿nueva?) gestión. Y si los políticos se han convertido el principal problema, en éste y en otros asuntos, será cuestión de eliminar las causas. ¿Te imaginas una medicinarealya y una educacionrealya?
ResponderEliminarHay una via que esta aun expedita, que es la judicial, que no deja de ser una esperanza, por supuesto no me refiero a los apendices del poder politico como el denominado rimbonvantemente tribunal constitucional
ResponderEliminarDe acuerdo, Juan. Viendo las condiciones en las que laboramos, presionados por doquier, atendiendo a la sala de espera y bloqueados por tecnopapeles, como se muestra en El Supositorio, http://vicentebaos.blogspot.com/2011/06/soy-una-maquina-diagnostico-terapeutica.html
ResponderEliminartal vez habría que hacer un frente común y aprovechar los servicios jurídicos colegiales y/o sindicales. Por libre no habríamos de lograr nada.
No quito ni una coma de tu entrada, J. Manuel. Me temo que los políticos no se van a mover un ápice si no le ven las orejas al lobo. Nuestra ausente rebelión, es algo que muchos no entendemos, pero que también es sintomática del pasotismo y el burn-out que se extienden por nuestra especialidad y que , es , de lejos, nuestra principal amenaza. Tendremos que utilizar todo lo que esté , a nuestro alcance sin descuidar a nuestros pacientes, para que esos políticos no crean que somos como maquinas, quemadas además. Un saludo
ResponderEliminarMe alegro que estés en mi linea de pensamiento, amigo Antonio. Lo complicado es encauzar toda esta energía dialéctica y, en un frente común, lograr nuestros legítimos propósitos. Nos harían falta los arrestos de Don Quijote para desfacer entuertos como el que nos mueve a este diálogo, que clama por una medicinarealya. Animosos saludos.
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