jueves, 29 de abril de 2010

El paciente terminal


Es imposible ponerse en el lugar del enfermo desahuciado, en espera de una muerte inminente de la que puede ser o no ser consciente. El paciente puede tener conciencia de muerte o ignorar lo que le está pasando. En ambos casos, seguro que estará embargado por el temor humano, salvo que haya alcanzado el supremo estado de ataraxia. Pensemos en los pacientes oncológicos, en los que sufren enfermedades neurodegenerativas o en los que padecen otras dolencias graves en fases muy avanzadas, y acudirán a nuestra mente palabras apremiantes: resignación, esfuerzo, adaptación… Aunque no podamos curar, siempre podremos paliar. Una palabra, una mirada o un gesto pueden contribuir a la consecución de una mínima calidad de vida. Es fundamental el apoyo al doliente por parte de quienes le rodean, y el médico (de cabecera) tiene un importante papel que desempeñar: atender al ser humano sufriente en su integridad, no centrándose exclusivamente en combatir síntomas físicos sino proporcionándole también alivio espiritual. Una labor que, por diversas circunstancias, descuidamos u olvidamos, en medio del asfixiante estrés que atenaza a los propios valedores de la salud (supeditados a naderías que roban su tiempo y quiebran su ánimo). Démonos cuenta de que todo es mudable: ahora sanos y mañana enfermos; y de que todos estamos de paso: hoy aquí y mañana allá. Entonces, endulcemos en lo posible los días amargos de los dolientes; y disfrutemos nosotros mismos cada vez que despunta el sol y sale la luna.

Adagio de Albinoni
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7 comentarios:

  1. D. Pedro Laín Entralgo ya dijo aquello de:
    "El médico si puede curar, cura.
    Si no puede curar, al menos alivia el dolor.
    Si no puede ni una ni otra cosa, siempre, consuela."

    En los últimos tiempos todo se ha "enrevesado" y, hasta por ley (dejo un enlace sobre la aprobación por el Parlamento Andaluz de la llamada "primera ley de muerte digna en España") los médicos no podrán o podremos ni siquiera ejercer el derecho a la objeción de conciencia, de acuerdo con los principios éticos de cada uno.

    http://www.elpais.com/articulo/sociedad/Parlamento/andaluz/aprueba/primera/ley/muerte/digna/Espana/elpepusoc/20100317elpepusoc_2/Tes

    En fin... Has reavivado, amigo José Manuel, mi interés por este tema y pienso preparar una entrada sobre el mismo en "Tiempo para la Memoria".

    Gracias, y un fuerte abrazo.

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  2. Qué casualidad, ahora que citas a Laín Entralgo, tengo preparada una entrada sobre este relevante médico humanista. Sobre la eutanasia, entendida como muerte digna, con su controversia y carga semántica, hice una sintética reflexión en su momento:

    http://medymel.blogspot.com/2009/05/eutanasia.html

    Un saludo, amigo Francisco, y gracias otra vez por tu participación activa en este modesto blog.

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  3. Apreciado José Manuel: Suelo citar aquella frase tan conceptuosa sobre todo ante los devaneos de estudiantes y colegas noveles deslumbrados por las novedades tecnológicas. Ya quisiera tener yo las Obras Completas de Laín o siquiera su Historia Universal de la Medicina; mi escasa erudición llegó nomás a versiones que atribuyen dicho aforismo a autores anónimos, inclusive de luengos siglos ha. Es bueno saber que la dijo Don Pedro.
    Un atento saludo.

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  4. Esto demuestra que la labor principal del médico es el alivio del sufrimiento. Muchas veces aunada a la curación, cuando no, se transforma en una lucha por el consuelo de nuestro paciente y de su familia.

    Todo eso suena lindo, verdad, pero a la hora de la hora, la perspectiva de la muerte suele traer lo más oscuro del ser humano. ¿Qué significa sufrir? será que solo el dolor es sufrimiento, y su solución son los analgésicos. ¿Qué tal la dispnea, la caquexia, la disfagia? Como aliviar el sufrimiento de quien tiene una enfermedad terminal, si llega un momento en que el alivio es considerado el mismo final. El tema es de ampla complejidad, y sus diferentes matices son fascinantes de debatir. Que lindo fuera si esa misma vocación académica existiese al momento de enfrentar a nuestro paciente con esta realidad, o mejor aún, a sus familiares...

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  5. Querido José Manuel:

    Si me lo permites, quisiera utilizar esta página tuya para comentar algo a Lizardo.
    D. Pedro Laín Entralgo expresó la idea, con ligeras variantes, en varias de sus obras (pero, de hecho, yo cito de una cita -que no es lo más aconsejable- aunque creo que se encuentra en "La relación médico-enfermo, que no la he podido ver). Eso no significa, a mi entender, que él fuera el autor del pensamiento. Un pensamiento que muy probablemente existe desde los orígenes de la medicina científica. Lo cual, tampoco quita mérito al genial historiador de la medicina, cuya autoridad intelectual contribuyó a que se difundiera por todo el mundo.

    Saludos para todos.

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  6. A veces ponemos una frase en boca de alguien a quien le llegó transmitida por otro, que a su vez pudo haber tomado de un tercero, que acaso tampoco fue el creador de la misma. Y es que parece haberse dicho y escrito todo, que no hay nada nuevo bajo este sol nuestro. De cualquier manera, cada uno la adapta a su gusto y la emplea en el contexto que cree apropiado; que sea estimada por los demás ya es otro cantar.

    ¡Fácil es decir y muy difícil aplicarse el cuento! Consolar en la proximidad de la muerte, en el inminente final de un moribundo consciente de que para él todo se acaba, puede parecer tarea imposible o incluso cometido inoportuno, cuando el protagonista ya no aguarda nada y se le pide cínicamente resignación. Entonces puede estar de más las palabras huecas y los gestos estériles. Lo único importante entonces será aliviar su dolor y su fatiga.

    Gracias Lizardo, Tony y Francisco. Un abrazo a los tres.

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  7. Yo quiero agradecer al Dr. Doña y a ti, José Manuel, por permitirme recordar esta bella frase. Yo diría que consolar es una tarea nada sencilla porque apela a veces a habilidades a las que ya nos hemos desacostumbrado. Desde luego hay situaciones enormemente trágicas donde pareciera que las palabras están demás. Pero allí también se ve la grandeza de nuestras pequeñas naturalezas humanas.
    Un abrazo fraterno y, nuevamente, gracias y felicitaciones por esta tan pertinente entrada.

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