El compositor ruso Alexander Borodin (1833-1887) es en verdad un genuino representante médico-melódico, a quien mi admirado y querido Dr. Francisco Doña ya le dedicó un deleitoso artículo. Y como nos recordó en su momento el añorado elcuervolopez en una semblanza sinfónica, este hijo ilegítimo de un príncipe georgiano, que recibió el apellido de un criado y una esmerada educación, nunca asumió su propio talento musical, pese a comenzar su relación con el arte de los sonidos a muy corta edad. Fue en definitiva un científico oficial –químico y médico– entregado y un compositor ocasional, aunque talentoso, que determinó formar el famoso “Grupo de los Cinco” (liderado por Mili Balákirev y completado con César Cui, Modest Músorgski y Nikolái Rimski-Kórsakov), cuyos miembros se propusieron la creación de una música auténticamente rusa, inspirada en el folklore propio y pionera en la adopción de un credo musical nacionalista.
De modo que Borodin hubo de compaginar la profesión de químico con la de músico, lo que explica su escasa producción melódica; podríamos denominarlo como compositor “de domingos”, por disponer solamente de fines de semana y vacaciones para este cometido. Pero también hay otra razón añadida: su afán perfeccionista. Al parecer era un hombre paciente, tranquilo, afable, modesto y generoso, además de un trabajador infatigable y un docente con miras de futuro, impulsor de una Escuela de Medicina para mujeres. Su estancia en Heildenberg, Alemania, tras acabar su formación médico-quirúrgica en San Petersburgo, es una muestra de su espíritu de hombre de ciencia. Fue un científico profesional relevante y un compositor magnífico, todavía recordado en Rusia tanto por su faceta de investigación química y médica como por la musical.
Sus admiradores, como el crítico Lucien Rebatet, se lamentan de que su filantropía y su vida bohemia no le permitieran una mayor explotación de sus facultades compositivas. Aún así se resalta su atracción por la música "pura", más que sus compañeros de grupo propensos a la música descriptiva. Es asombrosa su capacidad melódica, con la creación de pasajes de sublime belleza, y admirable su dominio técnico. La combinación de maestría y de una sonoridad “oriental”, exótica, aprendida de la música folklórica da Rusia asiática que tanto admiraba, le proporciona a sus composiciones un peculiar encanto. ¡Lástima que muriese a edad temprana! Le quedaba mucho por decir en los campos de la ciencia y de la música.
En su escasa producción, la obra capital es El príncipe Igor, ópera en la que se incluyen las famosísimas “Danzas polovtsianas”, página de extraordinario colorismo y fuerza. Trata de un episodio anterior a la formación del imperio ruso pero tiene un notable carácter patriótico. Borodin la dejó inconclusa (al igual que la Tercera Sinfonía), y fueron Rimsky-Korsakov y Alexander Glazunov quienes la completaron. No me resisto a dejar fuera de mi particular espacio estas energéticas y coloristas danzas, ni la vivificante Segunda sinfonía (apreciada por Franz Liszt –con quien tuvo relación y de quien este año celebramos el bicentenario de su nacimiento– y favorita sinfonía rusa de Claude Debussy y de Maurice Ravel), ni el poema sinfónico En las Estepas del Asia Central*, ni el Cuarteto nº 2 (una de las obras musicales que me llevaría a una isla desierta; no sólo el famosísimo “Nocturno”, su tercer movimiento).
[*Al parecer Tchaikovsky lo apreciaba especialmente. Ver el apartado «Tchaikovsky and Borodin» en este artículo en inglés: Aleksandr Borodin.]
Las borodinianas sonoridades son sinónimo de magia melódica...
En las estepas del Asia Central
Sinfonía nº 2, I mov
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“Nocturno” del Cuarteto nº 2
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“Danzas polovtsianas” de El Príncipe Igor
Polovtsianos: nombre que daban los rusos a los cumanos.
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Curiosidad musical. La música de Borodin fue utilizada en el almibarado film Kismet (1955), con discutibles arreglos, titulada en España Un extraño en el paraíso, por la principal canción (Stranger in Paradise) basada en la arrebatadora melodía de las «Danzas polovtsianas» de El príncipe Igor.
Excelente post con no menos excelentes interpretaciones.
ResponderEliminarSaludos y buena semana.
Siempre apetece dejarse cautivar por la "magia melódica" de este músico-químico-médico que tanto me gusta. La dejo de fondo, acompañándome en la redacción de un informe que tengo pendiente, y que me impide dedicarle el tiempo que quisiera al blog.
ResponderEliminarAgradecido -una vez más- por tu amable referencia, recibe, amigo José Manuel, un "borodiniano" abrazo.
Qué estupenda selección José Manuel! He pasado un rato felicísimo con las preciosas obras que has elegido. Además de extraordinario músico fue hombre admirable en otros muchos aspectos; para quitarse el sombrero, vaya!
ResponderEliminarMoitos bicos!
Gracias, Claudia, Francisco y Lola, por vuestros estimulantes comentarios.
ResponderEliminarOs aconsejo el visionado y audición de una grabación íntegra de la deliciosa Segunda sinfonía de Borodin, en un solo video (poco más de 30 min), a cargo del director Karel Mark Chichon al frente de la Orquesta del Royal Concertgebouw de Ámsterdam (hoy en día para muchos la más refinada del mundo). Una excelente interpretación y muy bien grabada. Más pausada que la que he traído al blog, de Jean Martinon con la O. Sinfónica de Londres (alabada por la crítica), con un tempo próximo a la antigua grabación de Eugeny Svetlanov con la O. Sinfónica de la URSS (para mí insuperable). Os dejo el enlace. ¡Disfrutadla!
http://www.youtube.com/watch?v=FmUsL6biVro&feature=player_embedded#!
Borodinianos besos y abrazos.