Music and Literature, de William M. Harnett, 1878. |
Si consideramos el binomio Música-Literatura, podemos comprobar la relación íntima y la influencia recíproca entre el arte literario y el arte sonoro. Hallamos un nexo claro entre la música y la poesía lírica, uno de los géneros literarios. Y aquí me apoyo en el texto de un artículo sobre el lied. En la Edad Media aparecieron las canciones trovadorescas, piezas monódicas de los poetas-músicos itinerantes, cuyas composiciones marcan el comienzo de la “canción culta”; pensemos en las canciones provenzales, baladas y otras piezas acompañadas del laúd, cuyos textos eran compuestos para ser cantados. Pero la canción culta, elaborada a partir de la popular o tradicional, no adquirió respetabilidad hasta el siglo XIX, cuando los grandes compositores románticos del ámbito germánico consiguieron situarla en paridad artística con el “aria” de la ópera y de la cantata religiosa, haciéndola pasar del menosprecio inicial al ensalzamiento definitivo. Era el nacimiento del lied, término alemán que significa canción y con el que, propiamente, nos referimos a la canción culta o de concierto; los compositores encuentran inspiración musical en textos poéticos ajenos que revisten melódicamente, aunque en ocasiones ostentan la autoría de letra y música. Por otra parte, cantores populares de nuestro tiempo también hallan el estro melódico en las letras poéticas.
Las novelas y los dramas han inspirado óperas e incluso composiciones sinfónicas (poemas sinfónicos y sinfonías). En relación inversa, la música ha sido fuente de inspiración para la creación literaria, especialmente de novelas. Si nos centramos en la narrativa, hay ejemplos de novelas y relatos en los que la música adquiere protagonismo. Son buenos ejemplos algunas obras de Thomas Mann (1875-1955), quien como melómano y buen conocedor de los músicos clásicos enriquece sus narraciones con referencias musicales, desde Los Buddenbrook, su primera novela, en la que el autor describe vivamente improvisadas composiciones al pianoforte, hasta su obras cumbre, La montaña mágica y Doctor Fautus, pasando por el cuento Sangre de Welsas, que hace referencia al “Anillo de los Nibelungos” de Richard Wagner (inspirado por su parte en fuentes literarias: “El cantar de los nibelungos” y sagas islandesas). Como ejemplo de las letras hispanas tenemos el relato El Perseguidor, de Julio Cortázar (1914-1984), basado en la vida de un músico de jazz, el saxofonista Charlie Parker.
No hablemos ya de ensayos musicales, en los que cualquier faceta relacionada con la música puede ser pretexto para construir ríos de palabras. Es lo que nosotros mismos hacemos -o al menos intentamos- al abrazar lo melódico, tratando de emular en lo posible el buen hacer de lúcidos musicólogos y musicógrafos.
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Como ejemplo sonoro, traigo la obertura de El sueño de una noche de verano (A Midsummer Night's Dream), de Felix Mendelssohn (1809-1847), que forma parte de la suite de música incidental inspirada en la obra homónima del dramaturgo William Shakespeare (1564-1616), la cual incluye la famosa "Marcha nupcial" de todos conocida. ¡Disfruten de lo musical y de lo literario!
Coincido en que son dos formas creativas de arte que confluyen y se enriquecen y son una forma de acercar la poesia a traves de la musica y viceversa, a la gente corriente que somos todos.
ResponderEliminarHasta tal punto que por ejemplo muchos creen que la poesia de A Machado es de JM. Serrat.
Es verdad, amigo Juan, en ocasiones la música arropa con tal acierto la letra que lo melódico y lo poético se hacen inseparables. Lo malo es que se olvide a los autores literarios que inspiraron algunas canciones.
ResponderEliminarPepe, hoy me vas a perdonar que sea pedante en tu blog. Si el verso se define como "la unidad poética, sujeta a medida, ritmo y rima", llegamos a que la poesía, en su propia esencia, es musical. A menudo les digo a mis chicos que podrá haber buenos poemas sin rima o sin patrón métrico, pero jamás la hay sin ritmo. El ritmo es el alma invisible del poema; difícilmente será bueno un po0eta que no domine el arte del ritmo. Los antiguos poetas estudiaban la prosodia y dominaban los diversos ritmos acentuales de cada tipo de verso, mientra que los poetas cotemporáneos, cuando han querido ser rompedores, de lo que jamás se han deshecho es del ritmo: lo hay en el versículo, en los caligramas, en la prosa poética, en los versos surrealsitas: en todo aquello que sea buena poesía. En cuanto a la presencia de la música en grandes obras literarias, hay tanta que se nos escapa. Es muy importante en "En busca del tiempo perdido", en Rubén Darío, en Muñoz Molina, en casi todos los realistas del XIX, que retratan una sociedad en la que, sobre todo en las señoritas, el conocer algo de solfeo y piano era un bagaje vital. Es también muy importante en la obra de Torrente Ballester, ese genial paisano tuyo, de Valle-Inclán, otro tanto, en fin... La flecha cdon la que el inútil de Paris mata a Aquiles en la la "Ilíada", no la ha impulsado en realidad él sino que sale inspirada por la mano de Apolo, el dios de la música. Y podríamos seguir y seguir.
ResponderEliminarPues sí, Pablo, la poesía en su esencia es musical. La lírica, con su medida y su ritmo, era para los antiguos griegos la apropiada para el canto acompañado con la lira, pero por sí misma ya es grata al oído humano, musical aun sin acompañamiento. Y hasta el verso libre puede mantener la musicalidad, según la concepción de los simbolistas.
ResponderEliminarEn fin… la poesía es la música de las palabras.
La verdad es que has tocado un tema apasionante; de esos sobre los que merecería la pena conversar largo y tendido. Qué pena no poder compartir una tertulia, mi querido José Manuel.
ResponderEliminarMoitos bicos, mi galego amigo.
También a mí me gustaría departir contigo, querida Lola, pausada y hondamente, sobre la relación melódico-literaria. Ya sabes que los lieder son una de mis pasiones.
ResponderEliminarLíricos bicos para mi profesora de música.