La viruela, enfermedad
infecciosa grave, potencialmente mortal, causada por el variola virus, se tiene hoy por una plaga del pasado, pues la
OMS la considera erradicada del mundo desde 1979 (el último caso se registró en Somalia en 1977). Proveniente del latín varius (variado, variopinto), su nombre se refiere a abultamientos en
la cara y el cuerpo que presentan los individuos infectados. Un nombre que
infundía terror, que provocó epidemias devastadoras y una alta tasa de
mortalidad. Se transmitía por gotitas de saliva, como otros virus, por fluidos
corporales u objetos contaminados. La vacunación supuso una bendición, hasta suspenderse
con su erradicación.
Los primeros síntomas de la viruela consistían en fiebre, malestar, cefalea, dolor corporal y vómitos. Después aparecían máculas rojas en la boca (lengua y mucosa
oral), que se ulceraban, y una erupción cutánea
que se extendía desde la cara y las extremidades a todo el cuerpo, en forma de abultamientos
(pápulas, nódulos) que después se llenaban de líquido espeso y turbio, formando vejigas
purulentas (pústulas) con una depresión central, y finalmente, al liberarse el
líquido que contenían, se formaban costras, quedando como secuela cicatrices residuales.
[Nota.- No hallando una completa descripción
convincente, he tratado de hacer una síntesis que no sé si es la más apropiada.]
La viruela se presentaba en dos formas clínicas: viruela mayor, la forma grave y más común (a su vez con cuatro variantes: común, modificada, lisa y hemorrágica); y la viruela menor, menos frecuente y mucho menos grave.
No había tratamiento curativo.
Tras algunas experimentaciones previas, fue Edward Jenner (1749-1823), un médico
rural inglés, quien desarrolló la vacuna
antivariólica en 1796 –en un tiempo en el que la viruela era epidémica– a partir de un ensayo: tomó una muestra de pus de
una pústula de la mano de una vaquera y se la inoculó a un niño de 8 años, que
presentó malestar durante unos días sin desarrollar la enfermedad; posteriormente lo sometió al procedimiento de variolización y el niño no tuvo ningún síntoma, demostrando así
el efecto protector de la vacuna (nombre proveniente de las vacas como animales
decisivos en el descubrimiento). Se había observado que las mujeres que ordeñaban las vacas solían ser inmunes a la viruela, y Jenner postuló que el contacto con el pus de las ampollas de las vacas, que contenían el virus de la viruela bovina, las protegía. De este modo Jenner abrió las puertas a otras
vacunaciones, por lo que su figura es muy relevante en la Historia de la
Medicina, siendo considerado «el padre de la inmunología». Por otra parte, Jenner amaba la naturaleza y la música, y se le conocía como sabio-poeta por expresarse a través de la poesía; en consecuencia, era un médico humanista.
Edward Jenner inyectando la primera vacuna contra la viruela
al niño James Phipps en 1796 |
Espero que algún día la práctica de contagiar la viruela vacuna a los seres humanos se extienda por el mundo —cuando llegue ese día, ya no habrá más viruela—. Edward Jenner
Primeramente, cada país desarrolló sus propias campañas de
vacunación contra la viruela*. Y en 1959 la OMS aprobó una propuesta de campaña
global para erradicar la enfermedad, que entonces afectaba a cerca de dos
millones de personas cada año. Acabó dando su deseado fruto, pues se logró el objetivo previsto.
Pero aún hubo que lamentar una muerte accidental en 1978, la de una mujer
médico en un laboratorio de Gran Bretaña, por mala manipulación del virus. Por
otra parte, hay cierta preocupación por mantenerse criogenizadas dos muestras del
virus, una en Rusia y otra en Estados Unidos. Y aunque se ha propuesto eliminar
dichas muestras oficiales, ante el riesgo de liberación del virus (tengamos en
cuenta que los seres humanos ya han perdido la inmunidad al virus y la memoria
genética), y sobre todo por temor al terrorismo biológico, se preservan para futuras investigaciones, por haber quedado incompleta
la comprensión de su ciclo biológico.
*Debemos recordar la Real Expedición Filantrópica de la Vacuna (Expedición Balmis), emprendida por España (1803-1806) y encabezada por Francisco Javier Balmis (1753-1819), cirujano y médico militar español, y considerada la primera expedición sanitaria internacional de la historia. Un grandioso hito.
El poeta Curros Enríquez hace referencia a la viruela en su
poema ¡Ai! (¡Ay!), que el compositor José Baldomir musicó en forma de
lied -o melodía gallega- con el título ¿Cómo foi? (¿Cómo fue?). En el poema, un padre se lamenta
de la muerte de un hijo, víctima de la viruela (negras vejigas, “negras vixigas”). Mayor es el
dramatismo cuando se sabe que el padre es el propio poeta y la víctima su
pequeño hijo.
Como foi - José Baldomir
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SOBRE VACUNAS Y VACUNACIÓN
Desde el hito de Eward Jenner, en 1796, ha sido largo el camino en el desarrollo de vacunas y exitoso al disminuir sobre todo la mortalidad infantil y las secuelas derivadas de enfermedades infecciosas. Además de la viruela, pensemos en el sarampión, la polio, la difteria, la tos ferina –o pertussis–... Podemos hablar por ello de dos eras en la historia de la medicina: era prevacunal y era postvacunal.
Historia de las vacunas –Asociac. de Enfermería Comunitaria
Vacunas –MedlinePlus
>Muy bueno!!
ResponderEliminarGracias, amigo David.
EliminarUn saludo.