por Mónica Lalanda
Si leemos este artículo sin apasionamiento y libres de cualquier carga ideológica, quienes vivimos y sufrimos en el primer nivel asistencial, habremos de reconocer que lo que se recoge es lo tantas veces criticado desde diferentes flancos. Y las conclusiones que siguen parecen irrebatibles.
Que la Atención Primaria está moribunda y que, particularmente, los médicos de familia –sucesores de los médicos de cabecera– están en horas muy bajas.
Que nunca ha habido una visión global de esta atención básica, que ha fracasado la organización por defecto y por desinterés de quienes rigen los designios públicos.
Que si las voces de los profesionales llegan a entrar por los oídos de los políticos, por ellos mismos salen.
Que los propios médicos de familia se diluyen, lujosamente, en tres sociedades científicas, y se disgregan sindicalmente.
Que siguen -¿y seguirán?– sumisos a los mandatos de sus colegas hospitalarios.
Que viendo el desastroso panorama, nadie enterado quiere pasar sus días en una moderna esclavitud sanitaria.
Que la Atención Primaria bien merece una saeta.
Quizás sea exagerado el "RIP de la Atención Primaria", pero a falta de una saeta sanitaria valga el clásico moderno de Serrat sobre texto de Machado…
La Saeta - Antonio Machado & Joan Manuel Serrat
…y si le cambiamos algunos versos, sin irreverencia, con simple intención lúdica, podría servirnos para salir del paso.
La Saeta - Machado
(Saeta al médico de familia)
¿Quién me presta una escalera
para subir al madero,
para quitarle los clavos
a ese sufridor galeno?
(Saeta Popular)
¡Oh, la saeta, el cantar
al siervo de los enanos,
siempre con sangre en las manos,
siempre por desenclavar!
¡Cantar del pueblo avestruz,
que todas las primaveras
anda pidiendo escaleras
para subir a la cruz!
¡Cantar de la tierra mía,
que echa flores
al médico en su agonía,
y es la fe de mis mayores!
¡Oh, no eres tú mi cantar!
¡No puedo cantar, ni quiero,
a ese doctor del madero,
sino al que no ha de callar!
Nota
La saeta es un canto religioso sin acompañamiento, enraizado en el cante jondo andaluz, que se interpreta durante las procesiones de Semana Santa.
Je, je; qué ocurrente José Manuel. Ya sabes que suelo leerte siempre (aunque no comente) y he de decirte que transmites muy bien esa preocupación por el estado de nuestra sanidad (preocupación que, por otro lado, comparto absolutamente. Respecto de la denostada medicina de familia que, como afirma Mónica Lalanda y como todos sabemos, parecen rechazar los nuevos médicos, te diré que, afortunadamente, éstos no son todos (mi doctor en ciernes parece tenerlo muy claro); yo creo que los que opten por ella lo harán por vocación y con ilusión ¿no? Quizás sean menos pero serán buenos, digo yo.
ResponderEliminarEsta es solo una opinión, probablemente errónea, de alguien ignorante de la verdadera realidad que vivís, pero que pretende ser positiva; perdóname, José Manuel; la ignorancia es temeraria.
Ánimo doctor; no perdáis la esperanza (y ¡perdón por el rollo!)
Bicos mil.
No sé, mi querida Lola, cómo se verá nuestra problemática desde la barrera. Supongo que lo mismo que veo yo la de los docentes, desde el desconocimiento que marca la distancia y desde las suposiciones que suscitan comentarios, diálogos y escritos ajenos. Puedo hacerme idea de sus carencias, de los programas de estudios impuestos desde los despachos, de normas que no tienen pies ni cabeza... pero nunca habré de llegar al fondo porque no lo sufro. Que un maestro, un docente universitario o un profesor de música se rebele o rechace lo que cree inconveniente, no supone -ni mucho menos- que no tenga vocación; al contrario, significa que la ama, que desea mejorar y aspira a la excelencia. Ahora nos valdría bien el ejemplo de los portadores de pasos de Semana Santa, pues sólo ellos saben el peso que soportan; quienes contemplan la procesión no siente peso alguno sobre sus hombros y no se quejan (bueno, los portadores tampoco, puesto que lo hacen por devoción).
ResponderEliminarQuienes llevamos muchos años en la Sanidad Pública hemos asistido, tras los prometedores primeros tiempos de la Reforma de la Atención Primaria, a una degradación progresiva. En gran parte ha sido culpa de los propios profesionales, de médicos de familia y grupos profesionales, por su actitud pasiva, porque confiaban ciegamente en un sistema rígido pero que veían como insuperable, o acaso también porque a algunos se les concedían prebendas desde el modelo de la nueva gestión. Un modelo concretado en el llamado “gerencialismo”, repleto de directores, subdirectores y mandos intermedios, además, claro, de gerentes. En general, poco tiempo tenemos para ver a un paciente en condiciones, pues aunque teóricamente se haya “relajado” la agenda (de 3 minutos se ha pasado a 5 o 7 de media), se va prácticamente en introducir datos en el ordenador o en rellenar formularios (infinitos).
Y por si fuera poco esta situación frustrante, y la problemática referida, tenemos que cargar con las consultas de los compañeros ausentes, por vacaciones, cursos formativos, permisos varios o incapacidad por enfermedad. Y esto supone una sobrecarga, porque no se pueden dejar para otro día; no se admite lista de espera en el primer nivel asistencial, y si alguien solicita cita urgente porque le pica la nariz (es un decir, equivalente a “no es una urgencia pero decido que lo es porque no estoy dispuesto a esperar”) hay que verlo en el día. Puedes suponer, amiga mía, lo que esto supone: un auténtico deterioro de la asistencia; lo mismo que si estás impartiendo clase a veinticinco alumnos y te meten cincuenta, y por encima has de responder de los resultados y sonreír de oreja a oreja. Estos días hemos estado en mi centro reuniones para el reparto de vacaciones (¡casi imposible tomarse un mes seguido en verano!; en esto envidio a los docentes) y ya se han producido ansiedades anticipatorias. En fin, lo que tanto se repite no es una queja vana, es una reivindicación necesaria para la mejora profesional/laboral y del sistema. Y, en definitiva, en beneficio de usuarios/pacientes del sistema público de salud (y de los diecisiete servicios autonómicos de salud).
Perdona por el rollo (casi me vale de entrada) y gracias otra vez por tu presencia y aliento.
Nada que perdonar, José Manuel; ha sido muy clarificador, ¡qué bien te explicas! Por supuesto que no considero una falta de vocación y de entrega la postura crítica o de denuncia, todo lo contrario; no quisiera haberte dado esa impresión. En la enseñanza pública sucede algo parecido, tanto es así que muchos tememos que quieran arruinarla de manera consciente y estudiada; pero, a pesar de todo, quiero pensar que no sucederá, ni en lo vuestro ni en lo nuestro, mientras seamos capaces de "mover al personal" y de contagiar el entusiasmo.
ResponderEliminarUn bico solidario.
PD: me encanta dedicar tiempo a esta actividad bloguera que nos permite cambiar impresiones además de aprender. Es una pena pena no tener más tiempo ¿verdad?
Hoy es tiempo de renacer.
ResponderEliminarMis mejores deseos de una Santa Pascua.
Mis mejores deseos también para ti, Claudia.
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