La atención a la salud bucodental, la gran olvidada en el sistema público de salud, debiera hacerse extensible a todos los ciudadanos, sin distinción de edad, cubriendo un porcentaje de los gastos (por supuesto no todo, por imposible e inconveniente), como sucede en otros países de nuestro entorno. Claro que, para financiar esta importantísima prestación, habría que adoptar serias medidas de control del gasto sanitario, evitando abusos y despilfarros por cuestiones menores.
En su defecto, los gastos particulares de odontólogo deberían poder desgravarse en la Declaración de la Renta, y desde luego también los referidos a lentes correctoras. Debemos recordar que en estos apartados los trabajadores que cotizan a la Seguridad Social –la mayoría– no perciben ayuda alguna, privilegio restringido a los funcionarios que cotizan a las mutualidades de funcionarios: civiles del Estado (MUFACE), militares –fuerzas armadas– (ISFAS) y judiciales (MUGEJU). Lo mismo que en el antiguo régimen.
Me extraña que no se levanten voces ciudadanas, individuales o grupales, reclamando la cobertura (parcial) de lo que supone una necesidad y no un lujo, ni que se apunte la pertinencia de desgravar por gastos necesarios para la preservación o mejora de la salud. O si se alzan, no se escuchan. En cuanto a la voz profesional, recientemente el Consejo General de Odontólogos la ha alzado: "Dentistas piden más prestaciones en el SNS".
¿Decidirá algún día el Ministerio de Sanidad (y Consumo) ampliar las prestaciones en salud bucodental? ¿O seguiremos siendo diferentes, cubriendo lo superfluo y obviando lo necesario?
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