miércoles, 14 de agosto de 2024

Entre dos lirios (comedia sanitaria): Acto I, 1-3


ACTO I

ESCENA PRIMERA
Dr. GAMIR, OBDULIA, EMILIA
En el consultorio rural del Dr. GAMIR, en Balobia, pueblo cercano a la ciudad de Vizana. Su sala de consulta, decorada con varias láminas anatómicas y un par de cuadros pictóricos, está compuesta de una mesa de despacho, dos sillas, una camilla de exploración y aparatos médicos comunes. Hay dos puertas colindantes: una que da acceso a la consulta de enfermería y otra que comunica con la sala de espera. El joven Dr. GAMIR, de veintiocho años de edad, con bata blanca y el estetoscopio al cuello, está atendiendo a una paciente habitual de sesenta y tantos.

Dr. GAMIR. (Viendo los análisis de la paciente.) Señora Obdulia, tiene el azúcar alto y las grasas por encima de lo aconsejable. ¡Igual que siempre! Le recomiendo que haga dieta y ejercicio para bajar de peso. Le sobran unos kilitos. Los medicamentos no bastan. Debe esforzarse, poner un poquito de voluntad.

OBDULIA. (Poco convencida.) De acuerdo, don Gustavo, pero... Y si pudiera darme este medicamento. (Echa tímidamente en la mesa un envase de cartón.) Me lo recomendó Amparo, mi mejor amiga. A ella le fue de maravilla para adelgazar.

Dr. GAMIR. Ya le dije la vez anterior que no es apropiado para usted. Lo que necesita es cambiar sus malos hábitos por otros saludables. De ese modo disminuirán tanto la glucosa como los lípidos. Ya ve cómo andan disparados últimamente.

OBDULIA. (Con fingimiento.) Si ya hago la dieta… y camino bastante.

Dr. GAMIR. (Se levanta y se dirige a la puerta de la sala contigua.) ¡Emilia! Hazme el favor, ven un momento si no estás muy ocupada.

EMILIA. (Acude sin demora y saluda a OBDULIA.) Dígame, doctor Gamir.

Dr. GAMIR. Quería saber si Obdulia ha estado en tu consulta. En concreto, para controlar el peso y establecer una dieta hipocalórica.

EMILIA. Ya hace varios meses que no la veo. Antes venía a mirar la tensión; la tenía un poco alta. Le di las recomendaciones habituales y no volvió.

OBDULIA. Es que el peso lo controlo en casa…, y a veces en la farmacia.

Dr. GAMIR. ¡Gracias, Emilia! Sólo era eso. (EMILIA se despide y vuelve a su consulta.) Pues nada, señora Obdulia, haga usted lo que crea más oportuno. Pero mi consejo, sin pretender ser paternalista, sigue siendo el que le he dicho. A ser posible, pida cita con Emilia para que le haga un seguimiento más completo. Sería adecuado que viniese dentro de un par de semanas, a primera hora, en ayunas, para medir la glucemia. Y confíe en la enfermera.

OBDULIA. (Algo cariacontecida.) Está bien, don Gustavo. Pediré una cita con Emilia. Cambiaré mis hábitos y tomaré sólo los medicamentos que usted me indique. Le prometo que a partir de ahora haré lo que me diga. (Se levanta y sale un tanto avergonzada.)


ESCENA SEGUNDA
DORINDO, Dr. GAMIR
Accede otro paciente desde la sala de espera.

DORINDO. ¡Buenos días, don Gustavo!

Dr. GAMIR. ¡Hola, Dorindo! ¿Qué tal? (Después de saludarlo, comprueba en su ordenador los datos de la última visita de este hombre, que trabajó como picapedrero.)

DORINDO. Me encuentro mejor desde que comencé con el inhalador. Y he logrado dejar de fumar. Eso sí, gracias a la terquedad de Lola. Mi mujer es muy tozuda, ya sabe usted.

Dr. GAMIR. ¡Enhorabuena! Dejar el tabaco es lo más importante. Pues vamos a ver cómo están esos bronquios. Siéntese en la camilla y desvístase de cintura para arriba. 

DORINDO se va hacia la camilla, se descubre el torso y se coloca en sedestación, preparado para la exploración clínica. El galeno se levanta y se coloca el estetoscopio en forma adecuada para la auscultación.

DORINDO. Ya no siento la falta de aire que antes sentía. No echo por las mañanas aquellos esputos gordos y amarillos. Y ahora duermo bastante bien por las noches.

Dr. GAMIR. (Después de auscultar al paciente.) Esto está mucho mejor. Ya no se escuchan los pitidos y el aire se mueve aceptablemente.

DORINDO. (Vistiéndose la camisa.) No le he oído bien; tantos años de picapedrero y barrenero me han producido esta odiosa sordera. Hábleme un poco más alto, por favor.

Dr. GAMIR. (Elevando el volumen de su voz.) ¡Que lo veo muy bien, Dorindo!

DORINDO. ¡Qué alegría me da, don Gustavo! ¡Qué alegría!

Dr. GAMIR. (Sentado en su mecha de despacho.) Vamos a anotar aquí esta mejoría y voy a pedirle a Emilia que lo cite para repetir la espirometría. Así sabremos objetivamente cuál es el nivel de mejora. Pero… (Hablando todavía más alto.) Haber dejado de fumar es lo principal, Dorindo. ¡Le felicito! Con la neumoconiosis, digo, con el polvillo que ha inhalado trabajando en las canteras, ya tenemos bastante que limpiar.

DORINDO. Sí, tragué mucho polvillo trabajando en el granito durante treinta años. Llegué a expulsar esputos negros y a sentir mucha angustia por la falta de aliento.

Dr. GAMIR. Entonces, ya que la cosa va tan bien, vamos a seguir con el mismo tratamiento broncodilatador. (Le proporciona la medicación precisa para unos meses, activándola de modo electrónico: tecleando en el ordenador.) ¡Ya están activados los medicamentos! Siga la misma pauta… Y, por cierto, salude a Lola de mi parte.

DORINDO. Le serán dados sus saludos, don Gustavo. ¡Ah!, y no deje de venir el último domingo del mes a comer a casa. Ya sabe que está invitado, y su novia Sonia también.

Dr. GAMIR. Si no tengo ningún contratiempo, acudiré sin falta. Acudiremos… ¡Hasta la vista, Dorindo! ¡Y cuídese! (Se despiden con un apretón de manos.)


ESCENA TERCERA
Dr. GAMIR, EMILIA
Después de haber visto a todos sus pacientes, treinta y siete en total, el Dr. GAMIR permanece unos minutos meditabundo en el despacho. Espera la llegada de una estudiante de medicina. Tiene pendientes varios informes, que piensa dejar para mañana, y dos visitas domiciliarias, que hará por la tarde. Y mientras habla para sí, emitiendo su voz estos pensamientos, entra EMILIA

EMILIA. Me voy a hacer un par de curas y a administrar un tratamiento parenteral.

Dr. GAMIR. Vale, Emilia. Estamos en contacto.

Sale EMILIA y se queda GUSTAVO, ensimismado con sus sonoras reflexiones. La vida en Balobia suele llevar un ritmo tranquilo; este pueblo del interior vive alejado del bullicio de la industrial Vizana, la pujante ciudad marítima en la que nació el galeno. Pero la población está cada vez más envejecida y, en consecuencia, los enfermos crónicos van en aumento, un hecho constatado con más fundamento por el veterano Dr. RILKE. Así que también las descompensaciones de las enfermedades son más frecuentes que en tiempos pretéritos, cuando la atención médica no era tan rigurosa. Ahora las expectativas de los pacientes son mayores, confían en una pastilla para cada síntoma y muchas veces esperan milagros imposibles. Y al mismo tiempo, los políticos se cuestionan la sostenibilidad del sistema de salud.
___
(Continuará)

‘‘Méditation’’ de la ópera Thaïs de Jules Massenet

2 comentarios:

  1. Interesante y ameno relato, amigo Jose Manuel, y que podría servir de guion para una película significativa pues capta rápidamente la atención.
    Realmente nuestro trabajo seguramente daría para muchas, por las circunstancias que confluyen, que siempre son radicalmente humanas.
    Y aunque ya hubo una serie de televisión en torno al médico de familia, no es lo mismo que expuesto desde quien lo ha vivido desde dentro, lo que añade más valor de Verdad.
    Por lo demás, amigo Jose, no deja de sorprender la creatividad que has recibido y cultivado, y sobre todo que compartes. Gracias, un cordial abrazo

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    1. Me alegro de que te guste, amigo Juan. No sé si esta comedia será representable, y menos si tiene posibilidad de adaptación cinematográfica. Primero habría que comprobar su aceptación como obra teatral. Dudé en su edición bloguera, pero al hacer una última revisión me decidí a publicarla por entregas, en forma folletinesca. A ver cómo sale...
      Muchas gracias, querido amigo, y un humanístico abrazo.

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