Ahora que finaliza este caluroso mes de mayo, me apetece recordar uno de los grandes romances anónimos, del Romancero Viejo: el maravilloso «Romance del prisionero». Un romance lírico que en su versión corta produce una intensa emoción; dieciséis versos, llenos de imágenes, en los que late la naturaleza, el amor, la vida... y la libertad, lo que el prisionero no tiene y desea; y el único consuelo que tiene, de pronto se lo elimina un cazador. En resumen, un compendio de sensibilidad poética y una magistral concreción de la añoranza de libertad.
Que por mayo era, por mayo,
cuando hace la calor,
cuando los trigos encañan
y están los campos en flor,
cuando canta la calandria
y responde el ruiseñor,
cuando los enamorados
van a servir al amor;
sino yo, triste, cuitado,
que vivo en esta prisión;
que ni sé cuándo es de día
ni cuándo las noches son,
sino por una avecilla
que me cantaba el albor.
Matómela un ballestero;
dele Dios mal galardón.
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