martes, 8 de junio de 2010

Robert Schumann, el poeta de la música


No puedo disimular mi querencia por Robert Schumann (1810-1856), uno de los gigantes del Lied, forma musical que dominó de tal manera que la altísima calidad de su producción liederística le bastaría para proporcionarle un lugar privilegio en la historia de la música. Pero Schumann no es solamente un compositor de canciones, ya que llegó también a alcanzar excelencia compositiva en la música para piano, en la de cámara e incluso en la orquestal, a menudo injustamente minusvalorada. En su obra creadora, de extraordinaria calidad, hay una indudable relación entre música y literatura. Nacido en la ciudad alemana de Zwickau, en Sajonia, el 8 de junio de 1810, fue el último hijo en una familia de cinco hermanos. Hoy se cumplen doscientos años de su natalicio, lo que nos sirve de excusa en esta bitácora para recordarlo nuevamente.


Apuntes biográficos

Schumann es un digno representante del Romanticismo musical, con todo lo que entraña de apasionamiento, hipersensibilidad y dramatismo; incluso con la tragedia, que envolvió los momentos finales de su vida. Seguramente su personalidad haya quedado marcada por la experiencia literaria de su infancia, al haber tenido al alcance desde temprana edad las grandes obras de los escritores románticos (Byron, Goethe, Schiller, Hoffmann, Richter…), gracias a la profesión de su padre, August Schumann, que era librero y editor. Con su apoyo, comenzó estudios de piano a muy temprana edad, demostrando poseer grandes dotes musicales y manifestando precozmente una vena creadora, al componer sus primeras piezas sonoras a los siete años. En su infancia y adolescencia también escribió poemas y ensayos (a los 14 años escribió un ensayo sobre la estética de la música), compartiendo su interés por las letras y las notas musicales. En la paz de los bosques que rodeaban Zwickau, se entregaba a la lectura, identificándose especialmente con la obra del poeta Johann Paul Friedrich Richter.

Tuvo dudas en cuanto a la dedicación a la literatura o a la música, pero en 1828 (año en que conoció al poeta Heinrich Heine en Munich), inició la carrera de Derecho por deseo expreso de su madre, ya muerto el padre dos años antes; inició los estudios de leyes en Leipzig y los continuó en Heidelberg. Pero Robert no estaba por la labor y dejó los estudios universitarios en beneficio de las sonoridades. De niño había quedado maravillado al escuchar al virtuoso del piano Ignaz Moscheles (1794-1870) en Karlsbad y, más tarde, sintió un mayor impulso musical con las composiciones de Franz Schubert (1797-1828) [‘‘El músico más poético que jamás haya existido’’, según Franz Liszt.] y Felix Mendelssohn (1809-1847). También había quedado fascinado al asistir en Frankfurt a una ejecución del violinista diabólico: Nicolo Paganini (1782-1840). Ya no le quedaban dudas. En 1830, a los veinte años, decidido por la música y deseoso de convertirse en un gran concertista de piano, regresó a Leipzig a perfeccionar sus estudios con el gran profesor Friedrich Wieck (1785-1873), padre de su futura esposa. A esa edad ya iniciaba la composición de la delicada obra para piano Papillons, opus 2.

Y por esta época, asistimos al primer drama schumanniano. El joven Robert se había esforzado intensamente para perfeccionar la técnica pianística, pero una grave lesión en su mano derecha le impidió convertirse en el gran virtuoso del teclado que había soñado. Según parece, se produjo una lesión tendinosa permanente del cuarto dedo o anular, al tratar de fortalecerlo y conseguir su independencia mediante ligaduras (o, según versiones, un artilugio mecánico) durante sus ejercicios en el teclado, desgracia que lo obligó a dejar una prometedora carrera pianística con sólo 21 años. Otra teoría, menos aceptada, achaca la lesión a los efectos secundarios del tratamiento con mercurio para una supuesta sífilis (antiguamente se usaba tal elemento químico para tratar esta enfermedad de transmisión sexual o venérea, hasta el punto de que corría un dicho: “Una noche con Venus y una vida con Mercurio”). Desde entonces se entregaría de pleno a la composición, formándose teóricamente para ello con Heinrich Dorn, director de la ópera de Leipzig.

El segundo drama vendría por el enamoramiento y la petición de mano de la hija de su profesor, Clara Wieck, por quien sentía atracción desde que residía en su casa. Corría el año 1836 y ésta era todavía una adolescente de dieciséis años, por lo que el padre rechazó su pretensión, temeroso de que se viese truncada la carrera pianística de su hija, o tal vez barruntar la soledad en su condición de viudo. Friedrich ya había desaprobado la relación con anterioridad, procediendo a enviar a Clara a Dresde y prohibiéndole todo contacto con Robert, lo que no impidió que los jóvenes se carteasen, e incluso que Clara volviese a finales de 1837 a Leipzig para interpretar en concierto una obra de su amado: Estudios sinfónicos (durante el noviazgo ya había compuesto otra obra fundamental para piano: Carnaval). Pero al cabo de cuatro años de encuentros furtivos, disputas, tensiones y procesos judiciales, los dos enamorados se casaron, el 12 de septiembre de 1840, justo la víspera del vigésimo primer cumpleaños de ella.

Clara Wieck se convirtió así en Clara Schumann. Ese año, Robert Schumann compuso casi ciento cincuenta canciones, incluyendo sus principales ciclos o Liederkrais: Liederkrais Op. 24, Myrten (Mirtos), Liederkrais Op.39 y Frauenliebe und Leben (Vida y amor de una mujer). Cabe señalar que Clara también tocaba el piano, que fue una niña prodigio y que llegó a ser una extraordinaria concertista, renombrada internacionalmente y considerada la mejor intérprete del siglo XIX. Si en este sentido el anhelo del esposo no había sido materializado, el virtuosismo de su mujer compensaba esa carencia; además, ella habría de ser el mayor estímulo creativo del compositor, impulsándolo a adentrarse en las grandes formas sinfónicas. Eran una feliz pareja de músicos, establecidos en Leipzig.


El matrimonio Schumann entabló amistad con otro genio de la música: Franz Liszt (1811-1886), que habría de interpretar obras de Robert. Y éste continuó libremente su labor creativa hasta 1843, componiendo la Sinfonía nº 1 “Primavera”, la Sinfonía nº 4 (ésta curiosamente datada antes que las nº 2 y nº 3) y el Quinteto para piano, entre otras obras. Con todo, hubo tormentas conyugales –según parece engendradas en el celo profesional, por la mayor fama de Clara–, que no transcendieron. Y llegó la reconciliación con el viejo profesor Wieck. Robert y Clara conocerán a otro genial compositor: Héctor Berlioz (1803-1869), antes de dar comienzo una gira europea en 1844 que finalizará en San Petersburgo. De vuelta en Leipzig, nuestro compositor se entregó a una febril labor creativa que acabó en una terrible crisis nerviosa, con pesadillas, delirios y vaivenes anímicos. En pleno desequilibrio emocional, Clara supo convencer a su marido para retirarse a la campiña de Dresde, en cuya quietud compuso otras grandes obras, entre ellas el Concierto para piano y la Sinfonía nº 2. En la ciudad sajona conoció a otro monstruo de la música: Richard Wagner (1813-1883), de cuyas ideas discrepó.

El tercer drama de Schumann deviene de crisis como la referida, de los desequilibrios mentales que tantos ríos de tinta han generado (yo mismo he participado, dentro y fuera de la Red, en interesantísimos debates sobre esta cuestión crucial en la vida del compositor). Ya tratamos aquí esta cuestión, en el ciclo "Grandes compositores y desequilibrio emocional". Podríamos resumir los hechos más trascendentes en la vida del compositor (no coincidentes en todas sus biografías): el suicidio de su hermana Emilia (1826); la muerte repentina de su padre por un padecimiento nervioso (mismo año, poco tiempo después); la propia lesión tendinosa del dedo ya referida (1830); la muerte de su hermano Julius a los dieciséis años y de su cuñada Rosalie, que fuera su amor platónico (ambos en 1833, víctimas de una epidemia de cólera); la muerte de su madre (1836); la muerte de su hermano Esteban (1839), días después de escuchar en el campo un misterioso coral de trompetas que interpreta como premonición; y entre tanta necrológica las diversas crisis nerviosas padecidas en medio de la felicidad conyugal.

Ya desde la infancia había mostrado un comportamiento hipersensible y en la vida adulta, como romántico, se sintió fascinado por la idea del alter ego u otro yo. Se expresaba en él una personalidad dual, cambiante según el momento y el estado de ánimo. A este respecto, cabe decir que Schumann se inventó dos personajes, Eusebio y Florestán, que simbolizaban las dos facetas de su personalidad: una soñadora y apacible, otra enérgica y vehemente. Con eses nombres firmó en 1837 Davidsbündlertänze (Danzas de La Cofradía de David), y también algunos artículos en su faceta de crítico musical. Publicaba en la revista que había fundado en 1834: Die neue Zeitschrift für Musik (Nueva revista para la música).

A pesar de su inestabilidad emocional, Schumann se nos presenta como un hombre amistoso, generoso y nada dado a rivalidades entre músicos, aplicándose en su labor crítica con una intención constructiva. Su afabilidad parece estar fuera de duda, por lo que no resulta extraño que tras conocer personalmente a Mendelssohn éste le ofreciera en 1843 la plaza de profesor de piano y composición en el Conservatorio de Leipzig, que él mismo fundara. Schumann aceptó el cargo, pero al año siguiente, tras un viaje a Rusia, entró en una fase depresiva y decidió trasladarse a Dresde –supuestamente “para abrirse nuevos horizontes”–, ciudad en la que sufrió nuevos accesos nerviosos. Pero su sufrimiento no mermó su generosidad. Ayudó a músicos tan grandes como Frederick Chopin (1810-1849) o Johannes Brahms (1833-1897), de quienes escribió artículos encomiables; a Brahms, con quien estuvo especialmente unido por la amistad, le auguró un gran futuro y lo llamó "el elegido". Schumann distaba mucho de otros críticos musicales, egoístas y celosos del talento ajeno.

Habrían de seguir años de mayor debilitamiento mental y físico, que sin embargo no le impediría continuar su labor creativa y desempeñar el cargo de director en la Sociedad Coral de Düsseldorf, para el cual había sido nombrado en 1850. Ahí público la Sinfonía nº 3 “Renana” y el Concierto para violonchelo y orquesta. Desde 1852, permaneció postrado por sus crisis nerviosas casi de continuo. Compuso su Concierto para violín y orquesta entre septiembre y octubre de 1853 –unos meses antes de un intento de suicidio–, pero esta controvertida obra no sería publicada inicialmente (y no se interpretaría hasta 1937), quedando excluida en la edición de sus obras completas a su muerte, porque el violinista Joseph Joachim (1831-1907) la valoró como producto de su locura y música "enfermiza", llegando a convencer a Clara de la conveniencia de ocultarla.

El 27 de febrero de 1854, en una noche de angustia (al parecer preocupado por la epidemia de cólera que asolaba Europa), abandonó el hogar y se precipitó al Rhin, siendo rescatado con vida. Atrapado en sus delirios y el propósito suicida, ingresó voluntariamente en el hospital de Endenich, cerca de Bonn, donde habría de permanecer hasta su muerte, dos años después. En su última etapa de “locura”, el músico escuchaba voces y ruidos que le perseguían y se transformaban en música suprema; la nota “La” le martilleaba sin cesar y le producía “maravillosos sufrimientos”. Los últimos meses sólo articulaba sonidos y sufría convulsiones. Falleció el 29 de julio de 1856, a los cuarenta y seis años, en compañía de Clara, su fiel compañera, y Johannes Brahms, su gran amigo y discípulo amado. Brahms había estado muy unido al matrimonio Schumann y había sufrido las cuitas de Robert, aunque estaba más ligado a Clara, acaso platónicamente enamorado; a ella le presentaba las obras antes de estrenarlas y ella misma estrenó algunas.

No es difícil imaginar las zozobras de este músico irrepetible, de quien al menos nos queda su gran música. Quién habría de suponer un final semejante en un excelso creador de música enérgica y gozosa, aun desde la melancolía y el sufrimiento del romántico paradigmático, de una obra intemporal que trascenderá los siglos.

Tras la muerte del gran compositor, su viuda Clara se dedicó a difundir la obra de su querido esposo por toda Europa hasta su muerte. Fue enterrada junto a su amado Robert, con quien había tenido ocho hijos, de quien había sido inseparable y a quien le había dedicado en sus memorias el recuerdo de las últimas horas pasadas a su lado:
“¡Ay, si por lo menos me hubiese llevado consigo! Lo vi por última vez, le puse flores junto a la cabeza y sentí que se llevaba mi amor consigo… Más tarde vino el entierro, la música fúnebre, y al sepultarlo yo tenía claro el sentimiento de que no se trataba de Robert; sólo de su cuerpo. Su espíritu voló entre nosotros y una plegaria escapó de mis labios: ¡Que Dios me conceda la fuerza de vivir sin él!”
Dios debió concederle la fuerza que pedía, pues Clara Schumann (1819-1896) sobrevivió cuarenta años a su marido.


Especulaciones sobre la enfermedad mental de Robert Schumann

Como ya se dijo, se expresaba en el compositor una personalidad dual, cambiante, dependiente de la circunstancia y del estado anímico. Además se sentía poseído por fuerzas demoníacas e instintivamente presentía su temprana desaparición; tenía miedo al envenenamiento y a los objetos metálicos; estaba fascinado por lo mágico y lo oculto. Experimentaba alucinaciones auditivas desde los dieciocho años y los ruidos en su cerebro se transformaban en música extraordinaria: “... está interpretada por instrumentos muy sonoros y es una música más bella que ninguna otra escuchada en la Tierra”. Y en su final, el sonido de una campana en “La” martilleaba su cerebro, alucinación que dejó escrito en su diario: “... esa nota persistente que me produce maravillosos sufrimientos...”.

El médico internista Dieter Kerner (1923-) en su obra Grandes músicos, sus vidas y sus enfermedades, al hablar de de Robert Schumann refiere antecedentes familiares de inestabilidad psíquica, un comportamiento hipersensible desde la infancia, una melancolía por la insuperable desproporción entre el hombre y la vida, introversión, alucinaciones auditivas, ciertas fobias, tentativas de suicidio, su reclusión final en un centro psiquiátrico y los análisis que durante un siglo se hicieron sobre su posible enfermedad: parálisis progresiva, esquizofrenia, neurosífilis, psicosis maníaco-depresiva (actual trastorno bipolar), hipertonía esencial. Finalmente las interpretaciones de su enfermedad mental se centraron en dos posibles diagnósticos: trastorno bipolar y esquizofrenia paranoide.

Aunque nos hallamos ante un enigma difícil de dilucidar por los documentos existentes, poco fiables o incluso falseados, acaso por exageraciones románticas y sin duda por el exiguo conocimiento en su época de las enfermedades de la mente, es probable que Schumann haya padecido un trastorno bipolar (antigua psicosis maníaco-depresiva), complicado en los últimos años con una afectación neurológica difícil de diagnosticar. El diagnóstico de esquizofrenia paranoide, parece descartado por su incompatibilidad con la fuerza creadora y a pesar de la presencia de alucinaciones auditivas. Y si bien las composiciones de este gran músico no son frutos de la locura, hay suficientes datos biográficos para no dudar demasiado de su inestabilidad emocional.

Obras de Robert Schumann

Compuso obras para piano, para voz y piano, corales, de cámara, concertantes, sinfónicas y una ópera: Genoveva. A continuación se recoge lo más estimado de su producción.

 PIANO. Entre su producción pianística son destacables:
  • Davidsbündlertänze (Danzas de La Cofradía de David), Op. 6.
  • Carnaval, Op. 9.
  • Estudios sinfónicos, Op. 13.
  • Kinderszenen (Escenas de niños), Op. 15.
  • Kreisleriana, Op. 16.
  • Fantasía, Op. 17.
  • Arabeske, Op 18.
  • Carnaval de Viena, Op. 26.
  • Álbum para la juventud, Op. 68.
 LIEDER. El corpus de las canciones de Schumann, unas 250 piezas, le bastaría para asegurarle la gloria. Consiguió que el Lied romántico adquiriese un nuevo y esplendoroso brillo poético, adentrándose en los textos, creando obras de gran intensidad lírica y dominando la técnica del ciclo o “Liederkrais”. Como muestras magistrales podemos señalar los siguientes ciclos de Lieder:
  • Myrten (Mirtos), Op. 25, 26 Lieder sobre textos de varios poetas, destacando el nº 1, Widmung (Devoción), y el nº 3, Der Nussbaum (El nogal).
  • Liederkrais, Op. 24, 9 Lieder sobre poemas de Heinrich Heine.
  • Liederkrais, Op. 39, 12 Lieder sobre poemas de Joseph von Eichendorff.
  • Frauenliebe und Leben (Vida y amor de una mujer), Op. 42, 8 Lieder sobre poemas de Adelbert von Chamisso.
  • Dichterliebe (Amor de poeta), Op. 48, 16 Lieder sobre poemas de Heinrich Heine.
  • Sechs Gesänge, Op. 89, 6 Lieder.
 ORQUESTA
- Obras concertantes:
  • Concierto para piano y orquesta, Op. 54.
  • Introducción y Allegro-Appassionato, Op. 92, para piano y orquesta.
  • Concierto para violonchelo, Op. 129.
- Obras sinfónicas:
  • Sinfonía nº 1 “Primavera” en si bemol mayor, Op. 38.
  • Sinfonía nº 2 en do mayor, Op. 61.
  • Sinfonía nº 3 “Renana” en mi bemol mayor, Op. 97.
  • Sinfonía nº 4 en re menor, Op. 120.
  • Obertura Manfred, Op. 115.
 CÁMARA
  • Quinteto para piano y cuerda, Op. 44.
  • Cuarteto para piano y cuerda, Op 47.
  • 3 Tríos para piano y cuerda, Op. 63.

Dedicatoria personal a Robert Schumann, uno de los más prodigiosos poetas de la historia de la música


HOMENAJE A SCHUMANN

Lo enérgico y sutil entrelazados,
naturaleza y poesía,
amor desesperado y tierno,
una vida que acaba cuando empieza.
Palabras que cabalgan
a lomos de una música infinita,
en busca de una meta inalcanzable.
Fluir de pensamientos y emociones,
espejo de una fuente de quimeras,
belleza rebosante sin fatiga
continuamente deseada.
Alma romántica imperfecta,
Eusebio soñador y Florestán realista,
un hombre que tropieza dando tumbos
y a duras penas se levanta.
Roberto altivo y apocado,
de contundente voz y suspirante,
sobrevolando la vulgaridad.
Entraste muy rotundo por mis venas
para quedar eternamente.
¡Descubrimiento placentero,
casi orgásmico!
Escuchar y escuchar, en pleno gozo,
el aire convertido en un poema
empequeñece a los mortales.
Y al momento el espíritu se agranda
como queriendo remontarse al polvo,
a la nada... ¡A la nada que se queda!

[jul. 1998]

Bibliografía
  1. Camino F. Schumann. En: Clásica-Guía de las mejores grabaciones de música clásica (2ª ed.). Ed. Ollero & Ramos. Madrid, 2001.
  2. Castillo F (Director). Schumann. En: Los dioses de la música (Tomo 3). Ed. Planeta. Barcelona, 1989.
  3. Delgado Calvete C. música y enfermedad mental. En: Psicopatología, arte y sociedad. Asociación gallega de psiquiatría. 2009.
  4. Dufourck N (Editor). Schumann. En: La Música (Tomo 2). Ed. Planeta. Barcelona, 1976.
  5. Kerner D. Grandes Músicos. Sus vidas y sus enfermedades. Ed. Mayo. Barcelona, 2003.
  6. McLeish K, McLeish V. Schumann, Robert. En: La discoteca ideal de la Música Clásica. Ed. Planeta, Barcelona, 1993.
  7. Parramón JM (Editor). Schumann. Colección “Música y músicos”. Ed. Parramón. Barcelona.
***
Enlaces de interés:

Para ilustrar este artículo propongo la escucha de las siguientes obras maestras, plenas de lirismo. ¡Que las disfruten!

Carnaval: fragmento
(En esta obra para piano el compositor imagina un baile de disfraces entre cuyos invitados aparecen Arlequín y Colombina –personajes de la Commedia dell'arte–, los músicos Paganini y Chopin, y los personajes por él creados: Eusebio y Florestán)

Der Nußbaum (El nogal)

Dichterliebe (Amor de poeta)

[Vídeo añadido post., por eliminación del previo]

Cuarteto para piano y cuerda: Andante cantabile (III movimiento)

Sinfonía nº 2: Adagio expressivo

Concierto para piano

[Vídeo añadido post., por eliminación del previo]

10 comentarios:

  1. Completísima e impecable entrada, amigo José Manuel, claramente muestras el aprecio que albergas por Schumann y su música. Gracias por ilustrarnos. Un abrazo.

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  2. Me ha gustado mucho este artículo (más que post). Personalmente valoro de Schumann el hecho de que nos dejase las justificaciones estéticas y musicales de su obra: tan reflexivo y analítico; qué paradójica lucidez ¿verdad?
    La selección musical que nos traes me parece maravillosamente variada ¡muy acertada!(Me encantan Baremboim y Celibidache juntos)
    Un precioso homenaje personal el tuyo, José Manuel, y una completísima semblanza.

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  3. Sí, querido Lizardo, Schumann es uno de los músicos que más aprecio. He tratado de dar una visión amplia del compositor y, en mi obsesión, he realizado algunos añadidos y pequeñas correcciones posteriores a tu comentario (un defecto en mi, por no escuchar a Juan Ramón: "¡No le toques ya más, que así es la rosa!"). Gracias por tus estimulantes palabras y qué disfrutes como yo de este músico loco. Un schumaniano abrazo.

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  4. Amiga Lola, veo que conoces el ideario musical de Schumann. Por mi parte, desconozco su temprano ensayo sobre la estética de la música (si es que se preserva) y los demás escritos en su faceta crítica. Por estos lares no he hallado publicaciones al respecto y en la Red tampoco. Por eso te agradecería que me orientases en este sentido.
    Por otra parte, en la selección he procurado traer una pequeña antología con diferentes formas musicales; está el piano desnudo (su pasión inicial de concertista), el lied que lo encumbra (en su condición de músico-poeta), la música de cámara (la íntima emoción), la gran forma sinfónica (pudo ser algún alegre movimiento de la famosa Primavera, o de la Renana, o de la Cuarta, pero no me pude resistir al bellísimo adagio de la segunda) y la concertante, con el inevitable piano (y además con Baremboim y Celibidache juntos, por última vez). ¿Que más se puede pedir?
    Agradezco enormemente tu presencia y tu comentario. Un cariñoso saludo.

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  5. No voy a poder ayudarte José Manuel, y bien que lo lamento;¡ya quisiera yo! ¡lo que buscas mas bien parece un misterio insondable! Apenas si conozco lo que se puede sacar de la lectura de obras más generales y de autores como Claude Rostand, Donald J. Grout, Massimo Mila o Fubini. Todos ellos, como habrás visto, hacen mención de los escritos y parecen conocerlos bien (¡afortunados!), pero yo tampoco he podido encontrar ninguna edición de los mismos, (ni publicación alguna sobre ellos) en castellano. Tampoco Alejo Carpentier - que aparentemente transcribe fragmentos de los artículos de Schumann en los suyos - cita las fuentes.
    En cuanto a lo que podemos encontrar en internet, tampoco se más que tu. Intenté encontrar el famoso diario del matrimonio ("ehe tagebuch" creo que se escribe) pero tampoco encontré gran cosa: siempre algún fragmento pero nunca una referencia bibliográfica. Seguro que en alemán sería más fácil buscar pero yo no tengo ni idea ¿y tu?

    Bueno, te aseguro que si me entero de algo serás el primero en saberlo. Un abrazo para ti también.

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  6. Gracias nuevamente, Lola, por tu amabilidad y tu tiempo. Un abrazo.

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  7. Me olvidé lo más importante: hay un libro del americano Leon B. Plantinga (quizás lo conozcas) titulado "Schumann como crítico" que tampoco encuentro en castellano pero que tiene buenísima pinta. Está editado por la Universidad de Yale.(por si quieres investigar más)

    "Schumann as critic". Leon B. Plantinga
    Yale University Press. 1967

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  8. No puedo añadir nada a lo que aquí se ha dicho.
    Sólo puedo exclamar: ¡MAGNÍFICO! ¡EXCELENTE!
    He disfrutado (no sé cuanto tiempo, ha pasado en un suspiro) de la música del genial compositor y mucho, muchísimo, de cada palabra de este artículo ejemplar. ¡MAESTRO!
    A tener en cuenta, también, los comentarios de Lizardo y Lola.
    Sólo me queda aplaudir.
    Muchísimas gracias, José Manuel, amigo.

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  9. Amigo Francisco: no puedo más que agradecerte, como siempre, tus cariñosas y excesivas palabras hacia mi persona. He de reconocer que este artículo lo he "mimado" especialmente, aprovechando material precedente y procurando dar una visión global con más datos y reflexiones. Aunque casi nunca suelo quedar satisfecho, sintiendo que falta algo para redondear lo que parece inacabado. En fin... Reitero mi agradecimiento y me alegro de que hayas disfrutado con Schumann (yo también me deleito con tus magníficas entradas).

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