Al leer el post “¿Con qué psiquiatra se atienden los psiquiatras?”, publicado en DESDE EL MANICOMIO, revivo el delicado tema que, calladamente, preocupa a los galenos: el médico enfermo. Porque ¡es tan difícil ser juez y parte, atender a diario a dolientes y asumir que uno puede pasar en cualquier momento al otro lado! Llegado el momento, ¿en quién confiar? ¿Cómo dar a entender a un compañero que se padece, que se sufre, que se necesita ayuda?
Concedemos a diario bajas laborales a otros trabajadores, no pocas por procesos banales, algunas casi de complacencia, y cuando damos a entender que nosotros necesitamos un descanso recuperador los ojos de los colegas nos miran con recelo. ¡Cuánto cuesta la comunicación y cómo duele la incomprensión entre iguales! El médico es un ser humano que tiene necesidades como todos los mortales, que es tan frágil como los demás, que precisa palabras de aliento como cualquier doliente. Además, no olvidemos que el médico de nuestro sistema público es el profesional que padece más enfermedades relacionadas con el estrés laboral.
El médico también es paciente y necesita comunicarse, depositar su confianza en otros seres humanos y recibir palabras de consuelo. Pero, ¡ay!, es duro hallarse bajo la piel de enfermo, y más todavía tropezarse con la pétrea frialdad de la incomprensión, que abisma al médico convertido en enfermo en una peculiar e indescriptible soledad. Por eso desde la Organización Médica Colegial (OMC), que agrupa a todos los colegios médicos españoles, se ha desarrollado el Programa de Atención Integral al Médico Enfermo (PAIME).
Concedemos a diario bajas laborales a otros trabajadores, no pocas por procesos banales, algunas casi de complacencia, y cuando damos a entender que nosotros necesitamos un descanso recuperador los ojos de los colegas nos miran con recelo. ¡Cuánto cuesta la comunicación y cómo duele la incomprensión entre iguales! El médico es un ser humano que tiene necesidades como todos los mortales, que es tan frágil como los demás, que precisa palabras de aliento como cualquier doliente. Además, no olvidemos que el médico de nuestro sistema público es el profesional que padece más enfermedades relacionadas con el estrés laboral.
El médico también es paciente y necesita comunicarse, depositar su confianza en otros seres humanos y recibir palabras de consuelo. Pero, ¡ay!, es duro hallarse bajo la piel de enfermo, y más todavía tropezarse con la pétrea frialdad de la incomprensión, que abisma al médico convertido en enfermo en una peculiar e indescriptible soledad. Por eso desde la Organización Médica Colegial (OMC), que agrupa a todos los colegios médicos españoles, se ha desarrollado el Programa de Atención Integral al Médico Enfermo (PAIME).
Escena de la película The Doctor (1991), de Randa Haines
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El médico enfermo, por Jaume Padrós i SelmaEl asunto de la salud de los médicos ha sido de siempre controvertido. (...) cuando el médico enferma, éste suele actuar por exceso o por defecto, pero en todo caso lejos de lo que él mismo acostumbra a recomendar a sus pacientes. Y lo que es peor, no sabe o es incapaz de pedir ayuda. Y cuando la afección o el trastorno está en la esfera mental o se relaciona con alguna adicción la respuesta es aún más negacionista, y llega incluso a arrogante y prepotente.
REFLEXIÓN FINAL
Cuando a Jack MacKee, un médico frío y distante, le diagnostican una enfermedad, pasa a ser un paciente más de su propio hospital. Entonces sabe lo que sienten los enfermos, tiene que confiar ciegamente en un sistema médico que sabe que no es infalible y ha de soportar con paciencia unos trámites burocráticos que se eternizan, unos reconocimientos humillantes y unas abarrotadas salas de espera.
De todos modos, el médico también es un ser humano, una persona, y merece comprensión al hallarse en el papel que en principio no le corresponde.
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