lunes, 25 de agosto de 2025

Hijos con menor poder adquisitivo que padres


Muchos jóvenes que trabajan son pobres.

Un país donde los hijos tienen menos poder adquisitivo que sus padres cuando tenían su edad, no progresa, retrocede. Expresamos una realidad y hacemos una deducción rotunda. ¿Y a qué es debido el menos poder adquisitivo de los jóvenes actuales? Se habla de una combinación de factores económicos y sociales, determinados por decisiones políticas. Dificultad para encontrar trabajo, bajos salarios en relación al coste de la vida, inflación progresiva, encarecimiento de la vivienda e incluso un mayor consumismo juvenil, merman la economía de los jóvenes y les impiden el ahorro. Además, la mermada capacidad financiera de los jóvenes, que les obstaculiza la independencia de los padres, repercute en la demografía, porque ahora tienen pocos hijos o ni se plantean tenerlos. De modo que a los problemas de los jóvenes para ser independientes y llegar a fin de mes, se une el envejecimiento poblacional por la baja natalidad, poniendo en peligro la estructura social de la sociedad del bienestar. Se habla mucho de sostenibilidad social... Mucho tiene que cambiar todo para no ver el futuro con pesimismo.
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Habrá quien considere si los hijos de hoy son más o menos dichosos que sus padres. Pero ese ya es otro cantar.

Gymnopédie n.º 1, Erik Satie

jueves, 21 de agosto de 2025

Dos médicos, dos realidades


Hablamos de las diferencias entre los médicos de los dos niveles asistenciales en «Médico de familia vs. Médico hospitalario». Pero ahora queremos reflejar un hecho que sirve para ilustrar el diferente grado de dignificación del médico de atención primaria y del médico de hospital, de ambos profesionales de la medicina en el sistema público de salud. Veamos, pues, su diferente realidad. 

Si un paciente llega tarde a la consulta con un especialista hospitalario, debe hablar con su auxiliar para que se lo comunique, por si puede atenderlo. Si sucede lo mismo con un médico de familia, que no cuenta con auxiliar, irrumpe en su consulta para decírselo, presuponiendo que lo atenderá aunque haya llegado tarde.
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Nota. Otra diferencia importante entre el médico de atención primaria y el médico hospitalario es la forma de citación en la agenda médica.

Reality – Smooth Jazz Music

lunes, 18 de agosto de 2025

La sierra incendiada


LA SIERRA INCENDIADA

Los verdes montes serpenteaban
para deleite de los ojos
que en la naturaleza gozan.
La sierra: ¡un don de eternidad!

Así se presentaba ella,
fresca, hermosa, cubierta de árboles
que alegran y procuran vida.
La sierra: ¡un singular edén!

Era refugio de animales
salvajes y hombres no sujetos
por ciudadanas ataduras.
La sierra: ¡espacio en libertad!

Los pájaros allí cantaban,
el lobo dejaba su aullido
y en silencio iban los pastores.
La sierra: ¡música y paciencia!

Y ahora poco queda, nada
del dulce manto vegetal
que el fuego se llevó veloz.
La sierra: ¡un cementerio gris!

Reducida a ceniza, evoco
lo que fue y lloro de impotencia
echando al aire las preguntas.
—¿Por qué? ¿Y cómo resucitarla?

[2022, 1 ago.]
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Poema inspirado en los grandes incendios forestales de la Sierra de la Culebra de junio y julio de 2022, y escrito poco después. Decido publicarlo ahora, este verano de 2025 en que ha vuelto a incendiarse esa sierra de la provincia de Zamora, al parecer por mano humana (¿pirómana, incendiaria, negligente?), en una oleada de incendios forestales que afectan en especial a territorios del noroeste peninsular, sobre todo de las provincias de León y Ourense (aquí con el incendio de Chandrexa de Queixa, calificado como el más grande de la historia de Galicia)*. Las monstruosas llamas dejan destrucción y muertos. Por eso el aire ardiente se llena de lamentos... Pero hay que tomar en serio la prevención, escuchando a agricultores y pastores**, quienes de verdad conocen el medio rural y saben de la incompetencia de los políticos. También hay que escuchar a verdaderos ecólogos. Y mientras nuestros bosques siguen ardiendo, hoy, aunque parezca una broma nos lo recuerda una celebración: el Día Mundial de la Prevención de Incendios Forestales. ¡Ay!, debemos concienciarnos: prevención, prevención y prevención.
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*Posteriormente superado por el incendio de Larouco.
**O siguiendo eficaces formas tradicionales para la gestión forestal, como la «Suerte de pinos» de Soria (recordada en referencia a los incendios AQUÍ ), que confiere derechos a los vecinos, sistema ya usado en tiempos de las cartas pueblas para la repoblación territorial de zonas de interés. [v. La Hispania vaciada]
–Una visión discrepante AQUÍ.
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Nota final. Tras los incendios forestales, conviene prevenir la erosión del suelo –y desertificación– por posibles lluvias torrenciales, mediante diques o barreras.
 
O fogo na floresta – Heitor Villa-Lobos
(De suite A floresta do Amazonas)

jueves, 14 de agosto de 2025

Drama invernal


[Relato]

Soplaba el viento con intensidad inusitada, plomizas nubes cubrían el valle y una niebla de cuento velaba los caminos y las casas. Era una fría tarde invernal de mil novecientos sesenta y ocho (el año del Mayo Francés), callada, lánguida, sombría, desasosegante, intimidatoria, de algún modo revuelta, de esas que invitan a quedarse entre cuatro paredes, al calor de la chimenea. Y así yo lo hacía, al abrigo de la casa de los tíos (ausentes desde el amanecer), donde pasaba tranquilamente el fin de semana, escuchando música y tecleando en un viejo piano que estaba desafinado.

De pronto, petaron a la puerta.

Al abrir, ante mí se presentaba un hombre desconocido –pero cuyo rostro dibujaba una familiaridad entrañable–, con un aura apremiante en torno a su anatómica quietud. Contrariando su actitud corporal, me habló con gran celeridad.

–¡Buenas tardes!, aunque esté de más lo de buenas. Si no me equivoco es la casa de Víctor y Carmen. Y tú supongo que eres Saladino.

Afirmación seca por mi parte y apretón de manos.

–Me llamo Alberto Arosa –continuó hablando–. Soy el hermano mayor de Juan, ese al que llaman El Chispas.

Ahora me percataba de la peculiaridad de sus facciones, marcadas, fuertes, pero nobles y agradables. Y, mostrando ahora mi mejor sonrisa, respondí que sí, que ya veía el parecido con su hermano es increíble. No había duda de su similitud física, realmente asombrosa. Enseguida lo invité a entrar y guarecernos de la helada que estaba cayendo. No quiso sentarse, se le veía apurado. Así que seguimos hablando de pie.

–Es extraño que no nos hayamos visto antes –le dije–. Aunque, si no me equivoco, usted ha estado fuera del país estos últimos tiempos, ¿no es cierto?

–Sí, Saladino, acabo de regresar de Alpesia. Allá dejé dieciocho años de mi vida. Me fui cuando tú... –me miraba a los ojos–. Bueno, no sé si hago bien en tutearte.

–¡Faltaría más! –por supuesto consentí, por mi juventud y porque mi carácter abierto, opuesto a los distanciamientos, facilitaba la cercanía.

Con rapidez, me explicó que se marchara de Balobia cuando Juan y yo éramos unos párvulos. Hacía tanto que era natural que no me acordara. Su presuroso ritmo lingüístico conseguía engancharse en el mío y ya no me iba a abandonar. Y pronto fue al grano. 

–Vengo por mi hermano... He acudido a ti, Saladino, porque Juan ha amenazado con quitarse la vida. Y no parece una simple bravata. Quienes lo tratan, me han dicho que otras veces lo escucharan hablar de suicidio, pero que nunca antes lo habían visto tan desquiciado. Fuera de sí, se ha dirigido al barranco de Salgueira y, al borde mismo, tembloroso por el frío y tambaleante por la ebriedad, permanece apoyado en un arbusto, advirtiendo que se echará al vacío si alguien se le acerca. Bueno, espero que siga allí sin culminar su mala intención. Lleva más de dos horas, sin que sus amigos –supongo que esos que dicen tratarlo lo son– se atrevan a aproximarse. En vano, hemos intentado persuadirle para que desistiera. En último extremo, aconsejado por ellos, he venido hasta aquí. La noche se echa encima y… ¡es capaz de cumplir su amenaza!

–Pues...

¿Qué podía hacer yo ese desagradable día del sesenta y ocho? Conocía bien a Juan, pero llevaba tiempo sin tratarlo. Le habían dicho a Alberto que yo tenía conocimientos médicos, que leía sobre el tema y que podría comprender mejor que los profanos la psicología de un alcohólico. Había acabado el bachillerato, gracias a las becas y a mi propio trabajo complementario, y alternaba en uno y otro oficio, sin suponer que un año después el destino me llevaría a cruzar el mar y a una nueva vida como sanitario; pero de momento sólo tenía un bagaje de conocimientos teóricos, nula experiencia en el trato de enfermos y en el intrincado universo de la mente humana. Y, sin embargo, quizás pudiese decirle algo que lo disuadiese, una palabra clave de esas que figuran en los tratados de psiquiatría, o simplemente adoptar una actitud diferente, fruto de mi posición dominante, que no arrogante, de Esculapio teorizante y practicante en ciernes.

En unos pocos segundos veía medrar la inquietud de Alberto, sus ojos azules brillando por la angustia. No podía permanecer impasible. Así que, presuroso, cogí mi gabardina y salí en su compañía, aquella tarde casi noche, lúgubre, gélida, húmeda, nebulosa, enturbiada aún más por el drama que estaba aconteciendo.


En el coche de Alberto nos dirigimos hasta el referido lugar, a unos diez kilómetros de la casa de los tíos. El hermano de Juan seguía mostrando su temperamento impasible, por más que por dentro, con toda seguridad, los nervios lo estuviesen corroyendo. De camino, mi acompañante me fue explicando cómo había sabido de mi paradero y, de seguido, se fue centrando en la cuestión principal. A la pregunta sobre si había regresado alguna vez a la aldea desde su marcha, me contestó que apenas, que sobraban los dedos de las manos para contar las ocasiones. Que lo había evitado conscientemente, para no sucumbir a la morriña tentadora, esa dichosa debilidad patria que nos esclaviza a los naturales de Breogania. Como pude saber tiempo después, no quería quedar atado al terruño, a la inmovilidad, al atraso, a la incerteza. Comparar Alpesia, un país desarrollado, con Breogania (de la que Balobia formaba parte), cincuenta años por detrás, no dejaba duda de la elección. Sobre todo, tratándose de una persona joven con inquietudes. Cartas a la familia cada vez más espaciadas, la presencia en el funeral de una tía –a poco de irse–, por algunas Navidades, en la boda de su hermana María, y nada más. En resumen, que había vivido casi ajeno a lo que por aquí acontecía. Permanecía soltero, libre, sin emocionales ataduras. Centrándonos en el presente, y en lo que nos incumbía, Alberto hablaba con la premura de un condenado que quiere relatar su existencia en un tris y justificarla. Con cándida simplicidad, le hice saber mi comprensión, nacida de la espontánea empatía, y, sin dilación, me explicó el motivo de su visita.

–Tiene gracia lo de Chispas. Creía que el apelativo se debía a su agudeza y vitalidad hasta que, hace un par de días, mi madre me lo aclaró. Al saber la verdadera razón del sobrenombre, me abatí profundamente. Es cierto que no he tenido la deseable relación con mi hermano, pero lleva mi sangre y me duele que se haya descarriado. Apegado a la bebida, ¡Dios!, a la etílica destrucción. Hoy lo encontré a la puerta de una cantina en un estado tan deplorable que sentí pena, y vergüenza. Llevo aquí una semana y no lo había visto así. Me pregunto si seré yo la causa, si habré vuelto en mala hora, si acaso esté ocupando un espacio que ya no me pertenece.

–Usted no tiene culpa de nada. 

Traté de confortarlo. Le dije que la mayoría de fines de semana que yo pasaba en el pueblo solía verlo en ese estado lamentable, a menudo dando discursos sin tino o cantando obscenas canciones de borrachera, siempre desaliñado, con aspecto derrotado. Peor desde que su novia, Marta, una buena chica, por cierto, lo había dejado. Le dije también que solía hablar de él, empleando el diminutivo de su nombre: «Tito está haciendo fortuna en Alpesia», repetía. 

–Cuando María se casó y marchó a vivir a Vizana, donde yo también resido, creo que sintió el revés de una pequeña derrota, porque, de diferente manera, sus dos hermanos triunfaban y él aguardaba, sin saber qué. La derrota fue total cuando Marta se apartó de su lado; ya comenzara a beber. Quise aconsejarle y me increpó con tal vehemencia que decidí rehuir su compañía. Su trato se ha vuelto muy difícil... Así que usted, Alberto, no tiene por qué atormentarse.

Tras un silencio reflexivo, las circunstancias imponían un ritmo al que Alberto venía enganchado desde antes de sobrepasar el umbral de la puerta de la modesta casa de mis tíos, que como todos los primeros sábados de mes habían ido al mercado ambulante de un pueblo cercano. Su hablar, agradable y musical, corría como en un acelerando. Y sus siguientes palabras prestas fueron éstas:

–Le decía que hallé a Juan embriagado, hecho un guiñapo. Hoy precisamente, que pensaba desplazarme hasta Vizana para visitar a mi hermana, a su marido y a sus dos pequeños, los sobrinos que todavía no conozco. Quise convencerlo para que volviese a casa, pero recibí una respuesta airada, espetándome que la culpa de su desgracia era mía, por haberme marchado al morir nuestro padre. No esperaba una reacción tan violenta por su parte. Esto me hace sentir tan responsable que...

En ese momento, Alberto se mostraba tan consternado que las palabras se le atragantaban. Yo no sabía qué decirle. No son fáciles estas situaciones. Intenté alentarlo de la mejor manera posible, restando importancia a la acusación fraterna.

–No debe afligirse, ni sentirse culpable –le reiteré.

Hizo una mueca, como quien se abochorna y busca un escondrijo inexistente para guarecerse del infortunio, sin desviar la mirada de la carretera, y después, ansiosamente sumido en la inútil búsqueda, con una dicción más pausada y menos musical, dijo balbuceando:

–Tal vez... 

Las palabras del hermano retornado llovían en mi cabeza. Posiblemente, Juan quería huir de una realidad que le hacía sentirse mal, válida únicamente para cultivar unas tierras miserables, casi improductivas. También le habría gustado irse lejos y encontrar un lugar más esperanzador que Balobia, pero la situación de la viuda madre habría influido. Y entre especulaciones y confidencias, llegamos al lugar de Salgueira, y bajamos del auto.


Una multitud se agolpaba cerca de El Chispas. Detrás de éste, el inmenso barranco cortado a pico imponía. Enseguida escuchamos amenazas.

–¡No te acerques, Alberto! –gritó Juan nada más apearse su hermano–. No sé a qué has vuelto. ¡Y tú tampoco, Dino –dijo al verme–, aspirante a matasanos!

El hermano mayor se aproximaba tímidamente, o acaso con la frialdad de un experto rescatador; y yo tras él, mientras El Chispas pronunciaba de viva voz:

–¡Quietos, o me dejo caer!

La réplica me salió espontánea.

–¿Qué ganas con eso?

Y la contrarréplica no se hizo esperar.

–¿Qué pierdo?

Enmudecí por unos instantes, hasta que se me iluminó el adormilado ingenio.

–Pierdes un futuro prometedor. Tu hermano ha venido para quedarse. Desea ayudarte. Me ha dicho que puedes serle de ayuda en el taller mecánico que piensa abrir.

–¡Tonterías! Alberto sabe que no sé hacer nada, excepto golpear la tierra con la azada. Bueno, si me pongo a cantar no lo hago mal del todo. Ahora veréis…

Y comenzó a cantar: «Desde Santurce a Bilbao, vengo por toda la orilla…».

Al entonar esta canción popular, casi me dio la risa. Si me contuve, fue porque las circunstancias eran demasiado serias. Tanto, que él mismo cortó su cántico a poco de comenzar, dejando el melódico relax y retornando a lo más transcendental.

–¡Soy un inútil! ¡No sirvo para nada! ¡Para nada! Y está bien que todos lo escuchéis. Aunque a vosotros, ¡qué os importa mi vida! ¡O mi muerte!

Se estaba hundiendo como el despeñadero, e intenté erguir su espíritu antes de que se desplomase definitivamente con su maltratado cuerpo.

–Estás equivocado, Juan. ¡Nadie es inútil! Todo el mundo puede hacer algo. Y eres todavía muy joven para que te detenga el desaliento.

–¿Juan? ¡Llámame Chispas, que es mi verdadero nombre! –refutó con agilidad, como deseoso de dar a conocer su sobrante energía autodestructiva–. Tú tienes mi edad y estás capacitado para labrarte un porvenir. Yo en cambio no he tenido ocasión de estudiar, apenas leo y escribo con dificultad. Para mí no hay un mañana.

Creí que se desasía del arbusto y sentí un sobresalto. Entonces, nuevas palabras salieron raudas de mi boca, impetuosas como las aguas de una cascada.

–Eso no es motivo para que actúes de modo infantil. Haznos caso, retírate de ahí y deja que te ayudemos. Deseamos tu bien, no debes dudarlo.

–¡No! Lo he pensado detenidamente y no voy a desistir. Prefiero dejar de atormentarme e impedir que mi madre siga sufriendo por mi culpa.

La velocidad de su etílico torrente y su arisca entonación me superaban. No parecía que fuese a arrojar la toalla. Y en un intento desesperado, arremetí verbalmente; lancé mis aguas para reanimar su obnubilado pensamiento.

–¿Y crees que no vas a sufrir más si haces una locura?

Al plantearle este interrogante, giró la cabeza hacia el precipicio, sin que pudiésemos saber si en actitud pensativa o decidida a acabar la función. Y como si la mente de Alberto y la de un servidor se hubiesen coordinado, sin decir palabra, aprovechamos la ocasión para avanzar rápidamente hacia él, con el propósito de sostenerle. Pero Juan se soltó definitivamente, desplomándose al abismo sin emitir el más mínimo lamento de espanto. Apreté los puños y contraje la cara.

Salvo un milagro, la tragedia se había consumado…


El aire escuchó lamentos y gritos de espanto. Nos acercamos todos los presentes, mujeres y hombres del pueblo, al margen de la imponente sima, intentando divisar el cuerpo del infortunado. No se podía esperar nada más que lo peor, su pérdida definitiva. Y he ahí lo inaudito: Juan había quedado retenido, milagrosamente, por los espesos matorrales que crecían en la parte alta de la pared del barranco. Tal vez se hubiese salvado, pensé esperanzado. Parecía estar inconsciente, pero no muerto. De ser así, sería como agua de mayo en pleno invierno.

Anudándome a la cintura la larga cuerda que alguien, previsor, había traído, emprendí el rescate del infeliz. No era novedad para mí salvar grandes desniveles, habituado de siempre a la escalada libre. Y felizmente llegué al punto donde El Chispas yacía inerte. Comprobé que respiraba y que el corazón le latía rítmico. Después lo amarré, con precaución y con la necesaria seguridad, no sin temor de que  nuestro peso hiciese ceder la vegetación. Acto seguido, di orden de que lo izaran lentamente. Tras el exitoso rescate de Juan, los de arriba hicieron lo propio con mi persona.

Todo había acabado felizmente. Juan había vuelto a la vida o, mejor, a la pugna con su dramático sino. Mis tíos habían regresado y temido por el mío; llegaron en el momento justo de mi venida de lo profundo. Nunca olvidaré la expresión sobresaltada de tía Carmen, con la nariz enrojecida, tiritando de frío y de angustia.
……………………………………………………………………………………………................................
Han pasado seis años desde el referido suceso, y desde aquélla Juan es llamado por su nombre de pila, no por su infame apelativo. Abandonó la bebida y se rehabilitó voluntariamente, con inestimable apoyo de familiares y amigos. Superó gran parte de sus temores y llegó a valorarse más favorablemente; en disposición de lograr éxitos y afrontar fracasos, con humana valentía, por fin le halló significado a esta vida sin sentido. En la actualidad es un buen mecánico. Es más, su entusiasmo le ha llevado a realizar algunos estudios; incluso me atrevo a decir que ahora es un hombre culto. Nos une una firme amistad. Y desde mi regreso de Hacubey, donde me formé como practicante (las circunstancias impidieron que llegase a matasanos), solemos vernos, ya en Balobia, ya en Vizana. Recordamos a menudo el día de su extrema desesperación y él me reitera su agradecimiento; sus sinceras alabanzas me turban.

Hace poco me dijo con aire circunspecto:

–Amigo Dino, si vuelvo a tener un tropiezo semejante déjame caer, no me levantes. Ya no sería digno de implorar otra oportunidad.

Y le respondí con seria comicidad:

–No te preocupes. Sé que tu conciencia impedirá que des otro paso en falso. Además, ¡si hasta tienes la Naturaleza de tu parte y te trata con guante de seda!

Le di una palmadita en la espalda, que correspondió. Juan era un hombre diferente. Su sonrisa chispeante (si prefieren, soleada, para eludir equívocos o el chiste fácil), hacía olvidar su dramático pasado. Elevando al cielo nuestros vasos de mosto, brindamos por el amplio futuro, cada vez más alejados de su escabroso pretérito. Y cantamos, con adecuada entonación, para coronar nuestra inefable alegría.

No hay nadie más feliz en el mundo
que nosotros cantando sin temores.
Gozamos de la vida y del amor
y la dicha ya no hay quien nos la borre.

[2017]

Adagio para cuerdas, Samuel Barber

domingo, 10 de agosto de 2025

Alrededor de la pobreza



POBREZA 
 
Al ver sus manos atadas,
liberárselas quisiera;
al ver su triste mirada,
fue mía también su pena.
SEVERINO ABRÉ, Indigente
 
I
Si quien más tiene no es más rico que 
quien menos necesita, este dicho no niega 
la triste realidad de los desheredados.
Y si unos, sin razón, teniendo quieren más,
otros tienen derecho a querer lo preciso.

No olvidamos la paradoja: 
hay pobres llenos de optimismo
y ricos que por nada lloran; es la sonrisa
de aquéllos su mayor riqueza y de éstos
es la insatisfacción su gran miseria.

También hay ricos que malviven pobremente
y pobres que aparentan vivir como pudientes.
Pero pensemos en los que nada poseen,
que ni aparentar pueden, personas maltratadas
por el presente y con futuro opaco. 

Merecen su oportunidad;
es cuestión de justicia, no de caridad santa.
Francamente, las manos pueden dar,
sin fariseísmo o lavado de conciencia,
y así ofrecer con las mejores intenciones.

II 
Cuando alguien se refiere a «esta vida»
es que confía en otra, u otras. (¿Válido consuelo?)
Ser pobres en la tierra
para gozar en las alturas
nos lleva a los espacios de la fe. (¿Acaso basta?)

Lo mismo que leyendo las vidas ejemplares,
los cuentos nos deleitan
con personajes que con poco sobreviven.
Ejemplos que consuelan, y aun alegran
si el final es feliz, porque su suerte cambia.

Volviendo a lo real, centrándonos en eso
que los sentidos nos informan
y el entendimiento nos aclara,
es justo pretender comunidades justas,
soñando un mundo al fin sin pobres.

Ganar por propia mano el sustento
sería el ideal, no habiendo impedimentos.
Pan para todos beneficia a todos.
Sin pobres, ni el poeta tendría que lamentarse
igual que en tiempo de miseria, de mentira y de infidelidad.

[2021, 19 en.]

Pobreza (del film Érase una vez en América), Ennio Morricone
***
Entrada relacionada

miércoles, 6 de agosto de 2025

Al abrigo de la música



AL ABRIGO DE LA MÚSICA

Qué música desnuda, sin palabras…
Despierta en mí un lenguaje silencioso
en su mar discontinuo, sosegado
o tempestuoso. Alteran la emoción
imágenes de tono sonriente
y de llorosa oscuridad. Y brotan
desmesuradas sensaciones
e ideas inefables
en el discurso de las notas bellas
que el corazón encogen y la mente
elevan sin esfuerzo
hasta dorados cielos fabulosos.
La música infinita, tan desnuda,
abriga mi alma desnortada y sola.

[2024, 18 oct.]
____

Debussy: Suite Bergamasque
La Suite Bergamasque toma su nombre de las máscaras de la Commedia dell'Arte di Bérgamo (Comedia del arte de Bérgamo) y está inspirada en las Fêtes galantes (Fiestas galantes) de Paul Verlaine.

lunes, 4 de agosto de 2025

Un sensible ministro de sanidad


Soñé que un ministro de sanidad decía:
—Estoy abierto a todas las ideas inteligentes y constructivas de los profesionales de la salud, con el fin de mejorar sus condiciones laborales y su bienestar, prestando especial atención a su salud mental, en la que también influimos los gestores.

Después –como Antonio Machado–, soñé que soñaba.

My Dream – The Platters

jueves, 31 de julio de 2025

Barco ambulancia

Barco ambulancia

Pregunto por un barco lanzadera para transportar enfermos desde la costa norte de la ría de Vigo, muy poblada pero carente de hospital, a la ciudad de Vigo, al sur; un barco ambulancia que evite el más largo recorrido terrestre y temporal.

Y la respuesta inteligente es ésta:

Se necesita un barco lanzadera que funcione como una ambulancia acuática* para transportar enfermos a través de la ría. Este tipo de embarcación debe estar equipada para brindar atención médica de emergencia en el agua y trasladar a los pacientes a centros de atención médica en tierra. Además, supone disponer de inversión en equipamiento médico y de personal capacitado. 
____
*El barco ambulancia se considera parte de la sanidad marítima, un elemento necesario dentro del ámbito del transporte sanitario marítimo.

The Top 10 Water Ambulance Boats

domingo, 27 de julio de 2025

Música y humor: Perpetuum mobile, Johann Strauss

La música clásica, a veces llamada ‘seria’, no está reñida con el humor. Tenemos los ejemplos paradigmáticos de un cuarteto de Haydn subtitulado «La broma» y de un divertimento de Mozart conocido como «Una broma musical». También hay obras musicales, o partes de ellas, que llevan el título de «scherzo», que en italiano significa broma. Existen piezas jocosas, instrumentales o vocales, desde la música antigua; y pensando en canciones, me acuerdo primero de una de Rossini: el «Dúo humorístico de dos gatos». Algunas composiciones no sugieren su tono humorístico y lo tienen; entre ellas, una que Richard Strauss (quien también dejó una importante muestra en este apartado: el poema sinfónico Las alegres travesuras de Till Eulenspiegel) dijo que le placía en especial un compositor alegre y una de sus piezas breves: ‘‘De todos los dispensadores de alegría dotados por Dios, Johann Strauss es para mí el más entrañable. Admito con gusto que a veces dirigí el Perpetuum Mobile con mucho más placer que muchas sinfonías de cuatro movimientos’’. Bien, pues, escuchemos este sonriente «movimiento perpetuo»...

Dice el director al final: Und so weiter​ (Y así sucesivamente)
***
Sobre música y humor

Sobre Johann Strauss II (1825-1899)
Perteneciente a la musical Familia Strauss, es conocido como el «rey del vals». Johann Strauss padre, el iniciador de la saga, había desarrollado el vals en su forma actual que junto a su amigo Josef Lanner, y el hijo mayor lo llevó hasta su máxima perfección. Sus hermanos Joseph y Eduard también fueron compositores. Pero él se ha llevado la mayor gloria, con títulos tan sonados como los valses El Danubio azul (1867), Rosas del sur (1880), El vals del emperador (1889) o Voces de primavera (1883), y operetas tan populares como El murciélago (1874) y El barón gitano (1885). Fue Jacques Offenbach quien lo animó a que compusiese música teatral. Tuvo dificultades en su juventud, siendo apresado por las autoridades vienesas por tocar en público «La Marsellesa», que encendía sentimientos revolucionarios, pero luego fue ganando fama con sus composiciones y su propia orquesta, ganando gran popularidad, primero en Austria, Alemania y Polonia, y después en Gran Bretaña, Francia, Italia y Estados Unidos. Fue admirado por Wagner, Brahms y Richard Strauss, con quien, pese a su apellido, no tenía relación de parentesco. Su música es interpretada regularmente en el Concierto de Año Nuevo de la Orquesta Filarmónica de Viena, tradición iniciada por el director de orquesta Clemens Krauss en 1939. Una música alegre y sonriente.
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Johann Strauss –Biografías y Vidas
Johann Strauss –Hofburg Orchester
El rey del vals, Johann Strauss –Johann Strauss Conzerte

viernes, 25 de julio de 2025

Madre Tierra



MADRE TIERRA

El término natura inspira lo que empieza,
lo mismo que decir madre naturaleza.
Engendra seres vivos y elementos inertes
o inanimados que no terminan en muertes;
animales y plantas y otros reinos produce,
minerales y físicos fenómenos induce.
(De animales de fábula o escritos literarios,
podemos mencionar algunos de ellos, varios:
zorro, león, hormiga, lobo, cuervo, serpiente…,
permanecen, seguro, vivos en nuestra mente.)
Con ella el ser humano es amable o es rudo,
cuidadoso unas veces, destructor a menudo;
su mirada infantil es cruel o compasiva,
martiriza a los bichos – deja que todo viva.

Yo, en natural prodigio sentido con cariño,
viajo a los años cándidos en la mente de un niño...
Observo boquiabierto que en la sabana inmensa
deambulan y apacientan sobre la yerba densa
manadas de ñus, cebras, jirafas e impalas
bajo implacable sol; arriba extienden alas
buitres carroñeros, confiando en la suerte,
esperando una presa que esté herida de muerte;
siluetas trotadoras, veredas polvorientas,
en un hermoso marco que cierra luchas cruentas;
acacias y baobabs, gigantes de madera
ascienden dominantes sobre la gran pradera;
dormitan los leones, saciado su apetito,
crepúsculo de África es diverso en su grito.

Y en familiar espacio –propia naturaleza–
voy buscando colores con ansia y con destreza;
cerquita de mi casa, pegada a otros hogares,
hallo grillos, lagartos, ranas…; y los azares
me deparan sorpresas: culebras y tritones,
salamandras y mantis, insectos a montones
(entre ellos voladoras libélulas, hermosas,
casi tan delicadas como las mariposas).
Me admiro, ¡oh, Artemisa!, de la diversidad
y brillan mis pupilas con gran curiosidad;
ahí la vida palpita, no distante, a mi lado,
en campos que son selvas, en charcas sin vedado;
no habitan elefantes, no nadan cocodrilos,
pero en mi mar hay peces, delfines y nautilos. 
……………………………………………………........................
Cantando a la mañana, atrás antiguos gallos;
ovejas, cabras, vacas, burros, cerdos, caballos
domésticos… me hablan. Naturaleza mansa
con infantil asombro miro: ella no me cansa;
tampoco la salvaje asusta los sentidos,
y el perro que me ladra aviva mis oídos.
Los ojos inocentes la aprecian en conjunto;
moviéndose amorosos, mar, tierra y cielo junto…
Ya adulto el que fue niño, contempla de igual forma
a esa madre hermosísima. Y la cuida por norma.

[2022, 11 nov.]

Earth

martes, 22 de julio de 2025

Lo que vale un médico


La medicina, en España, se ha convertido en una profesión de desgaste. La vocación, aunque poderosa, no es infinita y se agota cuando no hay reconocimiento y se rompe cuando no hay esperanza de mejora.
Javier Quintero

La profesión médica exige unas cualidades y una entrega personales difíciles de medir con números. Y del mismo modo que el necio confunde valor con precio, podríamos decir que el valor del médico se puede confundir con sus notas o calificaciones estudiantiles. De esto y de la medicina como carrera de obstáculos trata el artículo «Cuando la sanidad cada vez cuesta más, pero el médico vale menos», del psiquiatra Javier Quintero. Valgan algunos extractos significativos.
Ser médico se ha convertido en un acto casi heroico. No solo porque exige una entrega personal absoluta, sino porque el sistema parece diseñado para poner obstáculos en cada etapa del camino.
El acceso a la carrera de Medicina exige unas notas de corte absurdamente altas.  Reducimos el acceso a una profesión profundamente humana, a una cuestión exclusivamente numérica. 
Una vez dentro, el estudiante se enfrenta a una carrera universitaria de seis años, exigente, técnica y compleja, que le va a requerir largas horas de estudio. 
La presión no cesa, y se instala el miedo al MIR, ese examen que determinará no solo el acceso a la especialidad, sino también dónde vivirá, qué hará durante los siguientes cinco años y, en buena medida, el futuro profesional. 
La residencia es otra etapa de altísima exigencia, con la falsa promesa de un futuro mejor. El residente no es un estudiante, sino un médico en formación que asume responsabilidades, atiende pacientes... Sin embargo, sus condiciones salariales…
Tras los cinco años de residencia, el médico se convierte en “facultativo especialista”, accediendo con suerte a una plaza interina en el sistema público de salud. 
El artículo habla también del borrador de un nuevo Estatuto Marco (general para todos los profesionales sanitarios, no específico para los médicos), que no resuelve los problemas estructurales y, para colmo, introduce nuevas limitaciones administrativas y agrava la rigidez del sistema. De modo que no sorprende la emigración de cada vez más médicos españoles a países donde son valorados. Y concluye que la medicina no puede seguir siendo una vocación castigada, porque algún día los enfermos se encontrarán solos, sin nadie que los cure

En fin, un médico necesita muchos años de formación, entra tarde al mercado laboral, le cuesta adquirir una plaza estable en el sistema público de salud y su remuneración en España es ridícula para su categoría profesional y grado de responsabilidad, de modo que no extraña que muchos galenos se vayan al exterior.

Éxodo de médicos españoles

miércoles, 16 de julio de 2025

Sobre «Amor, conveniencia y eugenesia»

 
Cuando Gregorio Marañón escribe Amor, conveniencia y eugenesia se refiere al matrimonio y la prole. Desmonta la creencia popular de que la felicidad conyugal descansa en la peana del amor (mejor digamos enamoramiento). Al contrario, entendemos que el «contigo pan y cebolla» le resulta una frase insensata del refranero español, pues conduce al «esquema ideal que ha servido de argumento a tantas historias, a tantos poemas…, y de prólogo a tantas tragedias». (...) Sin rodeos, escribe que «el instinto es fundamentalmente anti eugenésico», esto es, que del matrimonio por enamoramiento, del flechazo sin más, no nace muchas veces una descendencia física y psíquicamente sana. Además, la atracción originada en el instinto tampoco desemboca en la felicidad conyugal salvo excepciones. Acude a Schopenhauer, quien citaba en castellano: «El que casa por amores ha de vivir con dolores».
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Una antigua reseña al libro de Marañón AQUÍ.

En el índice del libro podemos comprobar que Marañón trata sobre muchos temas en diferentes capítulos.



Añadimos un breve vídeo sobre la eugenesia (estudio y aplicación de las leyes biológicas de la herencia orientados al perfeccionamiento de la especie humana [RAE]), «desde su origen en el siglo XIX con la intención de mejorar la salud pública, hasta los debates éticos actuales con la edición genética».

Eugenesia: ¿Qué es y por qué es tan controvertida?

[Malthuianismo como primera eugenesia]