viernes, 15 de abril de 2011

CPV y prescripción médica


El pasado 2010, el Servicio Gallego de Salud (SERGAS) incluyó por primera vez objetivos de farmacia (de prescripción) junto a los clínicos habituales del médico de atención primaria, dentro del llamado “protocolo de actividad”, de cara a la evaluación de la productividad variable y, en consecuencia, de la percepción del complemento correspondiente: complemento de productividad variable o CPV (por cierto, de cuantía congelada desde el primer año de implantación, en torno a 1.200 € brutos anuales máximo).

Pues bien, el descalabro ha sido generalizado.

Salvo excepciones, las cantidades a percibir se han reducido mayormente a un tercio o menos de lo habitual en años anteriores. Y ello me lleva a hacer reflexiones en voz alta, cuestionándome los indicadores de valoración y el propio complemento como elemento de incentivación:

1) No se tienen en cuenta ni las características o peculiaridades de cada centro, ni la asunción progresiva de más funciones.

2) El diseño de objetivos, introduciendo la prescripción de farmacia por primera vez, es sospechoso. Porque en el pasado era un incentivo independiente, denominado "PICP": Programa de Incentivación a la Calidad de Prescripción.

3) No se tiene en cuenta la medicación diferida del especialista (aunque ahora puede hacerse constar como tal en la emisión de receta electrónica) y, por encima, primando porcentajes en vez de gasto real.

4) Lo perverso de todo esto es que uno puede doblar el gasto total de farmacia y, sin embargo, alcanzar objetivos porcentuales (% de omeprazol, simvastatina, etc.), siguiendo la estrategia de recetar más e irracionalmente, pero ateniéndose a los indicadores que se van a evaluar. En gallego vulgar, ¡manda carallo! En consecuencia, ¿a quién beneficia esto? (aparte de las oficinas de farmacia).

Se habla de aplicación del llamado “índice sintético”, otro nuevo concepto que al parecer aplican los teóricos de la gestión, con la pretensión de medir una supuesta “calidad de prescripción” y so pretexto de controlar el gasto en farmacia. Pero dudo mucho que haya bajado el gasto farmacéutico con su aplicación; es más, sospecho que no ha dejado de subir. Eses teóricos de la gestión (gestores políticos) eligieron en su momento los fármacos que había que medir y condicionaron hasta el momento la prescripción del médico de atención primaria de modo aberrante.

Ciertamente, no importa que se prescriba omeprazol para la faringitis o para proteger la mucosa gástrica de las agresiones del paracetamol, o dar envases de 14 cp en lugar de 28, o incluso indicarlo cada 8 horas; lo importante es aumentar el nº de prescripciones para elevar el índice de calidad de prescripción de IBP. Tampoco es censurable prescribir penicilina para viriasis, por la misma razón, con tal de elevar el índice de calidad de prescripción antibiótica, aunque se induzcan resistencias bacterianas. Ejemplos de los otros fármacos escogidos nos llevarán a parecidas conclusiones esquizofrénicas.

Lo único importante es subir el porcentaje respecto a otros del mismo grupo terapéutico señalados como desaconsejables. Con la fácil que sería dejar de financiar los nuevos medicamentos que no han demostrado ventajas sobre los precedentes. Pero, claro, lo habitual es poner el carro delante de los bueyes para producir el desastre. De modo que con el índice sintético han logrado adulterar definitivamente la actividad asistencial del médico de familia.
***
Sobre el gasto en medicamentos me remito a anteriores consideraciones:

2 comentarios:

  1. Bueno, el autor de esta distribucion porcentual no tiene ni la mas minima idea de la terapeutica. Las metas terapeuticas son variadas, desde reduccion de la mortalidad, hasta el aumento de la calidad de vida. Por que estos indicadores no han sido considerados? Es que a veces, querido amigo, los brillantes administradores de salud solo manejan guarismos, mientras nosotros manejamos organismos humanos.
    (Bueno tu ejemplo de la replana gallega)

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  2. Has hecho un perfecto resumen, querido Tony, y nada cabe añadir. Es evidente la intención economicista, a costa de quien trabaja. Aquí la crisis no la van a pagar los poderosos que la provocaron (estamos a años luz de la democracia islandesa). Lamentable.

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