viernes, 26 de enero de 2024

El “daño moral” a la profesión médica


Un artículo de DocTUtor recoge el testimonio de cuatro médicos insatisfechos con unas condiciones de trabajo poco gratas, en un ambiente hostil que les han hecho optar por un cambio. Son el reflejo de cuantos sienten que se ha alterado la buena práctica médica y que experimentan un “daño moral” que –según el artículo– les hace abandonar la profesión o buscar otros lugares donde ejercerla. Y de esos cuatro testimonios, traigo aquí el de una médico de familia de 30 años que, cansada de su labor en atención primaria (burocracia, exigencias de usuarios, indiferencia de gestores, inestabilidad laboral)  optó por ser residente de Anestesiología:
A mí lo que más me molestaba era la burocracia: bajas laborales, papeles que piden las empresas y que no tiene por qué pedir, pero que te consumen tiempo; madres y niños que piden justificantes de ausencias, etc); necesidad de registrar muchos indicadores (en paciente crónico, en pluripatológico: escalas, factores de riesgo para scores, etc…), cosas como estas de burocracia absolutamente inútil. 
El hecho de que un paciente pudiera exigirme atención inmediata sin ningún tipo de filtro. De esta forma empezabas el día con unas citas fijadas de 35 pacientes y acababas con 45, siendo las propias administrativas del centro de salud las que a petición de los pacientes te gestionaban tu agenda y los adjudicaban para que los atendieses en el día, sin considerar el tipo de problema por el que solicitaban ser atendidos. No te compensa discutir con la gente sobre la gran cantidad de razones que no merecen esa atención inmediata, pero que, finalmente, por no discutir una y otra vez, cedes y atiendes al paciente sin cita legal. Pero lo peor de esta situación es que a la vez me estaba enfadando conmigo misma, porque en el fondo, no estás haciendo bien las cosas, ni para el paciente (lo que se nos dice formalmente es promover una educación para la salud) ni para el sistema (petición de pruebas no justificadas, mal uso de los servicios, etc.). Y enseguida te das cuenta que a los gestores eso les da igual; lo que no les da igual es que les protesten, por lo que no te van a apoyar y sabes que finalmente el paciente va a conseguir lo que pide, sencillamente cambiándose de médico o yendo a protestar al gestor, que le dará lo que pide en la mayoría de las situaciones. Esto un día tras otro me iba generando una sensación de desamparo por parte de los responsables del sistema sanitario, a la vez que me reconocía a mi misma como sin ningún tipo de autoridad en el ejercicio de mis funciones profesionales. 
Lo que es sangrante es que te hacían un contrato de un mes y te lo renovaban para el mes siguiente y así ibas durante muchos meses. Cuando tuve la oportunidad de estar algo más de tiempo y empezaba a conocer a los pacientes de mi cupo, con todo el trabajo extra que supone “conocerlos” en atención primaria, me cambiaron de cupo sin criterio alguno, “pasándose por el forro” lo importante que es la atención continuada y personalizada, uno de los principios básicos de la atención primaria, y obligándome de nuevo a trabajar el nuevo cupo de pacientes donde fui destinada, con la sobrecarga que esto supone.
Cualquier médico de familia que ejerza o haya ejercido en atención primaria (primer nivel del sistema de salud), y sobre todo en el medio urbano –el rural lleva un ritmo menos alocado–, sabe bien de lo que habla esta profesional de la medicina. Un testimonio que, como los del resto de médicos referidos en el artículo, debería implicar una toma de conciencia de los responsables sanitarios, políticos y gestores, para conseguir mejoras laborales en el área de salud. Es necesario para luchar contra el desgaste profesional, que repercute en la atención a los pacientes.

¿Qué es el síndrome del desgaste profesional?
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