La vejez ha de ser mirada como proceso fisiológico, no como una patología crónica o incurable que precisa tratamiento.
La usual consideración de
la vejez como sinónimo de enfermedad, como fuente generadora de enfermos crónicos
y, consecuentemente, de gasto sanitario, es una cerrada visión que impide
contemplar un periodo de la vida como normal.
Sin duda, el viejo tiene mayor probabilidad que el joven de enfermar y, sobre todo, de presentar comorbilidad o pluripatología, es decir, de padecer varias enfermedades que determinan su fragilidad y precisan de atención a su cronicidad.
Los cambios fisiológicos de la vejez producen limitaciones
en el individuo. Nadie lo puede cuestionar. Pero de ahí a considerar que todo
viejo es necesariamente un enfermo, que precisa medicamentos y especiales cuidados,
va un mundo.
Entramos aquí en el debate entre las necesidades reales y la
inducción al consumo. Considerando a todo anciano como persona frágil, ya
tenemos a un creciente número de potenciales consumidores de los que se puede
obtener ganancia.
Y podemos ver claramente una cadena económica: envejecimiento-enfermos
crónicos-consumidores de servicios de salud (fármacos, alimentos saludables, tecnología
para la dependencia, empresas de cuidados…).
El mercado de la vejez crece y en él se ven grandes
oportunidades de negocio. Aquí lo podemos comprobar: “¿Por qué todos querrán hacer negocio con tu vejez?”. Es como si cada vez más buitres volasen sobre
las víctimas del envejecimiento.
Por su parte, los gestores públicos ven gasto, llegando algún político radical a instar a los ancianos a que se den prisa en morir. Advertimos el egoísmo de una sociedad que arrincona y desprecia a la gente de edad,
en otro tiempo valorada y respetada.
Con todo, vejez no es sinónimo de enfermedad. Aunque se ha dicho que la ancianidad es el santuario de las enfermedades, los viejos no son enfermos; son personas con muchos años.
Vejez no siempre implica fragilidad ni necesidad de cuidados médicos. Ser viejo no significa estar enfermo. De modo que los viejos, por el hecho de serlo, no están obligados a consumir medicamentos ni a sufrir a excesivos rigores diagnósticos.
La vejez
es una etapa vital a la que la mayoría aspira a llegar en las mejores
condiciones. La última fase del ciclo de la vida que no tiene por qué implicar
sufrimiento ni dependencia. Y puede ser saludable.
Los ancianos pueden mantenerse activos, tanto en el aspecto intelectual como en el físico, y llevar una vida satisfactoria. No es sólo cuestión de genética, sino también de actividad de cerebro y organismo, dentro de los límites de la edad, naturalmente.
Los viejos necesitan vivir con la mayor independencia
posible, verse libres de saqueadores de su debilidad y hallarse a salvo de
quienes los señalan como un peligro para el bienestar social. Los viejos tienen
derecho a vivir en paz.
Vejez no es sinónimo de enfermedad
***
El aumento de la esperanza de vida es causa de envejecimiento poblacional, y éste de consiguientes problemas sociales y económicos, con repercusión en el sistema sanitario, hasta tal punto que se considera un problema de salud pública.
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A la vejez, todo son achaques. Refrán
Enlaces externos
Cuanto más se envejece más se parece la tarta de cumpleaños a un desfile de antorchas. Katharine Hepburn
Katharine Herburn sobre la vejez
Esta gran actriz tenía carácter, pero también una mirada sonriente de la vida y de la vejez. Valga esa frase suya y estas otras:
La vejez llega inesperadamente. De pronto ya no saltas de la silla: te levantas, que es una acción distinta.
Si te dan a escoger entre dinero y atractivo, coge el dinero. Cuando envejezcas, el dinero será tu atractivo.
Reflexión final: Paternalismo sanitario
Cuando se habla de la ‘vulnerabilidad’ de los viejos –lo mismo que de los enfermos crónicos–, uno tiene la sensación de que se hace referencia a idiotas.
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