martes, 9 de diciembre de 2014

Meritocracia y aptitud profesional


Si tienes un título universitario puedes estar seguro de una cosa... que tienes un título universitario. (Anónimo)

La valoración de los méritos de un individuo, entendidos como “meritocracia, para ser considerado apto para un determinado puesto profesional –o merecedor del mismo– en una teórica igualdad de condiciones o de oportunidades, siempre me ha planteado serias dudas. Porque hemos de tener presente que las variables de tiempo y lugar, o de circunstancias, pueden ser decisivas para que dicha igualdad no se cumpla. Pero sucede que para alcanzar el objetivo laboral deseado, la voluntad precisa del mérito necesario por el que se nos va a medir.

Si confrontamos capacidad (talento) y mérito (aprovechamiento), o facultades y esfuerzo, no tendremos nada que objetar a quien alcanza un objetivo por su entrega –y oportunidad–, aun sin disponer de una facilidad innata para el aprendizaje. Tradicionalmente, siempre se le había dado más valor al voluntarioso esfuerzo que a la ventajosa inteligencia, reconociéndose al alumno entregado al estudio más que al indolente e intelectualmente dotado.

Pero la visión distorsionada de la meritocracia, del acúmulo de méritos en forma de títulos, diplomas y acreditaciones varias, ya es otra cosa: una deformación, un desenfoque de la verdadera valía del individuo. En este caso se pondera la “titulitis” en el mayor grado (no al alcance de todos, por razones económicas o por obstaculos de acceso) y no en cambio las cualidades humanas. Se valoran másteres, doctorados y publicaciones sobre la valía real del aspirante. De otro modo, prima lo técnico sobre lo humano.

Se me ocurre una comparación musical: es como darle más valor al pianista que toca las notas mecánicamente, sin cometer un error, pero sin sentimiento, que a aquel otro que, con algunos fallos de digitación, consigue embelesar al auditorio y elevar el espíritu. El primero es un meritorio robot; el segundo, un maravilloso y beneficioso artista. Y como ejemplo no melódico, el caso del médico con la posesión de un doctorado (para el que muchos encuentran trabas en Hispania), título que no garantiza de ningún modo su capacitación docente pero que, sin embargo, le abre puertas a la docencia frente a otro que, sin poseerlo, acaso tenga más dotes para la enseñanza.

Hemos de pensar, pues, en los riesgos de la meritocracia, sin olvidar que la valía se demuestra con hechos, lo mismo que el movimiento se demuestra andando.

I deserve it (Me lo merezco) - Madonna
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La meritocracia pierde valor sin igualdad de oportunidades.

ANEXO: AFORISMOS SOBRE LA IGUALDAD (Y LA EQUIDAD)*
  • La primera igualdad es la equidad*. (Victor Hugo)
  • La igualdad tal vez sea un derecho, pero no hay poder humano que alcance a convertirla en hecho. Honoré de Balzac
  • Todos los hombres nacen iguales, pero es la última vez que lo son. (Abraham Lincoln)
  • La mal llamada igualdad resulta ser la negación misma de la igualdad y de la libertad; y por lo tanto, el obstáculo más grave a la capacidad creadora de los hombres y pueblos. (Salvador de Madariaga)
  • La democracia es igualdad y libertad.
  • Donde la igualdad no se discute, allí también hay insubordinación. (George Bernard Shaw)
  • Los fueros, con sus privilegios, rompen la igualdad.
  • Creemos que las personas son desiguales, y reclamamos nuestro derecho a la desigualdad. (Margaret Thatcher)
  • El igualitarismo ni siquiera es una utopía soñada; es una pesadilla imposible. (Gonzalo Fernández de la Mora)
  • La izquierda, teóricamente defensora del igualitarismo, se ha vuelto elitista y supremacista.
*Igualdad: equiparación en derechos y obligaciones. Equidad: igualdad de ánimo, justicia natural que mueve a dar a cada uno lo que merece.

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