Déjense mecer por el dueto "Belle nuit", también conocido como Barcarola, de Los cuentos de Hoffmann, de Offenbach, y seguro que sentirán en su espíritu el maravilloso placer de vivir. ¡Escuchen con atención! ¿Quién se puede resistir a semejante belleza melódica? ¿Quién no se deja envolver por la serenidad que transmiten las humanas e instrumentales voces? ¿Quién, con un mínimo de sensibilidad, se atreve a desdeñar el atractivo del fugaz arte supremo? ¿Quién puede dudar ante el influjo de estas sonoridades del poder de la musicoterapia?
(Podría haber traído cualquier otro ejemplo de deliciosa música acariciadora y energética. Aun en el dolor más hondo, el adecuado fluir de las mágicas notas musicales habrá de dejar su relajante impronta y acaso haga aflorar una sonrisa.)
¡Deléitense en la escucha de la música vivificadora!
Déjense arrobar por el femenino dueto: mezzosoprano y soprano...
Y después de escuchar a Elīna Garanča y Anna Netrebko, dispóngase a afrontar una conmovedora reflexión en imágenes, que quizá ya conozcan, sobre el drama del enfermo oncológico. El de una enferma, profesora de literatura inglesa y versada en los poemas metafísicos de John Donne, a la que le comunican el diagnóstico de un cáncer terminal, con todo lo que entraña la comunicación de un diagnóstico potencialmente fatal. Un difícil trago para el terapeuta y un duro golpe para el doliente que se enfrenta a su grave enfermedad. Ante ella, una inesperada vereda hacia la muerte, a través de la cual ha de afrontar, con fortalecido espíritu, el doloroso deambular, mientras llegan algunos ecos de esperanza. Una humana tragedia contra el tiempo, en la que la comedia de la vida se realza y, aun en el sufrimiento, el humor se hace necesario. Una historia ejemplar que muestra la fragilidad de los mortales, válida para iluminar un poco la terrena oscuridad que envuelve nuestras almas, incluso las alegres o extrovertidas. Una angustiosa soledad, entre tantas soledades, terapéuticamente torturada, que precisa del calor humano más cercano, de los allegados y del propio personal sanitario.
Si la música necesita de silencios, aquí los silencios son música. Silencios cuyo vacío acoge el acariciador sonido de una flauta o el estruendo de un golpe de timbal; toda la gama sonora tiene cabida en ellos. Silencios que dicen más que mil palabras.
Asistan, pues, a la valerosa lucha de una mujer (¿sería del mismo modo la de un hombre?), necesitada de amor, del cariño de sus semejantes y del calor de una medicina compasiva. Traten de ponerse en su lugar y si, con solo suponer que se hallan en ese trance, les causa desazón, déjense aliviar por la terapéutica barcarola.
¡Deléitense en la escucha de la música vivificadora!
Déjense arrobar por el femenino dueto: mezzosoprano y soprano...
Y después de escuchar a Elīna Garanča y Anna Netrebko, dispóngase a afrontar una conmovedora reflexión en imágenes, que quizá ya conozcan, sobre el drama del enfermo oncológico. El de una enferma, profesora de literatura inglesa y versada en los poemas metafísicos de John Donne, a la que le comunican el diagnóstico de un cáncer terminal, con todo lo que entraña la comunicación de un diagnóstico potencialmente fatal. Un difícil trago para el terapeuta y un duro golpe para el doliente que se enfrenta a su grave enfermedad. Ante ella, una inesperada vereda hacia la muerte, a través de la cual ha de afrontar, con fortalecido espíritu, el doloroso deambular, mientras llegan algunos ecos de esperanza. Una humana tragedia contra el tiempo, en la que la comedia de la vida se realza y, aun en el sufrimiento, el humor se hace necesario. Una historia ejemplar que muestra la fragilidad de los mortales, válida para iluminar un poco la terrena oscuridad que envuelve nuestras almas, incluso las alegres o extrovertidas. Una angustiosa soledad, entre tantas soledades, terapéuticamente torturada, que precisa del calor humano más cercano, de los allegados y del propio personal sanitario.
Si la música necesita de silencios, aquí los silencios son música. Silencios cuyo vacío acoge el acariciador sonido de una flauta o el estruendo de un golpe de timbal; toda la gama sonora tiene cabida en ellos. Silencios que dicen más que mil palabras.
Asistan, pues, a la valerosa lucha de una mujer (¿sería del mismo modo la de un hombre?), necesitada de amor, del cariño de sus semejantes y del calor de una medicina compasiva. Traten de ponerse en su lugar y si, con solo suponer que se hallan en ese trance, les causa desazón, déjense aliviar por la terapéutica barcarola.
Amar la vida (Wit) – Trailer
Película completa en español AQUÍ
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Muerte, no seas orgullosa, aunque algunos te hayan / llamado
poderosa y terrible, no lo eres; / porque aquellos a quienes crees poder derribar / no mueren...
JOHN DONNE, Muerte, no seas orgullosa
Versada como pocos en los sonetos metafísicos de John Donne y los intrincados vericuetos de la dupla vida y muerte, Vivian Bearing debe enfrentarse de buenas a primeras a un cáncer de ovario avanzado. Inmersa en una vida académica jalonada de logros medulares en su existencia, la enfermedad irrumpe intempestivamente y la traspone desde aquella zona de confort al terreno de las incertidumbres donde los hechos se rigen por designios ajenos a nuestros deseos y especulaciones racionales. Como un aprendizaje física y mentalmente doloroso, la protagonista va tomando conciencia de su enfermedad, el destrato de los médicos para con ella, a la par de efectuar un examen de las decisiones adoptadas a lo largo de sus años, su relación con los demás y la dura lección de empezar a descubrir que ante el momento más trascendente del acontecer humano el andamiaje teórico y su lógica más refinada son insuficientes.
*Bottasso, O. (2020). Amar la vida / Wit (2001); un caso donde el arte de cuidar aparece desdibujado. Revista De Medicina Y Cine, 16(1), 17–23.
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