Curar a veces, aliviar a menudo, consolar siempre.
Desde las prácticas curativas primitivas basadas en el empirismo, la posterior entrada a la ciencia médica y todo el desarrollo del conocimiento médico hasta nuestros días (“A través de la Historia de la Medicina”: 1,
2), se han producido nuevos descubrimientos que, a pesar de los logros
diagnósticos y terapéuticos, nos llevan a admitir la sentencia de Goethe: “Con
el conocimiento se acrecientan las dudas”. Mucho sabemos… y poco sabemos.
Por supuesto que ha habido grandísimos avances, aciertos en el alivio del sufrimiento humano, pero también más y más retos a los que enfrentarse, un número creciente de falsas expectativas (interesadamente fomentadas), especialmente en el caso de ciertas enfermedades degenerativas, y más decepciones. Las investigaciones llevan al diagnóstico de nuevos síndromes y nuevas enfermedades, muchas encuadradas en las denominadas “enfermedades raras”, que se etiquetan sin atinar con tratamientos curativos.
Entonces se impone una reflexión general sobre las limitaciones de la medicina, apoyándonos en las reiteradas “4H” de Osler: humildad, honestidad, humanidad y humor.
Humildad, por diversos motivos. Primero, porque somos mortales y hemos de acatar nuestra condición perecedera. Segundo, porque los médicos no somos infalibles, ni mucho menos todopoderosos, sino defectuosamente humanos. Tercero, porque los pacientes son individuos únicos, que padecen y sienten de manera diferente (“no hay
enfermedades, sino enfermos”), y considerar sus partes orgánicas de manera
separada es un planteamiento erróneo. Cuarto, porque no hay verdades absolutas y, a pesar de las reservas precisas, quizá debamos dejar un pequeño resquicio a la posibilidad de alternativas a la ciencia médica oficial.
Honestidad, porque nuestros preceptos éticos nos obligan a ser honestos, a obrar en conciencia, con rectitud, con justicia, procurando no dañar, actuando en beneficio del paciente y evitando discriminar por cualquier motivo. No es honesto infundir temores que convierten sanos en enfermos. Ni que decir tiene que la medicina establecida como negocio es totalmente deshonesta.
Humanidad, por respeto a los seres humanos que padecen, que sufren los efectos de la enfermedad, mostrando sensibilidad, compasión y bondad. Se conjugan empatía y bonhomía en una medicina compasiva. Consideremos los fines de la medicina: Curar a veces, aliviar a menudo y consolar siempre. Por lo tanto, esta virtud se convierte en obligación.
Humor, porque forma parte de la terapia médica y es bueno también para el propio terapeuta. Contribuye a la mejora de la relación médico-paciente, quitando tensiones, relajando el ambiente, descargando negatividades, afianzando la conexión de las conciencias. Contribuye asimismo al cumplimiento terapéutico, al aumentar la confianza del
doliente en las propuestas de su médico.
Sí, amigos, la medicina tiene sus limitaciones, pero muchas veces somos nosotros los que imponemos más de las que vienen condicionadas por la incapacidad humana. Por ello conviene apelar a la modestia, adoptar una actitud sincera, mostrar una disposición compresiva y procurar un talante favorable, con el fin de romper las barreras que dificultan la comunicación. Así que...
So What, Miles Davis
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Se suele citar en el refranero médico un aforismo que se considera el epítome de la vocación del médico y de la enfermera con respecto al paciente: "Curar a veces, aliviar a menudo, consolar siempre". Por lo general se le cita en francés ("Guérir quelquefois, soulager souvent, consoler toujours"), quizás por la creencia (errónea) de que su autor fue Ambroise Paré. La máxima también ha sido atribuida (de manera igualmente errónea) a Hipócrates, a Florence Nightingale, a Louis Pasteur, a William Osler, a Edward Livingstone Trudeau y a Oliver Wendell Homes*. Parece ser que la verdad es que no la dijo nadie o, por lo menos, nadie en particular, y que se trata de una de esas frases que se han ido gestando lentamente en el crisol del lenguaje vernáculo, evolucionando y cambiando mediante adiciones, sustracciones y modificaciones aquí y allá, hasta alcanzar su forma más perfecta.
*También se ha atribuido a Claude Bernard y Adolphe Gubler.
Y es que la medicina sólo "cura" algunas infecciones y algunas patologías quirúrgicas hasta ahora, como nos encargamos de recordar a los estudiantes cotidianamente, amigo José Manuel, pero el relumbrón de chafalonía aturde usualmente y se sobrevalora la tecnología médica en desmedro de la misma Medicina. Grandes esas cuatro H de Osler, gracias por recordárnoslo. Un abrazo.
ResponderEliminarUna atinada concreción, amigo mío. Esperemos que el relumbrón no nos ciegue y que sigamos siendo conscientes de nuestra humana limitación.
EliminarSaludos cordiales.