Los tres condicionantes esenciales de la relación médico-paciente: 1) el profesional, 2) el paciente y 3) el ambiente o medio.
La conducta profesional
Primeramente, debemos ser los médicos quienes impulsemos la buena relación, en pro de la colaboración y la eficacia terapéutica. Desde luego, hay que tener presentes las actitudes ya reseñadas y las cualidades del profesional, entendidas como destrezas o habilidades del buen comunicador o entrevistador: calidez (cordialidad, proximidad afectiva), respeto, empatía, concreción (aprovechamiento del tiempo), asertividad (seguridad), autenticidad (sinceridad) y contención emocional. Hemos de impedir que la entrevista se malogre por nuestras propias “barreras” del médico, de personalidad y emocionales. Y admitiendo humildemente que los peores colaboradores somos nosotros mismos cuando nos vemos en el desconcertante papel de enfermos, tengamos en cuenta las siguientes recomendaciones:
La respuesta del paciente
La conducta profesional
Primeramente, debemos ser los médicos quienes impulsemos la buena relación, en pro de la colaboración y la eficacia terapéutica. Desde luego, hay que tener presentes las actitudes ya reseñadas y las cualidades del profesional, entendidas como destrezas o habilidades del buen comunicador o entrevistador: calidez (cordialidad, proximidad afectiva), respeto, empatía, concreción (aprovechamiento del tiempo), asertividad (seguridad), autenticidad (sinceridad) y contención emocional. Hemos de impedir que la entrevista se malogre por nuestras propias “barreras” del médico, de personalidad y emocionales. Y admitiendo humildemente que los peores colaboradores somos nosotros mismos cuando nos vemos en el desconcertante papel de enfermos, tengamos en cuenta las siguientes recomendaciones:
- Utilizar sabiamente la “Autoridad de Esculapio”, ese poder especial que el paciente nos otorga, sin abusar, evitando la relación autoritaria.
- Considerar nuestro “poder terapéutico”, empleándolo con amabilidad pero con firmeza, tratando de evitar la turbación y la desmesurada complacencia.
- Emplear un lenguaje comprensible, con explicaciones claras y detalladas, huyendo en lo posible de la “jerga médica”.
- Elevar la autoestima, orgulloso el médico de familia de su labor integral e integradora, coordinando e impidiendo la fragmentación asistencial.
- Actuar como consejeros, ayudando al paciente a modificar su actitud pasiva frente a la enfermedad y para prevenirla (sin intimidar ni discutir).
- Reconocer los errores, inevitables por humanos, procurando atenuar el temor a acciones legales que las habilidades en comunicación pueden minimizar.
- Procurar una buena dosis de humor, para relajarse y levantar el ánimo, recordando siempre que es mejor morderse la lengua que soltarla en un arrebato.
La respuesta del paciente
El paciente, influido por todo lo que le rodea, está condicionado; diversos factores socio-económico-culturales determinan su colaboración: la sociedad, la familia, la economía, las vivencias, los medios de comunicación… Todos inciden en el modo de afrontar la enfermedad, en la motivación, en los temores (pe. a efectos colaterales de fármacos), en las expectativas irreales (especial influencia de los medios), en las reivindicaciones (la salud como derecho convertida en objeto de consumo, al disponer de servicios gratuitos y por ello despreciados) y en el costo sanitario (no determinante, de momento, en nuestro sistema). Por otro lado, existen “barreras” del paciente: problemas físicos (sordera, disfasia, ceguera), psíquicos o de comportamiento; los pacientes singulares o problemáticos merecen una atención especial. Que el paciente sepa valorar el sistema sanitario no está en nuestra mano, pero podemos intentar:
- Preparar al individuo para enfrentarse a una dolencia, que puede presentarse inesperada.
- Motivar al enfermo, para que asuma su enfermedad y colabore, con especial atención a los ancianos.
- Indicarle los efectos colaterales de los medicamentos, pero sopesando sus beneficios.
- Actuar adecuadamente con pacientes difíciles o problemáticos, con firmeza y mano izquierda; difícil cuestión sin apoyo y con sobrecarga asistencial.
El ambiente o el medio
Por mucho que el médico y el paciente pongan de su parte, si el lugar de la entrevista no es el adecuado, se interpondrá alguna de las “barreras” del medio, desvirtuando quizás el resultado diagnóstico y/o terapéutico. Por eso son deseables unas óptimas circunstancias: consulta y sala de espera dignas, tiempo de espera no excesivo y evitación de molestias en lo posible. De modo que hago las consiguientes consideraciones al respecto:
- Diseñar consultas confortables, con buena iluminación e insonorización, evitando barreras arquitectónicas (ojo: minusválidos).
- Procurar salas de espera agradables, de colores tenues, bien ventiladas, compartimentadas si hay varias consultas, e incluso decoradas con plantas.
- Minimizar ruidos y otras molestias (polvo, humos…), con buena construcción, aislamiento y colaboración municipal respecto a vehículos, maquinaria y obras.
- Limitar en lo posible el tiempo de espera, para evitar cargas emocionales inconvenientes; puede implicar una reorganización asistencial.
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Este artículo es una parte del publicado con el título de Decálogo para una buena relación médico-paciente en la revista médica Cadernos de Atención Primaria, editada por la “Asociación Galega de Medicina Familiar e Comunitaria” (Agamfec):
Brea Feijoo JM. Decálogo para una buena relación médico-paciente. Cad Aten Primaria 2007; 4 (14): 240-244.
(Disponible en este enlace como segundo artículo del apartado "Espazo para o debate")
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