Una paciente adolescente (P), su madre (M) y el médico de familia (MF)
M.- Mire doctor, vengo con mi hija, porque ya estuvo con el dermatólogo y por encima tuvo que ir dos veces a urgencias, porque esto no le pasa.
MF.- (A la paciente, interpretando una exacerbación de dermatitis atópica con lesiones de rascado.) ¿Te pica?
P.- Ahora no tanto como al principio.
MF.- ¿Y qué le han recetado?
M.- (Irritable y displicente.) Puede verlo en el ordenador…
MF.- (Observando prescripciones de corticoides tópicos y orales, antihistamínicos orales e inmunosupresores tópicos.) ¿Y ya ha completado el tratamiento?
M.- Todavía no lo ha terminado, pero es que se marcha a estudiar a los Estados Unidos y no va a ir así… Además, necesita llevar medicación para allá…
El galeno procesa con rapidez toda la información que recibe por la vista, el tacto y el oído. Juzga apresuradamente a la madre de ansiosa y controladora, y ve a la hija, que apenas ha abierto la boca, atemorizada y sumisa, presa de la emoción por el cambio que se le avecina. Pero no es quien para juzgar y procede de la mejor manera, tratando de dar una respuesta convincente, y hacer entender (sobre todo a la madre) el problema dermatológico. Aporta recomendaciones generales, aconseja paciencia y explica detalladamente la terapia farmacológica. Todo lo cual, le parece misión imposible.
Recomendamos de entrada una "entrada" del doctor Eduardo Lauzurica:
Y ya enterados de la cuestión, continuamos la navegación psicodermatológica...
De la relación mente y cuerpo ya nadie duda. En la práctica médica, el médico lo constata desde sus jóvenes comienzos. De las somatizaciones y todo su cortejo sintomático hemos hablado ("Cuando un problema emocional se somatiza"), y ahora nos detenemos expresamente en las somatizaciones cutáneas, tan frecuentes como tan difíciles de comprender. Y es que existe una relación temporal entre mente y piel en estos procesos, hasta el punto de que los trastornos somatomorfos de expresión cutánea acercan las especialidades de Dermatología y Psiquiatría, aparentemente tan dispares. Pero psiquiatras y dermatólogos conocen bien la íntima relación entre lo emocional y lo dermatológico. Una relación aún más clara en estos ansiosos tiempos, cuyo estudio corresponde a la sociología de la salud.
Son muchas las dermatosis estudiadas en el apartado de las somatizaciones cutáneas: alopecia areata, psoriasis, neurodermatitis, dishidrosis (eccema dishidrótico), dermatitis seborreica, vitíligo, etc. Se habla de enfermedades psicodermatológicas. Por eso los expertos manifiestan que la relación entre mente y piel obliga a un tratamiento diferente, a un abordaje específico. Se considera incluso la subespecialidad de dermatología psiquiátrica. El interés por este tema se refleja en los medios de manera profusa: "Dermatología y psiquiatría", "La piel, reflejo de patologías psiquiátricas", "La relación entre mente y piel obliga a un tratamiento diferente. La dermatología psiquiátrica se consolida como una opción integral", "Entre el 30 y el 40% de consultas de dermatología, asociadas a factores emocionales", "La ansiedad y el estrés pueden agravar la dermatitis atópica"...
En el caso de niños y adolescentes, nos atrevemos a apuntar la perniciosa influencia de unos padres superprotectores o absorbentes, que trasladan su ansiedad a sus hijos, agravando un eccema (dermatitis) u otra enfermedad cutánea. Y tanto en niños como en adultos o ancianos, en el tratamiento de las enfermedades psicodermatológicas se imponen términos tranquilizantes y amigables, opuestos al desasosiego y al recelo: paciencia y confianza.
Por otra parte, no podemos negar que las enfermedades de la piel afectan al estado de ánimo, por lo que se puede cerrar un inconveniente círculo vicioso dérmico-emocional que atrapa al doliente. Tratar de evitarlo o conseguir salir de ese círculo precisa de la voluntad del paciente y del buen hacer del terapeuta.
En el caso de niños y adolescentes, nos atrevemos a apuntar la perniciosa influencia de unos padres superprotectores o absorbentes, que trasladan su ansiedad a sus hijos, agravando un eccema (dermatitis) u otra enfermedad cutánea. Y tanto en niños como en adultos o ancianos, en el tratamiento de las enfermedades psicodermatológicas se imponen términos tranquilizantes y amigables, opuestos al desasosiego y al recelo: paciencia y confianza.
Por otra parte, no podemos negar que las enfermedades de la piel afectan al estado de ánimo, por lo que se puede cerrar un inconveniente círculo vicioso dérmico-emocional que atrapa al doliente. Tratar de evitarlo o conseguir salir de ese círculo precisa de la voluntad del paciente y del buen hacer del terapeuta.
I've Got You Under My Skin - Frank Sinatra
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