en un mal día soleado y vivo,
en el mes de los muertos que aún revivo.
Y de exhalar un grito me contengo.
Veintiocho años ya van… Y en mí mantengo
tu imagen agradable de antidivo,
humilde y generoso, que no esquivo.
Con tu fuerza, sonrío y me sostengo.
Recordarte es vivir, aun claudicando
en la senda escabrosa y desdichada.
Me consuelo en las coplas del poeta.
Forzoso llegará mi día; y cuando
llegue, mi senda quedará olvidada.
Padre: tú eres inalcanzable meta.
***
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