Llamaban las alturas y las moles pétreas y los lagos ocultos tras la niebla... ¿Cómo no adivinar la natural hermosura, atrapada en la retina? A otra llamada tentadora, acudí confiado en la diosa Fortuna, negando la gris evidencia. (La hora estaba condicionada.) Quedando atrás la cueva, escuché cencerros de otro tiempo, e imaginé vaqueiros ya pasados durante la empinada ascensión por la vereda tortuosa, interminable. ¡Bajaba mi moral más altanera! Coronada la cumbre, ella rodó hasta precipitarse en el despeñadero... ¿Y la imaginación? Ascendió al cielo en Covadonga.
Llamaban las alturas
y las moles pétreas
y los lagos ocultos tras la niebla...
¿Cómo no adivinar la natural
hermosura atrapada en la retina?
A otra llamada tentadora
acudí confiado en la diosa Fortuna,
negando la gris evidencia.
(La hora estaba condicionada.)
Quedando atrás la cueva, escuché cencerros
de otro tiempo, e imaginé vaqueiros
ya pasados durante la empinada ascensión
por la vereda tortuosa, interminable.
¡Bajaba mi moral más altanera!
Coronada la cumbre, ella rodó
hasta precipitarse en el despeñadero.
—¿Y la imaginación?
Ascendió al cielo en Covadonga.
No hay comentarios:
Publicar un comentario