miércoles, 24 de febrero de 2016

Sobre la insensatez farmacológica


Uno de los primeros deberes del médico es instruir a la gente para que no tome medicinas de forma indebida. William Osler

El problema del uso inadecuado de medicamentos parte de la imperfecta prescripción médica, continúa por la dispensación farmacéutica sin receta, sigue por la automedicación temeraria, se le añade la presión de la industria farmacéutica, se le suma la deficiente supervisión administrativa y acaba en la medicalización de la vida. Veamos cada uno de los elementos implicados.

Prescripción médica imperfecta es indicar un fármaco cuando no es necesario, o de manera deficiente (respecto a dosis, posología y/o duración de tratamiento), o siendo contraproducente (alergia, embarazo, etc.). Obliga a replantearse la seguridad en la prescripción médica.

Dispensación farmacéutica sin receta es el acto de proporcionar un fármaco que requiere de prescripción médica previa, necesidad que viene indicada con un "círculo" en los envases de los medicamentos.

Automedicación temeraria (frente a la automedicación responsable) es consumir un fármaco motu proprio, tal vez aconsejado por otro profano –amigo o familiar–, sin valorar la relación beneficio-riesgo, a veces desatendiendo un consejo médico o incluso presionando para que el facultativo lo prescriba. 

Presión de la industria farmacéutica es la persuasión del profesional sanitario y el bombardeo continuo de publicidad de medicamentos (parte de la "publicidad en salud"), mediante los medios de comunicación: prensa, radio y televisión. Incluso de modo indirecto a través de asociaciones de pacientes a las que financian.

Deficiente supervisión administrativa es el ineficiente control del gasto farmacéutico y de la venta libre –sin receta– de medicamentos por parte de la autoridad sanitaria, o de los responsables de la política sanitaria. 

Medicalización de la vida es la pretensión de buscar fármacos para cada fenómeno cotidiano, personal, familiar o social, sin que en principio se trate de ningún problema de salud, sino de alguna situación de malestar afectivo o emocional.

Dicho lo cual, hemos de entonar un mea culpa todos quienes, de alguna u otra manera, somos causantes de la insensatez farmacológica: médicos, farmacéuticos, pacientes, industria farmacéutica y Administración sanitaria. En pos de la verdadera calidad en salud y, sobre todo, de la seguridad del paciente.


Insensatez - Antonio Carlos Jobim

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