El entorno ha condicionado la vida de los pueblos y marcado diferencias en las manifestaciones artísticas y musicales. Cada etnia posee su propio folklore y, en consecuencia, su particular música folklórica, ayer obligadamente recluida y hoy con amplios cauces para ser universalizada, aun con sus imprecisos límites. El folklore musical fue decisivo en la génesis del nacionalismo musical decimonónico y sigue estando presente, de manera más o menos patente, en composiciones contemporáneas. Es preceptivo preservar el acervo musical que la tradición nos ha legado; supone un esfuerzo, pero un esfuerzo placentero.
Partimos del término inglés folklore (de folk, gente o pueblo, y lore, saber popular o tradiciones), introducido por William J. Thoms en l846, que incluye los aspectos literario, musical y danzario; se puede decir que es el conjunto de las tradiciones, creencias y manifestaciones artísticas populares. Y desde esa voz foránea, en su vertiente musical, se puede deducir el significado de la música folklórica (MF), que es lo que nos interesa.
La MF es la que se transmite por tradición oral –carece de notación escrita– y se aprende de oído, siendo en su mayoría de individuos anónimos o de nombre olvidado; se desconocen los autores de baladas y romances, de canciones de soldados, marineros y cazadores, de siega y vendimia, de bebida y boda, de Navidad y romería, que constituyen el auténtico tesoro musical de cada país, y su persistencia a través de los siglos es un inescrutable misterio. Ni siquiera puede advertirse si los cantos proceden de un creador individual o son obra de un grupo. En definitiva, viene a ser la expresión sonora de las masas preferentemente rurales y no educadas de unas sociedades donde también hay una clase con mejor formación musical (la música de ésta sería la denominada clásica o “culta”). Además, puede definirse como la música con la que la comunidad étnica se identifica mejor a sí misma.
En la MF el ritmo se relaciona en ocasiones con la versificación (estructura métrica de la poesía), y en la ejecución instrumental tiende a ser repetitivo. La mayor parte de la MF es monofónica, es decir, consiste en melodías sin acompañamiento: generalmente una canción popular se reduce a melodía, sin armonía; cuando la tienen, puede afirmarse que fue añadida por “arreglistas” para hacerla más grata al oído. No obstante, los ritmos suelen ser complicados e irregulares.
Pese a estar vinculada a comunidades rurales, de tradición oral, la MF fue avanzando desde su estadio primigenio al de arte diferenciado, con autores y profesionales, en una constante relación recíproca entre lo tradicional –anónimo– y lo individual, teniéndose la constatación máxima en las “escuelas nacionalistas” del siglo XIX. De hecho, los lindes entre lo tradicional y lo culto, lo colectivo y lo individual, son frecuentemente borrosos. Se vuelven más nítidos cuando la música se hace más abstracta –o, si queremos, más pura–, cuando va adoptando un lenguaje propio, producto de esquemas organizados y de una técnica elaborada según sus propias reglas, empleada por músicos especializados y desligados de los usos populares.
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Esta es una parte de un ensayo publicado en Filomúsica (revista electrónica de música culta), al que puedes acceder si te interesa el tema:
José Manuel, Felicidades por tu blog. Tu trabajo te debió llevar. Lo llamas Medicina y Música, pero todo lo que veo es de música. Haz un link al mío cuando puedas, que ese sí es de medicina (http://adolfoneda.com)
ResponderEliminarUn abrazo
Querido Adolfo, ¿es que no te has fijado bien? Hay un 50%, más o menos, de artículos relacionados con la Medicina y las Humanidades. Gracias por postear. Estamos en contacto.
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