Al mismo tiempo que valora la salud y cree, como Hipócrates, en el poder curativo de la naturaleza, Montaigne aborrece la medicina como un medio para preservar
o recuperar la enfermedad. Sus conceptos sobre médicos y medicina son hirientes e irónicos, como se puede ver en los siguientes pasajes de algunos de sus Ensayos, extractados por el doctor Joffre Marcondes de Rezende. Montaigne sufría de cálculos biliares. Murió a los 59 años de edad, sin duda sin recurrir a los médicos.
Michel de Montaigne |
Acerca de la medicina, yo creo todo lo bueno y todo lo malo que dicen, porque gracias a Dios rara vez apelo a ella. La trato al contrario de los demás; no me preocupo nunca por ella y cuando enfermo, en vez de confiarme a ella, me pongo a hostigarla, y a tiempo. (Libro I, capítulo 24)
¿Cuánta gente enferma sólo por el efecto de la imaginación. Es frecuente ver que se hace sangrar, purgar y medicar para curar los males que sólo existen porque se los imagina tener. Cuando nos faltan males verdaderos, la ciencia los proporciona.
(Libro II, capítulo 12)
No es una ciencia menos imprudente con sus conjeturas. Escojamos sólo uno o dos ejemplos, sino nos perderíamos en ese océano tan vasto y turbio de
los errores cometidos por los médicos. (Idem)
¿Cuánto tiempo hace que existe la medicina? Se afirma, sin embargo, que un innovador Paracelso modifica y destruye las viejas reglas y afirma que hasta el momento solo han servido para matar. Creo que probará fácilmente esta afirmación, pero confiarle mi vida para afirmar la superioridad de sus métodos sería una gran estupidez. (Ídem)
Mi aversión por el arte (médico) es hereditaria. Mi padre vivió 74 años, mi abuelo 69, mi bisabuelo casi 80 años, todos sin tomar ningún medicamento. (Libro II, capítulo 37)
Antes de nada, me enseñó la experiencia a temer a los médicos, porque no hay
quien enferme más rápido y se cure más lentamente que aquellos que se entregan
en manos de los médicos. Hasta la salud se altera con las dietas que ellos se inventan. [...] No se contentan los médicos con tratar las enfermedades, vigilan igualmente la salud con el fin que en ningún momento se les escape la víctima. [...] La presencia del médico o boticario aflige a muchos, más que la propia enfermedad. (Ídem)
Como observa Nicocles, "tienen la suerte de que el sol ilumina sus éxitos y la tierra ocultar sus errores". Además, son expertos en en el arte de sacar partido de los acontecimientos, cualquier que sea. Si, por casualidad, la naturaleza (o cualquier otra causa) actúa favorablemente, atribuyen la cura a su ciencia; les cabe el mérito de todas las mejoras observadas, y se vanaglorian, en suma, junto a los que los solicitan, de aquello que nos curó, a mí y a otros mil, sin su ayuda. (Ídem)
Si Esculapio, el maestro de todos ellos, fue fulminado por resucitar Hipólito, ¿por qué sus seguidores, que matan a tanta gente, deberían gozar de inmunidad? [...] Cuando se reúnen varios médicos alrededor del mismo caso, pervierten la profesión con disensiones y peleas. [...] ¿Cuántos médicos no vemos, atribuyéndose mutuamente la culpa de la muerte de sus víctimas? (Ídem)
No los ataco y sí su arte; no los recrimino por sacar provecho de nuestra
necedad, ya que todos actúan de la misma manera y no faltan profesiones más o menos honrosas que sólo subsisten y prosperan abusando del público. (Ídem)
El miedo al dolor y la muerte, el deseo exacerbado de curación nos ciega. Es simplemente la cobardía lo que hace tan complaciente nuestra fe. (Ídem)
Los médicos describen nuestros males como pregonero de aldea describe el
caballo y el perro perdidos, diciendo el color del pelo, el tamaño y la raza, pero incapaces de reconocerlo si se lo presentan. (Libro III, capítulo 13)
Extractos libremente traducidos del artículo en portugués “O que Montaigne pensava dos médicos e da medicina de sua época”, por el profesor Joffre Marcondes de Rezende.
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Nota.- Si el profesor Marcondes se limita a referir los pensamientos del autor de los Ensayos, y del creador del ensayo como género literario, no faltan escritos críticos a sus consideraciones, como podemos ver en el libro La medicina y los médicos vistos por Montaigne. Crítica de sus curiosos y atrevidos comentarios.Montaigne
Bueno, Pepe, está claro que los médicos del siglo XVI (el de Montaigne) estaban a la altura del siglo XVI. No creo que tenga que ser yo el que te diga que el camino de las ciencias ha sido complicado, pero a la vez es encomiable el empuje que, precisamente desde el siglo XVI, auténticos héroes y a veces mártires del saber le dieron en campos como la anatomía, la propia medicina, la física, la química o la astronomía. Lo que pasa es que el camino de las ciencias experimentales no ha sido fácil, por razones que tú conoces mejor que yo, pero es verdad que la química se vio favorecida por la supersticiosa alquimia, que en la Edad Media no estaban claros los límites entre astronomía o astrología o que (aquí ya sí que tus conocimientos pueden arrasar a los míos) ciertos remedios médicos que se conocen desde la Antigüedad han resultado ser eficaces. Lo de Montaigne está inscrito en un tópico literario e intelectual que llega, al menos, hasta el siglo XIX: la lógica desconfianza hacia una medicina que, como ciencia, aún andaba en mantillas. Comparado, por ejemplo, con Quevedo, Montaigne resulta benigno, y hasta en el mismísimo siglo XVIII, los propios médicos reales confiaban en remedios que hoy nos escandalizarían. Al menos hasta el XVIII, eso de hacer sangrías se consideraba curativo, ya me dirás tú. Si hubiesen vivido hoy, Montaigne y hasta el atrabiliario Quevedo habrían dejado en paz a los médicos. Que Montaigne respalde las críticas de Paracelso a la medicina de su tiempo y al mismo tiempo manifieste su desconfianza hacia ese gran farsante representa que no estaba en la inopia, aunque sin duda cometería más de un error, y quizás alguno de bulto.
ResponderEliminarSí, Pablo, desde luego el conocimiento médico estaba limitado y en consecuencia los galenos tenían sus limitaciones. Y ya sabemos como se las gastaban en el siglo de Vesalio y de Servet, cuando enseguida te condenaban a la hoguera por herejía. Había que enfrentarse a fanáticos religiosos y opositores a todo avance científico. Así que hemos de situarnos en ese tiempo para entender los recelos y las críticas de Montaigne. Aunque hoy en día también hay motivos para censurar algunas actuaciones y procedimientos en el ámbito de la medicina moderna, en los que priman intereses económicos sobre el beneficio del paciente. Pero esta es otra historia...
EliminarUn artículo interesante del que algunas cosas se pueden, con prudencia, trasladar al momento actual. Me encanta esta frase del final del artículo: "El miedo al dolor y la muerte, el deseo exacerbado de curación nos ciega. Es simplemente la cobardía lo que hace tan complaciente nuestra fe."
ResponderEliminarMuchas gracias Jose.
Esa frase, amigo Julio, no deja indiferente. Es sabido que lo que más preocupa al hombre es su propio temor; el miedo a lo desconocido, a la soledad, a la vida… y por supuesto al dolor. Y el miedo busca amparo en la fe.
EliminarNo, Pepe, aparte de la lógica limitación de los conocimientos médicos, lo que yo te quería decir es que, además y sobre todo, la crítica feroz contra los médicos, fueran buenos (que también los habría, dentro de las coordenada de la época) o malos, fue un tópico en el XVI y el XVII, de modo que las invectivas de Montaigne, venían muy condicionadas y motivadas por esta circunstancia. En el anterior comentario me he ido un poco por los cerros de Úbeda, hay que reconocerlo.
ResponderEliminarEntendido, Pablo. Por los cerros de Úbeda se perdió el soldado aquél, a saber si por miedo al campo de batalla o porque era más fuerte el impulso amoroso que el guerrero ;)
EliminarEnhorabuena por este blog tan interesante y divertido al que he llegado de la mano del escéptico Montaigne mientras andaba por los cerros de Úbeda.
ResponderEliminarGracias, Leonardo. Siempre he pretendido que este espacio sea eso que dices, interesante y divertido.
EliminarUn saludo.