Cada persona interpreta su realidad de
diferente manera, estando sana o enferma. Si está perturbada por la enfermedad,
aceptará su dolencia en mayor o menor grado, desde la asunción plena a la
negación absoluta, pasando por diferentes niveles de aceptación o negación.
Hablamos de adultos, con personalidad definida, porque en caso de niños en
desarrollo pesarán más las circunstancias y la proximidad afectiva que la
esfera intelectiva.
Pues bien, refiriéndonos a los adultos, sanos o enfermos,
sabemos que hay quienes se conforman en todo momento con su (mala) suerte y quienes,
en el otro extremo, siempre están disconformes, aunque se les brinden las mejores
atenciones y se les muestre la mayor comprensión. Y entre estos dos polos, todos los niveles de
respuesta que se puedan imaginar. Cada persona es un mundo, se dice, y cada
paciente no digamos.
Uno tiene en mente a esos #admirablespacientes,
que todo los soportan, que nunca dan por perdida una batalla vital. Y frente a
estos individuos que despiertan nuestra admiración, aquellos otros (no
despreciables, por supuesto), extremadamente quejicas y tiquismiquis, que no
soportan el peso de un mosquito sobre su delicada piel, a los que podríamos
etiquetar de susceptibles e insatisfechos pacientes (que con seguridad habrán
de serlo también estando libres de toda dolencia).
Cada paciente es un mundo, sí; no hay enfermedades,
sino enfermos. Pero es tan decisiva la formación educacional y las vivencias en
el comportamiento personal, que cuando aquélla es deficiente y éstas son malas
las consecuencias habrán de ser negativas. Respecto a la valoración de la
salud, acercándose al grupo de los susceptibles e insatisfechos; tal
vez por una deformación personal que entraña la pérdida del sentido común, que
por cierto unas comunidades mantienen más que otras, a tenor de las
diferencias socioculturales.
Deseo una sociedad en la que prevalezca
el sentido común y que disponga de una buena resiliencia, no otra hipersensible y sumida en la debilidad. Una sociedad
equilibrada y relativamente dichosa, en vez de una sociedad enferma, depresiva e infeliz.
Una sociedad de individuos vitales y enfermos más sanos, si se me permite el
oxímoron. En fin, una sociedad optimista, saludable y sonriente. Casi nada.
***
Y para sonorizar esta entrada, añado una canción propia, optimista y sonriente....
ALEGRÍA
Quiero reír siempre a tu lado,
quiero alegrar todo mi ser,
y transmitir la inmensa dicha
que se acrecienta hoy en mí.
Quiero alegrar los corazones
que, a mi pesar, entristecí,
porque renace en este día
el arco iris de mi querer.
Nunca sentí tanta alegría,
nunca jamás fui tan feliz.
(Yo ya no sé si estoy soñando,
si es sólo engaño o realidad.)
Mis ojos ven un mundo nuevo
y un cielo que es más azul;
es el amor, que todo puede,
magia que envuelve... ¡Es existir!
[Canción, 20 jul. 1998]
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