Diamond |
He leído con interés una entrada del Dr. Salvador Casado en
la que considera los dos tipos de información reflejados en la Historia
Clínica. Uno, la “información dura”,
objetiva, medible y cuantificable; son los datos, los registros, las codificaciones...
Dos, la “información blanda”, no
medible ni fácilmente cuantificable; son las apreciaciones personales, vitales,
familiares, sociales…, enmarcadas en la esfera emocional y que incumben a la
medicina de familia por su competencia comunitaria. Podríamos apreciar estos
dos tipos de información como “fría” y “cálida”, respectivamente.
Ciertamente, la información dura (fría) es prioritaria para
los gestores, la única considerada en los controles de calidad realizados
mediante auditorías de los centros de salud. Y sin embargo, la información
blanda (cálida), no siempre recogida, por diferentes motivos (falta de tiempo, no
ponderación, reservas, condicionantes psicológicos) puede ser determinante en
la visión integral del problema de un paciente. El disponer de esta información
despeja muchas veces el campo de visión del clínico, simplifica su actuación y puede incluso evitar el exceso diagnóstico y/o terapéutico.
De modo que si la primera información nos da un perfil
orgánico del individuo, la segunda nos proporciona una visión integral. Así pues, la pretendida medición de la calidad en
salud choca con una limitación incuestionable, al desecharse esa parte
esencial, a veces decisiva, que no obstante recoge el teórico modelo biopsicosocial postulado en el
cambio de enfoque de la atención primaria y en particular de la medicina
familiar y comunitaria. Es por lo tanto, y cuando menos, paradójico que no sea
tenida en cuenta la esencia que da sentido a nuestro quehacer cotidiano para valorarlo
en su justa medida o, dicho de otro modo, para estimar la validez de nuestras
actividades diarias.
En conclusión, el avance o la mejora en la atención a
nuestros pacientes está en saber ponderar la información blanda –y sin embargo diamantina–, conjuntamente con la dureza de los fríos datos, que sin aquella se desmenuzan como el talco.
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Art Blakey & The Jazz Messengers
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