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La solemnidad de los bosques se respira en la música de algunos maestros, con diferenciación de ecos y rumores. Son distintas las sonoridades de árboles, arbustos y umbrías vegetales en cada área geográfica. Hay un ritmo propio en las entrañas de los nórdicos bosques brumosos y otro diferente en las refulgentes selvas tropicales.
Podemos referir por orden cronológico: Escenas del bosque (Waldszenen, Op.82, 1848-9), nueve piezas para piano de Robert Schumann (referidas a un bosque fantástico, según el compositor, con títulos sugerentes: "Entrada en el bosque", "El cazador al acecho", etc.). Una interpretación AQUÍ. "Noche del bosque"(Waldesnacht), nº 3 de sus Siete canciones para coro mixto Op. 62 (1874), de Johannes Brahms, un adalid de la música absoluta o pura, que sin embargo era amante de la naturaleza y solía pasear por los bosques que rodean Viena. Una interpretación AQUÍ. En otro sentido, Richard Wagner elaboró una mágica escena de naturaleza en los "Murmullos del bosque", de la ópera Sigfrido (1871), con cantos de pájaros y sonidos del viento entre las ramas de los árboles.
A su manera, Antonín Dvořák trató de plasmar la armonía del hombre con su entorno natural, quizás el de Bohemia, en una obertura de título explícito: En el reino de la naturaleza (1891). Según uno de sus biógrafos, Dvořák realizaba largos paseos por los bosques, porque la naturaleza era una de sus grandes fuentes de inspiración. Una interpretación AQUÍ.
La frialdad de las enormes soledades y la oscura belleza de las densas masas arbóreas palpitan en muchas composiciones sinfónicas del ya mencionado Jean Sibelius, tal vez de modo más sublime –descartando sus sinfonías por supuesta música pura o absoluta– en el poema sinfónico Tapiola (1926); entre compases tenebrosos y resplandecientes, se entrevén las nórdicas brumas, los misteriosos bosques y la mortecina luz de Finlandia.
Como complemento operístico, citaremos La voz del bosque (1935), una ópera radiofónica con música de Bohuslav Martinů y libreto de Vítězslav Nezval.
Y yéndonos a América, podemos referir Un sueño en la floresta (¿año?), pieza para guitarra de Agustín Barrios, y El bosque del Amazonas (A floresta do Amazonas, 1958), de Heitor Villa-Lobos, suite para soprano, coro y orquesta, concebida como banda sonora del film Green Mansions, toda ella un canto a la naturaleza.
Murmullos del bosque, de Sigfrido de Wagner
A su manera, Antonín Dvořák trató de plasmar la armonía del hombre con su entorno natural, quizás el de Bohemia, en una obertura de título explícito: En el reino de la naturaleza (1891). Según uno de sus biógrafos, Dvořák realizaba largos paseos por los bosques, porque la naturaleza era una de sus grandes fuentes de inspiración. Una interpretación AQUÍ.
La frialdad de las enormes soledades y la oscura belleza de las densas masas arbóreas palpitan en muchas composiciones sinfónicas del ya mencionado Jean Sibelius, tal vez de modo más sublime –descartando sus sinfonías por supuesta música pura o absoluta– en el poema sinfónico Tapiola (1926); entre compases tenebrosos y resplandecientes, se entrevén las nórdicas brumas, los misteriosos bosques y la mortecina luz de Finlandia.
Tapiola, de Jean Sibelius
Como complemento operístico, citaremos La voz del bosque (1935), una ópera radiofónica con música de Bohuslav Martinů y libreto de Vítězslav Nezval.
Y yéndonos a América, podemos referir Un sueño en la floresta (¿año?), pieza para guitarra de Agustín Barrios, y El bosque del Amazonas (A floresta do Amazonas, 1958), de Heitor Villa-Lobos, suite para soprano, coro y orquesta, concebida como banda sonora del film Green Mansions, toda ella un canto a la naturaleza.
A floresta do Amazonas (Final) de Heitor Villa-Lobos
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