Una seguidora de este blog me comentaba hace poco que lo de que "cada maestrillo tiene su librillo" en el caso de la Medicina clama al cielo.
Probablemente a un mismo paciente cada médico le pondrá un tratamiento diferente. Aunque dicho así puede ser alarmante, porque lo que en verdad suele suceder es que se establezca un tratamiento similar pero con variantes; por ejemplo, fármacos que tienen una misma indicación o finalidad (analgésica, antiinflamatoria, antibiótica, etc.), pero principios activos diferentes. También debe reconocerse que en muchos casos hay discrepancias en dosis, posología o duración de tratamiento, evidenciándose una excesiva y desconcertante variabilidad terapéutica.
Su inquietud me hizo reflexionar para darle una respuesta
y volví a hacerme las mismas preguntas que a tantos médicos nos inquietan.
Lo peor del tratamiento farmacológico es la falta de
claridad y la confusión interesada que conduce a la "medicalización"
en muchos casos. Es preciso valorar el balance
beneficio-riesgo y obrar en consecuencia. Debe imperar la prescripción de calidad. No hay derecho a confundir a la
gente y menos a engañarla con prescripciones innecesarias. Las pautas están
bien establecidas cuando hay evidencia científica de su eficacia. Si no la hay,
cada uno va por libre, y eso crea desconfianza. Siempre es mejor abstenerse que
dañar ("primum non nocere"). Y es prioritaria la buena comunicación. En fin...
“O Fortuna” de Carmina Burana, Carl Orff
O Fortuna velut luna, statu variabilis… (Oh Fortuna, variable como la Luna…)
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