—¿Qué importa que tengas la razón si no tienes el poder?
El doctor Stockmann, descubre que las aguas del balneario de su pueblo –principal atracción turística y motor de la economía local– están contaminadas y son un peligro para la salud. Y denuncia la situación. Pero las fuerzas sociales, las autoridades del pueblo tratan de ocultarlo; se enfrenta a periodistas y al alcalde, su propio hermano, quedándose prácticamente solo en su denuncia, pues la verdad es incómoda o perjudicial para mucha gente. Lo señalan como traidor («enemigo del pueblo»), le dan la espalda y le hacen la vida imposible. Los intereses económicos acaban prevaleciendo sobre la salud...
Esta es la trama de Un enemigo del pueblo, obra de teatro de Henrik Ibsen, el mismo autor de Peer Gynt, Casa de muñecas y El pato silvestre. Una obra política y polémica, sobre la corrupción del poder y la manipulación de los medios informativos al servicio de ese mismo poder. [Reseña AQUÍ. Resumen AQUÍ.]
Extraemos dos importantes conclusiones: la mayoría no siempre tiene la razón («el mal está en el sufragio universal»); y de nada vale tener razón si no se tiene poder.
Ibsen estuvo cinco años empleado como ayudante de farmacia. Quiso estudiar medicina y, según él, malgastó un año en la Universidad. A los 23 años se convirtió en director de escena y escritor para el Teatro Nacional de Bergen. A partir de ahí dedicó todo su tiempo a la literatura y al teatro. En 1864 abandonó Noruega, adonde no volvería en 26 años. Vivió en Italia y Alemania.
Los personajes de su teatro son seres en permanente conflicto, que no saben qué hacer con la vida. Seres de existencia monótona, llena de engaños y falsedades, hombres y mujeres de una doble moral que se hunden en el vacío. Afirmada queda la fama universal de Ibsen como dramaturgo. Pero el genio se complace en los aspectos sombríos de la vida. Sus criaturas pierden humanidad y se debaten en la antítesis entre el ser y el parecer. El ojo inexorable de Ibsen percibe la duplicidad de la naturaleza humana.
Nacido en un hogar protestante, Ibsen confiesa que abandonó la religión a los 30 años. En una carta al dramaturgo Bfarnson predice que “caerán pronto todas las religiones”. Dos de sus obras tratan específicamente el tema religioso: Brand y César y Galilea. En Brand el héroe se rebela contra Dios, sólo para terminar arrollado por una avalancha que lo entierra vivo. César y Galilea representa la eterna búsqueda del hombre empeñado en encontrar la verdad que conduce a Dios, cuando, como escribió el apóstol Pablo, Dios está tan cerca de nosotros como nuestra propia respiración.
El honrado Torvaldo de la Casa de muñecas busca a Dios preocupado hasta la angustia por su salvación, en tanto que Nora espera el milagro de fe. Todos los personajes de Ibsen son portadores de un melodramático vacío espiritual, muertos para Dios, vivos tan solo para la muerte. “La muerte tiene agonías terribles pero muchas veces es dulce, comparada con la vida”, dice el dramaturgo, que todo lo espera de cielo abajo. Para él, como lo expresa en Un enemigo del pueblo, “los locos están en una temida y aplastante mayoría a todo lo ancho del mundo… El hombre más fuerte es aquél que está más solo”. ¡Negros y tristes pensamientos!Luigi Pirandello le colocaba inmediatamente después de Shakespeare. Y su obra influyó en autores españoles como Benito Pérez Galdós y Jacinto Benavente. Pero la Academia sueca cometió la injusticia de no concederle el Premio Nóbel.
Todo Ibsen es la culpa, el pecado y la mentira. El gran teatro del mundo se abre y nos hallamos frente a personajes con muy complejos –y en ocasiones inexistentes– códigos morales, enfrentados a una sociedad que los pervierte.
Cada una de las obras termina por apuntar conceptos alzaprimados a las más altas cimas filosóficas y metafísicas, más que a las de un mero juego dialéctico. Desde el inicio de su autoría, Ibsen refiere conceptos e ideas éticas tales como justicia e injusticia, poder y sometimiento, libertad y represión, verdad y auto-engaño, determinismo y libre albedrío, lo Dionisíaco (en valores nietzscheanos) y los deberes morales universales (en la teoría kantiana).
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| Henrik Ibsen en el Grand Café, Edvard Munch |



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Es una obra muy interesante. Puede ser vista como una muestra de los defectos de la democracia, que es el mejor de los sistemas, por lo menos de lo conocidos, pero que también tiene sus fallos. Nada es perfecto, el ser humano tampoco, y por lo tanto todo sistema es y será imperfecto. La perfección no existe, o es inalcanzable. Se trata de buscar lo mejor de lo posible.
ResponderEliminarDesde luego hay que remontarse a la época de Ibsen, pero la democracia no puede estar por encima del ser humano. Y en este caso los intereses económicos de unos prevalecen sobre la salud de otros. Da igual que mueran personas si se puede sacar beneficio de un negocio. Es indecente, se trata de una cuestión ética relevante.
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