domingo, 18 de agosto de 2024

Entre dos lirios (comedia sanitaria): Acto II, 1-2


ACTO II

ESCENA PRIMERA
Dr. GAMIR, Dr. RILKE
GUSTAVO entra en la Cervecería Abrente, uno de los establecimientos donde habitualmente suele parar. Y al llegar se encuentra con FERNANDO RILKE.

Dr. GAMIR. ¡Hola, Fernando! Me alegro de encontrarte. 

Dr. RILKE. ¿Qué tal Gustavo? ¡Siéntate!

Dr. GAMIR. (Después de hacer señal al camarero de que le sirva lo de costumbre.) Mañana viene mi alumna para comenzar sus prácticas.

Dr. RILKE. Eso está bien. A mi consulta también va a acudir un rapaz que vino a presentarse el otro día. Es raro, porque ahora son mayoría las mujeres que estudian medicina. En el pasado predominaban los hombres; lo habitual era que las féminas estudiasen para ser enfermeras. Hemos ido de un extremo a otro.

El camarero le sirve a GUSTAVO la cerveza que acostumbra a tomar. 

Dr. GAMIR. ¡Gracias, Eulogio!... Respecto a eso, dice Julio, el maestro, que nuestra sociedad se mueve hacia los extremos. Antiguamente era aquello de «la letra con sangre entra», y ahora no le roces un pelo a un chiquillo que te llevan detenido.

Dr. RILKE. Cierto. Tampoco el paciente te discutía un tratamiento y en la actualidad está tan empoderado, e «informado» por el Dr. Google, que tienes que darle mil explicaciones e insistir para que se convenza de que las recomendaciones que le das son las más adecuadas. Tú eres muy joven y no tienes mi perspectiva temporal. No puedes notar este contraste que se ha producido en treinta años.

Dr. GAMIR. Llevo cuatro años aquí, alejado del mar, y año a año noto cambios.

Dr. RILKE. A peor, ¡a que sí! (GUSTAVO asiente.) Es reflejo de los cambios sociales, siguiendo un movimiento pendular. Ahora a todo el mundo le asisten los derechos y son cada vez menos los que sienten la obligación de acatar los deberes. Yo antes tenía la mentalidad abierta hacia la libertad absoluta, creyendo que todo quisque era bueno. A estas alturas estoy desengañado, y aunque no renuncio a mis antiguas ideas, que distan un mundo de las del señor alcalde, por poner un ejemplo, lo veo todo muy diferente. Los jóvenes ya no te muestran respeto y los viejos parecen haberse contagiado de ese desprecio que muestran aquellos a quienes desde la cuna les han dado todo hecho. Que son mayoría. Muchos no dan palo al agua y se creen los reyes del mambo. ¡Apropiados tópicos! Y si por casualidad trabajan, ya están cansados al tercer día. Te vienen a por una baja alegando una lumbalgia o simulando una depresión. Hay demasiados vagos. ¡Qué te voy a contar! Tú lo estarás viviendo en tu corta carrera profesional. A mí ya poco me queda.

Dr. GAMIR. Por mi parte, noto cada vez más personas que te vienen a pedir justificantes para excusarse de cualquier obligación. Es algo que cuesta entender.

Dr. RILKE. Y eso que estamos en un pueblo. ¡Imagínate en la ciudad! A mí me ha venido ayer uno, que llevará un año viviendo aquí, para que le diese un justificante que confirmase que el día anterior se encontraba mal y no pudo ir a trabajar. Ya era la tercera vez en poco tiempo que venía con algo parecido y corté por lo sano. Soy tolerante, pero la comprensión tiene sus límites. Le propuse que hiciese una declaración jurada o acudiese al notario, a ver si, pagando el servicio, le daba fe de que en efecto estaba mal. Ése ya no vuelve con cuentos semejantes, me dije.

Dr. GAMIR. Seguro que no.

Dr. RILKE. Te diré algo en confianza. Este no es lugar ni estamos en un tiempo para hacer dinero. Lo que ha sido una profesión liberal ha pasado a ser un desempeño funcionarial. Ahora estamos supeditados a gestores que siguen dictámenes políticos. Tratan de aparentar nobles deseos de mejorar el sistema público de salud y lo que persiguen es buscar su ruina, para favorecer los intereses de consorcios y entidades privadas, de las que ellos mismos habrán de obtener compensaciones. No nos engañemos, los tiempos en los que el médico tenía un elevado estatus, poder e influencia, han pasado. Tampoco defiendo a los colegas de antaño que engañaban a su clientela para sacarles los cuartos. Aún quedan algunos al estilo de los de la vieja guardia; incluso de los que usan con habilidad la mejor arma del negocio de la salud: el charlatanismo. Me asquean esos galenos engañadores, los charlatanes, los vendedores de humo. Son indignos quienes apelan engañosamente al interés de la medicina, por encima del bien del paciente y en interés propio. Hacer dinero no es mi principal cometido. No. Sin embargo, no puedo callar ante la evidente proletarización a la que nos han condenado. Creo que me queda un poco de dignidad. Y no soy un soñador… Pero a pesar de inconvenientes y sinsabores, aún sigo disfrutando de esta digna profesión. Mantengo el entusiasmo necesario para resistir sin quemarme, como tantos compañeros incapaces de soportar la actual carga de trabajo, sin sustitutos, con recortes, sin derechos, con demasiados ninguneos. No veo un futuro alentador en el campo de la medicina de familia y de la atención primaria en general. (Advierte los ojos entornados de su compañero.) Y no quiero desalentarte, Gustavo. Tienes muchos años por delante, y gente como tú es la que tiene que impulsar una refundación del sistema, para que esto vuelva a encontrar el norte que ha perdido hace mucho tiempo.

Dr. GAMIR. (Con gesto más alegre.) Yo confío en lo que dices, Fernando. También entiendo tu desencanto. Y admiro tu pundonor y tu entrega profesional.

Dr. RILKE. Por cierto, quería proponerte un cambio de guardia para el próximo mes. (Le hace la propuesta concreta y GUSTAVO acepta sin ver inconveniente.) 

FERNANDO le hace saber a GUSTAVO que, pudiendo librar las guardias, por rebasar la edad de cincuenta y cinco años, continúa haciéndolas por solidaridad con los compañeros, para que no se vean sobrecargados, al haber llegado a una situación de escasez de galenos en Hispania. Situación debida a la emigración médica de los últimos años en busca de mejores horizontes profesionales, a otros países europeos e incluso a las antípodas. Después de tomarse otras cervezas y derivar la conversación hacia asuntos no profesionales, tan relajantes como los baños termales, la pesca fluvial o el senderismo, se despiden cordialmente. La admiración que siente el Dr. GAMIR por su veterano colega es reverencial. Cuando llegó a Balobia, el Dr. RILKE le prestó una gran ayuda. Se siente muy agradecido de su generosa actitud y tiene por impagable el conocimiento que le transmitió del medio y de la gente. Y además está fascinado por su inmenso saber médico y su extraordinaria capacidad de comunicación. 


ESCENA SEGUNDA
Dr. GAMIR, Dr. RILKE, CRISTINA
A primera hora, GUSTAVO acompaña a CRISTINA hasta la consulta de FERNANDO, con el propósito de que se conozcan.

Dr. GAMIR. ¡Buenos días, Fernando! Te presento a mi alumna, Cristina Ríos. 

Dr. RILKE. ¡Bienvenida, Cristina! (Le da un beso en cada mejilla.) Estás en buenas manos. Gustavo es un tutor paciente, yo no tanto. (El Dr. GAMIR lo niega con un gesto de desaprobación por su modestia.) Vas a comprobar que aquí hacemos medicina total. Más que médicos generales o de familia, somos «todólogos», especialistas en todo el individuo. Lejos del hospital, estamos preparados para actuar en cualquier circunstancia. Así es la medicina rural, opuesta a la hospitalaria de los «cachitólogos», especializados en un pedacito del saber médico. Quizás ayer ya lo hayas constatado. 

CRISTINA. (Sonriendo por la curiosa descripción que RILKE acaba de hacer.) Sí, ayer he visto que se hace un poco de todo. Y Gustavo me ha puesto al tanto de las actividades que desarrolláis en el pueblo. Muy interesante vuestro trabajo.

Dr. RILKE. Verás con qué facilidad se pasa de la rutina al drama, del cargante papeleo a la emergencia inesperada, de los procesos banales a pacientes con cáncer o enfermedades raras. Te encontrarás con individuos quejicas y con admirables pacientes que llevan una grave enfermedad crónica con dignidad. Bueno, lo irás advirtiendo poco a poco… No sé si Gustavo te ha hablado de las charlas educativas que solemos dar.

Dr. GAMIR. (Adelantándose.) Cristina tiene conocimiento de nuestra labor de educación sanitaria y de todo lo demás. Hasta del cuestionamiento de algunas medidas preventivas de las que tanto hemos debatido. Le he hablado de ello.

Dr. RILKE. ¿Sí? ¿Y qué opinas, Cristina?, en breve doctora Ríos.

CRISTINA. Durante la carrera todo es pura teoría y dogmatismo. Te inculcan eso de que es mejor prevenir que curar, y Gustavo me ha convencido de que no siempre es así. Creo que las prácticas deberían comenzar antes de la licenciatura. Nos abriría los ojos cuanto antes y no nos sorprenderíamos de lo que nos espera al acabar.

Dr. RILKE. Totalmente de acuerdo. En eso coincidimos la mayoría. Sí. Llevamos años instando a cambios en los programas educativos, pero por desgracia no hemos logrado que cambie nada. Todo continúa igual que estaba. La gente sigue saliendo de la facultad sin haber visto un paciente. Desconociendo la realidad social, los problemas de alcoholismo y drogadicción, la soledad de los ancianos, la pobreza... Y cuando un médico joven, recién licenciado o acabada su especialidad de medicina de familia, llega a un pueblo y comprueba que ha de atender sobre la marcha un traumatismo grave, un infarto de miocardio, un ahogamiento o un brote psicótico, navegando en un mar de continua incertidumbre y sin dejar de soportar la carga de un ingente papeleo, puede acabar agobiado y lamentando haber elegido este oficio o satisfecho de su labor y confiando en futuras mejoras asistenciales. Espero que tú, Cristina, sientas satisfacción y confianza.

Dr. GAMIR. (Mirando su reloj.) Va a ser mejor que dejemos de teorizar. Es hora de comenzar la consulta… Pero no veo a tu alumno, Fernando.

Dr. RILKE. Vendrá mañana. Hoy tenía que resolver un papeleo en la Gerencia de Atención Primaria. Aquí los trámites no se simplifican ni con la informatización; no hay manera de que seamos prácticos. En fin… ¡Pongámonos a trabajar!

Dr. GAMIR. ¡Comencemos que ya es hora!

GUSTAVO y CRISTINA salen de la consulta de FERNANDO.
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(Continuará)

Un sospiro, Franz Liszt

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