—¿Qué importa que tengas la razón si no tienes el poder?
El doctor Stockmann, descubre que las aguas del balneario de su pueblo –principal atracción turística y motor de la economía local– están contaminadas y son un peligro para la salud. Y denuncia la situación. Pero las fuerzas sociales, las autoridades del pueblo tratan de ocultarlo; se enfrenta a periodistas y al alcalde, su propio hermano, quedándose prácticamente solo en su denuncia, pues la verdad es incómoda o perjudicial para mucha gente. Lo señalan como traidor («enemigo del pueblo»), le dan la espalda y le hacen la vida imposible. Los intereses económicos acaban prevaleciendo sobre la salud...
Esta es la trama de Un enemigo del pueblo, obra de teatro de Henrik Ibsen, el mismo autor de Peer Gynt, Casa de muñecas y El pato silvestre. Una obra política y polémica, sobre la corrupción del poder y la manipulación de los medios informativos al servicio de ese mismo poder. [Reseña AQUÍ. Resumen AQUÍ.]
Extraemos dos importantes conclusiones: la mayoría no siempre tiene la razón («el mal está en el sufragio universal»); y de nada vale tener razón si no se tiene poder.
Decía Quevedo que donde hay poca justicia es un peligro tener razón. No callar y atreverse a decir lo que se cree oportuno puede entrañar gran riesgo en una sociedad controlada por el poder económico, donde reina la mentira.
Un enemigo del pueblo
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Sobre Henri Ibsen (1828-1906)
Dramaturgo noruego, uno de los renovadores del teatro universal. A los veinte años era ya un librepensador, entusiasmado con las insurrecciones populares que estallaban en toda Europa. Cansado de lo que consideraba estrechez de miras de su país natal, partió a un exilio de veintisiete años por Italia y Alemania, período durante el cual escribió el grueso de su obra. En el pináculo de su fama volvió a Noruega. Sufrió una serie de ataques de apoplejía que afectaron su salud física y mental, y falleció en 1906 y fue enterrado con honores de jefe de Estado.
Como director del teatro de Bergen, Ibsen intentó crear un drama nacional, tarea difícil, ya que, si bien podía utilizarse como base el rico acervo de las sagas islandesas medievales, la escena de su país estaba dominada por la dramaturgia francesa de Scribe (que daba prioridad a lo ingenioso de la intriga sobre la profundidad de los personajes), y por el idioma y la tradición histriónica danesas.
La experiencia que ganó en Bergen tuvo para él un valor incalculable. Como director del teatro de Cristianía (hoy Oslo), ya casado con Suzannah Thoresen, exhibió con autoridad y confianza en sus propias ideas que antes no había mostrado. Esto se advierte en su drama Los pretendientes de la corona (1863), que forma parte de una serie de tema histórico y en el que, con reminiscencias de Shakespeare y gran precisión psicológica, trata el tema de la dificultad del ser humano de encontrar su misión en la vida.
Con Brand (1866) y Peer Gynt (1867), dos dramas en verso, Ibsen hace su entrada en la literatura universal. Brand representa la toma de posición apasionada. El predicador Brand es el idealista que lo sacrifica todo en aras de su misión; sus exigencias tienen un carácter absoluto, con un mensaje más contradictorio: ¿es Brand un mártir de la verdad o una víctima de sus propias exigencias inhumanas? Peer Gynt es una leyenda romántica, con rasgos realistas modernos, más audaz que Brand desde el punto de vista teatral; los temas centrales son la duda, la ambigüedad, la huida al mundo de la fantasía; su protagonista es una figura fáustica, a la vez un soñador romántico y un monstruo de egoísmo.
En el decenio de 1870 Ibsen abandona el teatro de ideas por el drama social realista. Su verdadero éxito le llegó con Casa de muñecas (1879), en la que por primera vez aparece la voz auténtica del autor. La obra provocó escándalo por su osada descripción de una mujer que deja su aparentemente idílico matrimonio a causa de su disconformidad con el rol subordinado que le toca desempeñar en él. Es una heroína fuerte e independiente en contraste con un marido débil y aferrado a su rol patriarcal. Pero su tema es también el efecto anquilosante de las convenciones sociales y la necesidad de rebelarse contra ellas a fin de alcanzar la realización personal. Un enemigo del pueblo (1882) describe la lucha de un individuo decidido a revelar la verdad aun cuando ésta amenaza la supervivencia de toda una ciudad y a pesar de que su porvenir y el de su familia están en juego. El tema de la honestidad reaparece en El pato salvaje (1884), pero se trata esta vez de una verdad despiadada, que destruye la vida de una familia. La verdad, parece decir ahora Ibsen, es una droga que, mal administrada, tiene efectos letales. De los destinos de sus personajes, que son gente común y corriente, desprendió conclusiones de una sinceridad brutal, pero también de gran sutileza y, por momentos, de belleza poética, obligando a su público a cuestionar las bases morales de su existencia.
Durante la segunda mitad del siglo XIX, la influencia de Henrik Ibsen alteró sustancialmente el teatro europeo y lo convirtió, del divertimento a que había sido reducido, en lo que fuera para los griegos: un instrumento para examinar el alma.
Ibsen estuvo cinco años empleado como ayudante de farmacia. Quiso estudiar medicina y, según él, malgastó un año en la Universidad. A los 23 años se convirtió en director de escena y escritor para el Teatro Nacional de Bergen. A partir de ahí dedicó todo su tiempo a la literatura y al teatro. En 1864 abandonó Noruega, adonde no volvería en 26 años. Vivió en Italia y Alemania.
Los personajes de su teatro son seres en permanente conflicto, que no saben qué hacer con la vida. Seres de existencia monótona, llena de engaños y falsedades, hombres y mujeres de una doble moral que se hunden en el vacío. Afirmada queda la fama universal de Ibsen como dramaturgo. Pero el genio se complace en los aspectos sombríos de la vida. Sus criaturas pierden humanidad y se debaten en la antítesis entre el ser y el parecer. El ojo inexorable de Ibsen percibe la duplicidad de la naturaleza humana.
Nacido en un hogar protestante, Ibsen confiesa que abandonó la religión a los 30 años. En una carta al dramaturgo Bfarnson predice que “caerán pronto todas las religiones”. Dos de sus obras tratan específicamente el tema religioso: Brand y César y Galilea. En Brand el héroe se rebela contra Dios, sólo para terminar arrollado por una avalancha que lo entierra vivo. César y Galilea representa la eterna búsqueda del hombre empeñado en encontrar la verdad que conduce a Dios, cuando, como escribió el apóstol Pablo, Dios está tan cerca de nosotros como nuestra propia respiración.
El honrado Torvaldo de la Casa de muñecas busca a Dios preocupado hasta la angustia por su salvación, en tanto que Nora espera el milagro de fe. Todos los personajes de Ibsen son portadores de un melodramático vacío espiritual, muertos para Dios, vivos tan solo para la muerte. “La muerte tiene agonías terribles pero muchas veces es dulce, comparada con la vida”, dice el dramaturgo, que todo lo espera de cielo abajo. Para él, como lo expresa en Un enemigo del pueblo, “los locos están en una temida y aplastante mayoría a todo lo ancho del mundo… El hombre más fuerte es aquél que está más solo”. ¡Negros y tristes pensamientos!
Luigi Pirandello le colocaba inmediatamente después de Shakespeare. Y su obra influyó en autores españoles como Benito Pérez Galdós y Jacinto Benavente. Pero la Academia sueca cometió la injusticia de no concederle el Premio Nóbel.
Desde luego hay que remontarse a la época de Ibsen, pero la democracia no puede estar por encima del ser humano. Y en este caso los intereses económicos de unos prevalecen sobre la salud de otros. Da igual que mueran personas si se puede sacar beneficio de un negocio. Es indecente, se trata de una cuestión ética relevante.
Desde luego hay que remontarse a la época de Ibsen, pero la democracia no puede estar por encima del ser humano. Y en este caso los intereses económicos de unos prevalecen sobre la salud de otros. Da igual que mueran personas si se puede sacar beneficio de un negocio. Es indecente, se trata de una cuestión ética relevante.
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