En la primera mitad del pasado siglo, Jean Sibelius y Sergei Rachmaninov acaparan musicalmente, junto a Richard Strauss y otros compositores, el espacio que podemos considerar de retaguardia. De las biografías de ambos creadores parece derivarse un talante discreto, un carácter más bien introvertido y a veces angustiado, una vida sin grandes aspavientos –a pesar de los avatares–, una espontaneidad creativa y una sinceridad comunicativa. Tildados de conservadores, ambos han sido criticados hasta el menosprecio; podría decirse de ellos que son dos músicos atrapados en las redes del tiempo.
En los inicios del siglo XX, la característica individualidad del Romanticismo decimonónico continuaba bien representada por colosos del ámbito germánico como Gustav Mahler (1860-1911) y Richard Strauss (1864-1949), mientras soplaban vientos innovadores que parecieran querer llevarse por delante todo lo pasado. Mahler falleció prematuramente nada más entrar en la segunda década del nuevo siglo, pero dejando un patrimonio sinfónico colosal en el que el Lied se yuxtapone delicadamente. La mayor longevidad de Strauss le permitió continuar su labor compositiva, entre el poema sinfónico y la ópera, durante toda la primera mitad del nuevo siglo y permaneciendo fiel a los principios postrománticos. Mahler y Strauss son dos grandes individualidades, dos músicos de la misma generación –separados por apenas cuatro años–, herederos de las formas clásicas y románticas y, sin embargo, renovadores del lenguaje musical e inconfundibles, dos creadores ampliamente reconocidos y admirados.
Cercanos en el tiempo, otros dos compositores periféricos bien conocidos prefirieron permanecer como ellos al margen de rupturas y seguir, hasta cierto punto, la línea continuista, emulando a sus predecesores: el finlandés Jean Sibelius (1865-1957) y el ruso Sergei Rachmaninov (1873-1943). Pero mientras los primeros gozan en general del favor de la crítica, éstos son a menudo cuestionados, incluso menospreciados por conservadores o reaccionarios, quizás siguiendo valoraciones pretéritas de modo extemporáneo. Y no es que estos músicos no experimentasen; eso sí, dentro de los límites que ellos mismos se marcaron. Rachmaninov compaginó su virtuosismo pianístico con una importantísima obra original, fruto del eclecticismo estilístico, de su alma profundamente rusa y de una extrema sensibilidad, además de una habilidad para la orquestación parangonable a la de Mahler o de Strauss. Y Sibelius, otro mago de la orquesta, llegó en su cúspide creadora hasta el borde del abismo innovador, deteniendo su labor compositiva mucho antes de su término vital, al estimar que no tenía nada más que decir o tal vez consciente de que su voz ya estaba fuera de lugar. Las sinfonías sibelianas, no pretendiendo abarcar el mundo como las mahlerianas, son evocadoras construcciones musicales, y sus mejores poemas sinfónicos, no descriptivos como los straussianos, son maravillosos cuadros sonoros.
Ambos músicos reconocieron su chaikovskiana admiración. Ambos demostraron un gran dominio de la orquestación. Ambos se relacionaron con Mahler. Ambos recibieron la llamada americana. Ambos asistieron al desarrollo de las técnicas de grabación sonora y a la grabación de sus propias composiciones, en el caso de Rachmaninov siendo partícipe al piano. Ambos fueron degradados a músicos menores por la crítica caprichosa, radical y despiadada. Y ambos son merecedores de reconocimiento como grandes maestros por el valor intrínseco de sus respectivas obras.
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He presentado el resumen y la introducción del artículo publicado en OpusMusica (revista de música clásica), con retazos biográfico-musicales de estas dos importantes figuras de la música y una relación de sus obras esenciales. Si te interesa puedes acceder desde AQUÍ.
Toda la razón tiene usted Doctor. Ellos son grandes maestros de la música. Sus grandes obras deben ser disfrutadas por todos los seres humanos, eso nos llevaría a el mejoramiento de la educación y la sensibilidad humanas. Tan vitales en estos días. Gracias por la publicación.
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