El material melódico de la música folklórica europea está muy relacionado con la música culta, especialmente con el movimiento conocido como Nacionalismo Musical (NM), originado en la segunda mitad del siglo XIX, a través del cual los compositores de varias naciones europeas intentaron que su música expresara en grado sumo sus peculiares sentimientos, desafiando así el general predominio de la música germana (monopolizadora en el campo instrumental) e italiana (dominadora en la ópera); supuestamente, reaccionando también contra la aculturación francesa que impuso la huella napoleónica.
El NM fue uno de los frutos del Romanticismo europeo –movimiento proclamador de la libertad– y una consecuencia del despertar de muchas nacionalidades europeas. Los musicólogos establecen su origen en Rusia con la ópera de Glinka Una vida por el Zar (1836), surgida de los estudios de cuentos tradicionales y canciones populares; aseguran también que sus manifestaciones más representativas se dieron en ese país con el “Grupo de los Cinco” (Borodin, Balakirev, Cui, Musorgsky y Rimski-Korsakov), cuyos componentes aportaron a sus obras una sonoridad oriental, aprendida de la música folklórica de la Rusia asiática, que les da un encanto especial.
Desde Rusia, el NM se difundió a otros países europeos, surgieron nuevas “escuelas nacionalistas” y se alcanzaron otros logros musicales cuando compositores de diferentes países echaron mano de sus propios patrimonios folklóricos. Smetana y Dvorak en Bohemia, Grieg en Noruega y Albéniz en España, son paradigmas de los grandes creadores marcados por la herencia nacional. Los músicos de esta tendencia eligen con frecuencia argumentos de ópera o títulos de poemas sinfónicos que reflejan alguna característica de la vida nacional, como hizo Smetana en Má Vlast (Mi patria). Asimismo, emplean el folklore musical y las figuraciones melódicas y rítmicas típicas de la música popular, sin dejar por ello de ser artistas creativos y cosmopolitas. Hasta bien entrado el siglo XX, el NM continuó con la obra de compositores como Bartok y Kodaly en Hungría, Elgar en Inglaterra y Sibelius en Finlandia, expandiéndose desde Europa hacia el continente americano.
Alemania, Italia y Francia, los tres países más introducidos en el sistema musical europeo, tuvieron también su expresión musical nacionalista, pero no precisaron batallar para imponer un modelo compositivo propio, ya imperante. La ópera wagneriana construyó un mundo mítico nacional alemán basándose en la orquesta sinfónica que los países germánicos desarrollaran a lo largo de un siglo, con la estela de genios como Haydn, Mozart y Beethoven. La ópera italiana, en la época del “Risorgimento” (proceso que comenzó en 1848 y culminó con la reunificación de Italia en 1870), adquirió los oportunos tonos nacionales al comenzar a cantarse épicamente las luchas del pueblo italiano por su independencia; aun cuando la censura lo impidió, lo llevó a cabo mediante símbolos interpuestos, bien comprendidos por el público de la Scala de Milán en el estreno del Nabucco de Verdi, en 1842, al escuchar su impactante “coro de esclavos”. Francia siguió caminos propios, iniciados por Fauré y llevados a término por dos grandes compositores: Debussy y Ravel.
Profundizar en el NM precisaría un estudio monográfico. Baste decir aquí que grandes compositores emplearon elementos folklóricos, de su propia tradición musical o de otras culturas, como parte de obras muy elaboradas y destinadas a la ópera o a las salas de conciertos; incluso Brahms, abanderado de la música pura, bebió en las fuentes del folklore húngaro. Y aunque parezca extraño, reconocidos músicos de vanguardia exploraron las rítmicas y melodiosas raíces para acabar elevando singularidades armónicas. De esta manera, muchas cantos populares perviven y se difunden ampliamente, depurados pero sin desvirtuar su esencia.
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Esta es una parte del ensayo Folklore musical: de lo particular a lo universal, publicado en Filomúsica (revista electrónica de música culta), al que puedes acceder si te interesa el tema.
Si bien no todos los compositores adscritos al NM pertenecen a una escuela nacionalista definida, ni los diferentes estudiosos los entroncan de la misma manera, sin distinción están identificados con su propia cultura y beben de las fuentes del folklore. Y compositores no considerados estrictamente nacionalistas ahí hallaron ocasionalmente inspiración. Es el caso del polaco Federico Chopin (1810-1849), del húngaro Franz Liszt (1811-1886), del ruso Piotr Illich Tchaikovski (1840-1893) o del español Manuel de Falla (1876-1946).
Veamos una relación por países de los más conocidos compositores nacionalistas:
RUSIA
Mikhail Glinka (1804-1857)
Alexander Borodin (1833-1887)
Nikolai Rimski-Korsakov (1844-1908)
Modesto Musorgski (1839-1881)
Mili Balakirev (1837-1910)
César Cui (1835-1918)
BOHEMIA (REP. CHECA)
Bedrich Smetana (1824-1884)
Antonin Dvorak (1841-1904)
Leos Janacek (1854-1928)
ESCANDINAVIA
Edvard Grieg (1843-1907)
Jean Sibelius (1865-1957)
HUNGRÍA
Béla Bartok (1881-1945)
Zoltán Kodály (1882-1967)
RUMANIA
George Enescu (1881-1955)
ESPAÑA
Isaac Albéniz (1860-1909)
Enrique Granados (1867-1916)
Joaquín Turina (1882-1949)
GRAN BRETAÑA
Edward Elgar (1857-1934)
Ralph Vaughan-Williams (1872-1958)
EEUU
Charles Ives (1874-1954)
George Gershwin (1898-1937)
Aaron Copland (1900-1990)
IBEROAMÉRICA
Heitor Villalobos (1887-1959)
Silvestre Revueltas (1899-1940)
Alberto Ginastera (1916-1983)
Introducción al Nacionalismo Musical
¡Magnífica síntesis! Como siempre ¡MAGISTRAL!
ResponderEliminarEs un placer aprender disfrutando.
A mi también me ha gustado mucho esta aproximación al Nacionalismo, José manuel. Menudo tema...más que un estudio monográfico requeriría ¡un blog entero!
ResponderEliminarGracias nuevamente, querido Paco, por tu exagerada valoración, pues no hago más que sintetizar de la mejor manera que puedo lo que he aprendido de otros. Tu artículo sobre Borodin me ha impulsado a publicarlo.
ResponderEliminarAgradecerte también a ti, amiga Lola, tu aprobación respecto a este artículo sintético -que forma parte de otro más extenso al que se llega a través del enlace-, aunque admitiría también una crítica adversa. Posiblemente el blog se vaya llenado poco a poco con los compositores citados.
Tendrás la crítica adversa cuando te la merezcas, José Manuel. Pero, de momento, no nos dejas.
ResponderEliminarUn abrazo.
Muy bien , estoy de acuerdo con los demás. Abundando en estos temas y otros muchos, me gustaría recomendaros un libro que casi es un best seller: El ruído eterno, escuchar al siglo XX a través de su música, de Alex Ross.
ResponderEliminarEs serio, bien documentado y ameno... como tú José Manuel.
Saludos.
Tomo nota de tu recomendación, querida Conchi. Gracias por tu regreso activo y por tus amables palabras. Un bico.
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