De fondo una música vanguardista… Sonoridades que se me escapan, disonantes, agresivas, furibundas; desde la visión partidaria de lo melodioso, sin belleza. Las notas percutidas golpean mis tímpanos y retumban en mi cerebro como mazas asesinas. Anárquico ruido. No es la música que me embriaga, que sutilmente me eleva. Y en medio de este caos otra cuestión muy poco harmónica, molesta, perturbadora, dañina: la problemática sanitaria derivada de una organización ineficaz, caótica en cierto modo, para nada musical.
El escalón primario en el inicio de una confusión aún no resuelta… En Hispania, años de teóricos planteamientos, de planificaciones de despacho, ciegos a la realidad y a la razón sordos, pasando sin historia. Viejos ambulatorios dejando paso a modernos centros de salud; revestimiento de modernidad externa y aparente mejora en la esencia. Los clásicos médicos de cabecera, dedicados a la generalidad de la ciencia médica, limitados en su saber, intuitivos de ojo clínico y recetadores compulsivos, cediendo inmediatamente a la vanguardia de formación hospitalaria, a los sabios omniscientes y arrogantes, encumbrados como especialistas en medicina familiar y comunitaria, investigadores y docentes, capaces de enfrentarse a las dificultades más diversas, de resolver rompecabezas sindrómicos, de encauzar comportamientos y reinsertar socialmente ovejas descarriadas.
Por encima de todo, los médicos de familia… Clínicos, cirujanos, traumatólogos, tocólogos, ginecólogos, dermatólogos, otorrinolaringólogos, oftalmólogos, psiquiatras, dietistas, higienistas, radiólogos, sociólogos, gestores, predicadores, misioneros… todopoderosos semidioses de la atención primaria. No como los primitivos médicos no especialistas, vulgares mortales, combatientes de síntomas, tanteadores terapéuticos, limitados en conocimiento, carentes de habilidades, desconocedores de técnicas… simples generalistas sin futuro, predestinados a desaparecer de modo fulminante, como los dinosaurios antediluvianos. Y sin haberse completado la mudanza, los semidioses cayendo de su pedestal de artificio y desmoronándose como ídolos de barro, conscientes de la entelequia. Cercenadas sus aspiraciones por un sistema sanitario público economicista, que los condena a trabajar contrarreloj, asidos a una cadena interminable de usuarios con conflictos, sumergidos en un río de tinta inacabable. Cansados de las disonancias y acaso envidiando a los viejos dinosaurios, en cierto modo más libres.
¡Escuchemos atentamente las enormes disonancias!... Casi todo ha sido parchear o rellenar oquedades. Ninguna reforma inteligentemente homogénea, en el respeto a la idiosincrasia territorial. Experimentos cutres por aquí, centros piloto por allá, para continuar igual o para alcanzar una situación de mayor complejidad burocrática. Chapuza e improvisación. No es tremendismo, son disonancias… Sabemos que un sistema de calidad precisa un presupuesto suficiente, no el racaneo habitual que no concuerda con lo que políticamente se trata de vender. Peor aún: malgastar por el apremio surgido de la incompetencia o en la procura de ganancia en las urnas. Nefasta la gestión que se acoge a la sinrazón. Disonancias por doquier… El médico del sistema público hispánico resistiendo en solitario la embestida diaria, despachando a todo el que entra por la puerta, con o sin cita, obligado por el perverso objetivo de “demora cero”; aguantando con los propio, cargando con la ajeno y con disponibilidad plena, en la procura de absurdos objetivos. Pero, ¡ay!, pasándose en poco tiempo del excedente de facultativos a la carencia alarmante, porque el aguante llegó a su límite. ¿No escucháis la tremenda disonancia?... A mí me hiere y me desangra. Por eso intento consolarme con mi música.
El escalón primario en el inicio de una confusión aún no resuelta… En Hispania, años de teóricos planteamientos, de planificaciones de despacho, ciegos a la realidad y a la razón sordos, pasando sin historia. Viejos ambulatorios dejando paso a modernos centros de salud; revestimiento de modernidad externa y aparente mejora en la esencia. Los clásicos médicos de cabecera, dedicados a la generalidad de la ciencia médica, limitados en su saber, intuitivos de ojo clínico y recetadores compulsivos, cediendo inmediatamente a la vanguardia de formación hospitalaria, a los sabios omniscientes y arrogantes, encumbrados como especialistas en medicina familiar y comunitaria, investigadores y docentes, capaces de enfrentarse a las dificultades más diversas, de resolver rompecabezas sindrómicos, de encauzar comportamientos y reinsertar socialmente ovejas descarriadas.
Por encima de todo, los médicos de familia… Clínicos, cirujanos, traumatólogos, tocólogos, ginecólogos, dermatólogos, otorrinolaringólogos, oftalmólogos, psiquiatras, dietistas, higienistas, radiólogos, sociólogos, gestores, predicadores, misioneros… todopoderosos semidioses de la atención primaria. No como los primitivos médicos no especialistas, vulgares mortales, combatientes de síntomas, tanteadores terapéuticos, limitados en conocimiento, carentes de habilidades, desconocedores de técnicas… simples generalistas sin futuro, predestinados a desaparecer de modo fulminante, como los dinosaurios antediluvianos. Y sin haberse completado la mudanza, los semidioses cayendo de su pedestal de artificio y desmoronándose como ídolos de barro, conscientes de la entelequia. Cercenadas sus aspiraciones por un sistema sanitario público economicista, que los condena a trabajar contrarreloj, asidos a una cadena interminable de usuarios con conflictos, sumergidos en un río de tinta inacabable. Cansados de las disonancias y acaso envidiando a los viejos dinosaurios, en cierto modo más libres.
¡Escuchemos atentamente las enormes disonancias!... Casi todo ha sido parchear o rellenar oquedades. Ninguna reforma inteligentemente homogénea, en el respeto a la idiosincrasia territorial. Experimentos cutres por aquí, centros piloto por allá, para continuar igual o para alcanzar una situación de mayor complejidad burocrática. Chapuza e improvisación. No es tremendismo, son disonancias… Sabemos que un sistema de calidad precisa un presupuesto suficiente, no el racaneo habitual que no concuerda con lo que políticamente se trata de vender. Peor aún: malgastar por el apremio surgido de la incompetencia o en la procura de ganancia en las urnas. Nefasta la gestión que se acoge a la sinrazón. Disonancias por doquier… El médico del sistema público hispánico resistiendo en solitario la embestida diaria, despachando a todo el que entra por la puerta, con o sin cita, obligado por el perverso objetivo de “demora cero”; aguantando con los propio, cargando con la ajeno y con disponibilidad plena, en la procura de absurdos objetivos. Pero, ¡ay!, pasándose en poco tiempo del excedente de facultativos a la carencia alarmante, porque el aguante llegó a su límite. ¿No escucháis la tremenda disonancia?... A mí me hiere y me desangra. Por eso intento consolarme con mi música.
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Este escrito de 2004, modificado e inspirado a su vez en otro de 1992 (“Un cierto caos”), concuerda con el dicho: todo cambia para que todo siga igual. Espero que algún día todo cambie para que todo vaya mejor. Mientras tanto, agradezco comentarios y críticas constructivas.
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