Hoy se cumplen treinta años de la muerte de mi padre (tenía entonces 63 años y, por lo tanto, cumpliría 93), y me parece que fue ayer mismo cuando nos abandonó de manera inesperada. Podría decirlo de otra manera, pero no hallo la forma de superar el tópico. Recordé aquí el vigésimo aniversario de aquel triste día y hace dos años lo volví a sentir inolvidable. Ahora, después de tres décadas, me remito a lo dicho en esas otras ocasiones en este espacio, en las que rendí homenaje a su memoria. El sentimiento supera a las palabras...
Y recordando sus cualidades musicales*, traigo un fragmento de una de las piezas que de niño le escuchaba tocar en la rondalla: "Entrada de los invitados", del Tanhäuser de Wagner (en versión orquestal original, no en transcripción para orquesta de cuerda pulsada). Porque él estará eternamente invitado.
*Cualidades de músico aficionado, hijo de músico profesional (tocaba el saxo y dirigía combos), que abandonó el hogar cuando mi padre era un niño.
***
Poemas en memoria de mi padre
Y recupero unas cuartetas que estaban por ahí perdidas.
PAPÁ
I
Esta fue su gran riqueza:
de rubí su corazón,
de esmeralda su franqueza,
de diamante su tesón.
II
Esta fue su propiedad:
en sus manos el sudor,
en su boca la verdad,
en su corazón amor.
III
Su rostro lo reflejaba,
su sonrisa lo decía:
por un amigo se daba,
en la amistad él creía.
IV
En él no había malicia,
su mirar era sincero;
desdeñaba la codicia,
sólo anhelaba un «te quiero».
[Ferrol: 1994, 26 oct.]
Emotivo y entrañable mensaje, amigo José Manuel. Como bien dices hay sentimientos que se no pueden traducir en palabras y tal vez ahí radica su valor supremo y eterno. Si todos somos parte de lo que fueron nuestros padres, quizá el mejor homenaje es seguir su senda y tratar de ser lo que somos. Un abrazo
ResponderEliminarGracias por tus amables palabras, amigo Juan. Aquí se impone el sentimiento sobre la palabra... Y desde luego conviene seguir esa buena senda.
EliminarUn fuerte abrazo.