Por eso yo, don Juan, hijo del infante don Manuel, adelantado mayor del Reino de Murcia, escribí este libro con las más bellas palabras que encontré, entre las cuales puse algunos cuentecillos con que enseñar a quienes los oyeren. Hice así, al modo de los médicos que, cuando quieren preparar una medicina para el hígado, como al hígado agrada lo dulce, ponen en la medicina un poco de azúcar o miel, u otra cosa que resulte dulce, pues por el gusto que siente el hígado a lo dulce, lo atrae para sí, y con ello a la medicina que tanto le beneficiará. Lo mismo hacen con cualquier miembro u órgano que necesite una medicina, que siempre la mezclan con alguna cosa que resulte agradable a aquel órgano, para que se aproveche bien de ella. Siguiendo este ejemplo, haré este libro, que resultará útil para quienes lo lean, si por su voluntad encuentran agradables las enseñanzas que en él se contienen; pero incluso los que no lo entiendan bien, no podrán evitar que sus historias y agradable estilo los lleven a leer las enseñanzas que tiene entremezclados, por lo que, aunque no lo deseen, sacarán provecho de ellas, al igual que el hígado y los demás órganos se benefician y mejoran con las medicinas en las que se ponen agradables sustancias.
Del prólogo a El conde Lucanor.
Es ilustrativa la comparación que Don Juan Manuel (1282-1348) hace de su arte literario con la ciencia médica en el prólogo a su conocido libro: El conde Lucanor (Libro de los ejemplos del conde Lucanor y de Patronio), su colección de cuentos y apólogos, considerada una obra maestra de la literatura, castellana y universal, de la cual ya habíamos extraído algunos aforismos.
Reseña de los cuentos de El conde Lucanor AQUÍ.
Reseña de los cuentos de El conde Lucanor AQUÍ.
Ruta de El conde Lucanor
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