jueves, 24 de septiembre de 2009

Preservación de la música clásica (4)


A pesar de los logros sociales –que han propiciado el acercamiento de la cultura al ciudadano– y de los teóricos avances educativos, se ha alertado sobre la progresiva pérdida de audiencia, criticándose además la profusión de orquestas sinfónicas sin crecimiento proporcional en la demanda de un público interesado. Hemos pasado en pocos años de una sequía casi absoluta a una abundancia tal que, al decir de los más tremendistas, podría hacer morir de éxito a la gran música. En otra dimensión, podrá afirmarse que vale más estar ahítos que con el panorama desolador de otro tiempo, pero encontrar las salas de conciertos medio vacías –o medio llenas– obliga a replantearse el futuro.

Puede que sean las programaciones, quizás la escasa difusión de los acontecimientos, tal vez los precios de las entradas, acaso otros argumentos que impliquen diferentes intereses o invoquen al mismo Cronos. Estudios foráneos apuntan hacia factores sociológicos, ligados al trajín contemporáneo derivado, en suma, de la competitividad y de la manipulación de las conciencias. Lo cierto es que la oferta supera en mucho a la demanda y de seguir así se haría difícil, o imposible, mantener el actual número de orquestas; las menos sostenibles estarían tristemente abocadas a la desaparición.

Se habla de audiencias envejecidas, de la falta de interés de los más jóvenes. Y volvemos a implicar cuestiones de índice social: el mudar de los tiempos, los nuevos hábitos de consumo, la indolencia extrema, la pérdida de valores que parecían inquebrantables. Esperar que un cambio de moda coloque a la música clásica en situación ventajosa es una frivolidad. Al contrario, pronosticar su desaparición es una necedad; supondría el final mismo de nuestra cultura.

Preservar viva la música culta requiere el esfuerzo de quienes la aman y, desde luego, de los organismos e instituciones implicados. Es de lamentar la que se ha perdido por desidia o por olvido; más todavía la que ni siquiera ha nacido porque, desgraciadamente, nunca ha llegado a estrenarse. ¡Cuántas dificultades encuentran las nuevas composiciones para salir a la luz! Fruto de un inmovilismo inexplicable que conlleva la reiteración de un manido repertorio; preservar la música no significa detener su curso evolutivo, sino todo lo contrario. Y pensar que múltiples bazofias se difunden por doquier, puestos a su servicio los mayores avances tecnológicos…

Habremos de mantener un deseable optimismo que nos dé en afirmar que siempre existirá la gran música, porque siempre habrá intérpretes que le den vida y sensibles receptores del arte supremo. Aunque sólo supongan una loca minoría.
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Este artículo es la última parte del publicado en Filomúsica (revista música culta):

Digamos como conclusión que la preservación ha de venir fundamentalmente por la educación, y que la aproximación y la divulgación inciden decisivamente en ésta, por lo que entroncamos el presente escrito en la etiqueta de educación musical.

Enlace a un estupendo blog de educación musical:

Enlace a un encantador blog sobre inglés y música para niños:

2 comentarios:

  1. Hola, Me agrada mucho que exista tu blog. Yo tengo 24 años, Médico Guatemalteco y en mi alma ha estado desde los 6 años el gusto por la música clásica, aunque nunca aprendí a interpretar algún instumento, y todavía lo tengo en planes, ahora he ingresado al bello mundo de esta música maravillosa. Tengo un blog que inauguré este año, donde subo música para descargar, es como mi aporte para que la música bella se difunda más aquí en mi país, ya que hay pocas personas a quienes les gusta. La dirección de mi blog es: http://www.melomanoclasico.blogspot.com/
    Te invito a darle un vistazo y comentar algo.
    Gracias por tu esfuerzo por no dejar morir semejante belleza.

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  2. Gracias a ti, Marco, por tus palabras de aliento. Y enhorabuena por tu hermoso blog. Desde luego que sin la música habría más razones para volvernos locos; al menos para melómanos como nosotros. Un abrazo y ánimo con tu musical aventura bloguera.

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