El arte inspirado por las musas, desde su expresión religiosa o profana primigenia, ha seguido un curso largamente progresivo, marcado por transiciones conducentes a cambios. Convencionalmente, en una clasificación cronológica occidental se habla de grandes períodos musicales, haciéndose referencia a sucesivos estilos de música: medieval, renacentista, barroca, clásica y romántica. Quedarían sin tipificar los dos extremos históricos: la música de la antigüedad, por desconocida, y la moderna –asumiendo la de los últimos cincuenta años como propiamente contemporánea–, por suponer una disgregación estilística. (Ver cuadro sinóptico)
Alcanzado el s. XX y llegada la Época Moderna, aún prevalecía la individualidad propugnada en el Romanticismo, pero comenzaban a producirse grandes innovaciones. La música tonal, fácilmente comprensible y predecible en su desarrollo, había seguido hasta finales del s. XIX una evolución aparentemente natural, sin demasiadas convulsiones, pero a partir de entonces se iban a imponer nuevos lenguajes musicales. Surgió el impresionismo musical, haciendo énfasis en los efectos tímbricos. Comenzó a imponerse la atonalidad, mediante el serialismo y su técnica principal, el dodecafonismo, utilizando en serie las doce notas de la escala cromática, inasimilable para oídos no acostumbrados a tan peculiar lenguaje. Irrumpió la politonalidad y la modalidad…
Comparadas con lo anterior, las corrientes experimentales eran difíciles, extrañas o desagradables, nada predecibles. No obstante, en medio de las turbulencias se produjo un retorno a lo clásico, un neoclasicismo, sin impedir una combinación de lenguajes que conllevó auténticas ensaladas estilísticas. Algunos compositores prefirieron permanecer al margen de rupturas y seguir la línea continuista, emulando a sus predecesores; otros llegaron hasta el borde del abismo innovador y allí se detuvieron. Pero la desaparición de la escena de grandes maestros no detuvo a la gran música en su imparable avance.
Como parte de la música experimental desarrollada, a fines de la década de 1940s comenzaron a grabarse sonidos y ruidos de la calle o de la naturaleza y a combinarlos con sonidos instrumentales, surgiendo así la llamada música concreta, que marcó el comienzo de la música electrónica al comprobarse que el sonido grabado era susceptible de manipulaciones electroacústicas ilimitadas. Otra corriente innovadora fue la música aleatoria, que daba gran valor a la improvisación. La posterior evolución de la música de vanguardia, las diferentes escuelas y la intensa experimentación producida –hasta la extravagancia– no entran en el cometido de este estudio sintético. Con intención generalizadora, basten dos ideas: la de elitismo intelectual, por estar reservada a minorías (siendo poco aceptada por el público y escasamente programada en conciertos), y otra de mezcla, derivada del uso combinado de instrumentos clásicos, aparatos electrónicos y cintas grabadas.
(1) Caída del Imperio Romano.
(2) La llegada del Barroco (s. XVII) marca una línea divisoria controvertida.
(2) La llegada del Barroco (s. XVII) marca una línea divisoria controvertida.
(3) Desde 1720 se entronca un estilo rococó (galante), preclásico, principalmente en Francia.
(4) En 1836 (estreno de “Una vida por el Zar” de Glinka) se inicia el Nacionalismo musical.
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