Ahora que comienza la desescalada del confinamiento por la epidemia de coronavirus, y temiendo muchos profesionales lo peor, saco a la luz esta entrada que aguardaba a la espera de un mejor momento. Y ese momento ha llegado...
El grito (1893), Edvard Munch [Una de las cuatro versiones] |
Yo no puedo callar cuando el corazón me da gritos. Fiódor Dostoievski
Leemos el lamento de un médico de familia por el aparatoso inicio de su consulta. Durante la entrevista al primer paciente (añoso y complejo), para el que tiene asignados 5 minutos (tiempo ridículo), lo interrumpen telefónicamente cuatro veces. Desde el área administrativa le hacen saber de cuatro personas solicitan consulta urgente, pues su agenda ya está completa. Y los respectivos motivos resultan ser: un trámite administrativo ajeno (arreglar visado mal cumplimentado por médico hospitalario), dos problemas menores (dolor de garganta sin fiebre, acné leve) y un certificado improcedente (“poner en un papel que interesada tiene ansiedad porque está vendiendo su casa y los trámites le provocan nervios”).
Después de tan angustioso comienzo, al galeno sufridor le siguieron añadiendo “citas forzadas” (algo habitual en la pisoteada atención primaria), abarrotando si cabe su ya comprimida agenda, con las malas consecuencias que cualquiera puede suponer, tanto para los usuarios (sobre todo para los verdaderos enfermos, ante la imposibilidad de dedicarles el tiempo que merecen) como para el propio profesional, por la frustración que supone el no tener tiempo ni para pensar y por las continuas quejas que ha de escuchar por la demora, lógica a todas luces.
Imaginemos esto con una desescalada brutal...
Ante esta sinrazón, cabe poner un grito, como en otras ocasiones (AQUÍ y AQUÍ), y dar sonora respuesta, aunque las palabras ya se agoten.
Reflexiones en voz alta:
–Abrir la agenda médica al comienzo de la jornada y comprobar que, además de repleta, ya está salpicada de “citas forzadas”, provoca en el profesional reacciones variables, desde la resignada indiferencia (asumiendo que no hay solución) a la angustia más desesperada (sufriendo la incapacidad de asumir la situación), pasando por una indignación controlada (decidido a resolver este problema).
Después de tan angustioso comienzo, al galeno sufridor le siguieron añadiendo “citas forzadas” (algo habitual en la pisoteada atención primaria), abarrotando si cabe su ya comprimida agenda, con las malas consecuencias que cualquiera puede suponer, tanto para los usuarios (sobre todo para los verdaderos enfermos, ante la imposibilidad de dedicarles el tiempo que merecen) como para el propio profesional, por la frustración que supone el no tener tiempo ni para pensar y por las continuas quejas que ha de escuchar por la demora, lógica a todas luces.
Imaginemos esto con una desescalada brutal...
Desescalando o descalabrando |
Reflexiones en voz alta:
–Abrir la agenda médica al comienzo de la jornada y comprobar que, además de repleta, ya está salpicada de “citas forzadas”, provoca en el profesional reacciones variables, desde la resignada indiferencia (asumiendo que no hay solución) a la angustia más desesperada (sufriendo la incapacidad de asumir la situación), pasando por una indignación controlada (decidido a resolver este problema).
–Es el fracaso de la “cita previa”. Si los usuarios no la asumen, sería mejor volver al antiguo sistema de números de los ambulatorios, que es al cabo el que usan los demás organismos públicos (Correos, S.S., Hacienda, etc.).
–Si la agenda médica viene impuesta, y no se respetan ni los 5 míseros minutos, ¿para qué pedir 10 minutos si es una utopía?
–Si cada vez son más los individuos que sólo asumen derechos, es porque aquí nadie les hace saber que también existen deberes para ellos; basta con atravesar la frontera para comprobar que lo de esta parte es jauja.
–Parafraseado a Vargas Llosa: ¿Cuándo se jodió la AP? Pensemos…
–Si la agenda médica viene impuesta, y no se respetan ni los 5 míseros minutos, ¿para qué pedir 10 minutos si es una utopía?
–Si cada vez son más los individuos que sólo asumen derechos, es porque aquí nadie les hace saber que también existen deberes para ellos; basta con atravesar la frontera para comprobar que lo de esta parte es jauja.
–Parafraseado a Vargas Llosa: ¿Cuándo se jodió la AP? Pensemos…
Es una pena que el pilar fundamental de un sistema sanitario se vaya deteriorando, por la irresponsabilidad de unos, la indiferencia de otros y la culpa de todos. La grave situación de la atención primaria, en verdad agonizante, merece un grito, otro más. Un grito compasivo y –a pesar de todo– todavía esperanzado.
Esperemos que no acabe todo en la nada...
"Vida" Todo y Nada – José Hierro
Grito «¡Todo!», y el eco dice «¡Nada!».
Grito «¡Nada!», y el eco dice «¡Todo!».
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Enlace desesperado
Carta de una médico desbordada [antes de pandemia coronavírica]
Anexo: Sinrazón en el ejercicio de la medicina de familia
Se puede teorizar largamente, pero hay unos puntos clave que convergen en la actual situación insatisfactoria, desmotivadora y frustrante:
- desprestigio de la especialidad
- sumisión hospitalaria (obstáculos en forma de protocolos de derivación)
- burocracia inútil
- desincentivación profesional
- conflicto sistema público general vs. mutualidades (*)
- hipocresía gestora (profesionales de la salud convertidos en políticos)
- sensación de no poder hacer nada para mejorar
(*) Los médicos de familia, del sistema público de salud, tienen que resolver a veces problemas de las mutualidades privadas de funcionarios por no disponer de capacidad resolutiva; desconcertados, en ocasiones se enteran indirectamente de la existencia convenios que los sobrecargan y en nada los benefician.
El modelo de atención primaria es tan viejo e inoperante que la mejora precisa un cambio radical para salir de su locura asistencial y su marasmo funcional.
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