domingo, 1 de febrero de 2009

No hay que callar

Quien opina es portavoz de otras conciencias que piensan parecido pero no se atreven a expresar su discrepancia. Quien frena la lengua o detiene la pluma lo hace por temor a represalias, vergüenza infundada o miedo invencible; puede que también por indiferencia. En un espacio de libertad aparente, quien opina es valiente o no tiene nada que perder. Quien no está dispuesto a comulgar con ruedas de molino transmite sus razones y, aun con talante amigable, va más allá en su atrevimiento.

Nada nos debe detener frente a la estupidez. Las fuerzas negativas que arremeten descaradas deben ser refutadas con el poder de la razón, cargada con apropiada dinamita dialéctica. Callar o relamerse ante argumentos infumables es torpeza, desidia o cobardía. Miro esas caras embobadas por declaraciones que idiotizan y me lamento. Miro esos rostros con su estúpido rictus sardónico y me estremezco. ¡Adelante –me digo–, con educada vehemencia! Asumo el dicho clásico: la cortesía no quita valentía.

Cansado estoy de inoportunos, molestos, descarados, indiscretos, cargantes, pesados, fastidiosos, chinches, moscas innombrables, que van por la vida avasallando, vejando, pisoteando, ultrajando, sin la menor consideración. Ya no es sólo su mala educación la que ofende sino su indignante falta de respeto, alardeando con aire chulesco de una superioridad infundada y necia. Contra la impertinencia me rebelo. Y a los impertinentes me enfrento, no con sus insolentes armas, sino con la sana valentía que engendran.

Algunos dicen que es mejor callar, someterse, no complicarse, pasar ratos felices sin analizar acontecimientos ni situaciones, disfrutar los cuatro días, vivir sin detenerse… Sé que conviene muchas veces morderse la lengua. Sé que la libertad de expresión tiene sus límites. Sé que es buena terapia reírse de todo, y por supuesto de uno mismo. Sé de ese dicho: ¡vive y deja vivir! Y a pesar de todo, necesito mantener la libertad de pensamiento. Por eso hago míos los versos de la Epístola satírica y censoria del gran Francisco de Quevedo, indómito y sentimental:

No he de callar, por más que con el dedo,
ya tocando la boca, o ya la frente,
silencio avises o amenaces miedo.

¿No ha de haber un espíritu valiente?
¿Siempre se ha de sentir lo que se dice?
¿Nunca se ha de decir lo que se siente?


***
AFORISMOS SOBRE VALENTÍA Y COBARDÍA
  • La valentía es el dominio del miedo.
  • No es valentía la temeridad. (Cervantes)
  • El valor es hijo de la prudencia, no de la temeridad. (Calderón de la Barca)
  • El verdadero valor consiste en saber sufrir. (Voltaire)
  • Hace falta más valor para sufrir que para morir. (Napoleón I)
  • Demasiado poco valor es cobardía y demasiado valor es temeridad. (Aristóteles)
  • A moro muerto, gran lanzada. (Refrán) [Ostentación de valor]
  • El miedo es natural en el prudente, / y el saberlo vencer es ser valiente. (A. de Ercilla)
  • El valiente tiene miedo del contrario, el cobarde de su propio temor. (Quevedo)
  • Es valiente el que teme lo que debe temerse, y no teme lo que no debe temerse. (L. Tolstoi)
  • El verdadero valor consiste en hacer uno sin testigos lo que sería capaz de hacer ante todo el mundo. (F. de La Rochefoucauld)
Coraje, Entereza
  • El coraje es sinónimo de valentía.
  • El coraje no se puede simular: es una virtud que escapa a la hipocresía. (Napoleón I)
  • Quien no teme a la muerte no teme las amenazas. (P. Corneille)
  • La cobardía es una expresión de miedo. (Anónimo)
  • La cobardía es la madre de la crueldad. (Montaigne)
  • El valiente tiene miedo del contrario, el cobarde de su propio temor. (Quevedo)
  • El heroísmo no se puede exigir, pero la cobardía no se debe disculpar. (V. Moragas)
  • No hay hombre tan cobarde a quien el amor no haga valiente y transforme en héroe. (Platón)
  • La desesperación infunde valor al cobarde. (T. Fuller)
  • La procrastinación, si no es por miedo, se debe a cobardía.
  • Cuando hay una tormenta los pajaritos se esconden, pero las águilas vuelan más alto. (I. Gandhi)
Fortaleza* vs. Debilidad
  • Es más fácil dar consejos que sufrir con fortaleza la adversidad. (Eurípides)
  • Todos poseemos suficiente fortaleza para soportar la desdicha ajena. (F. de la Rochefoucauld)
*Además de fuerza y vigor, en el cristianismo es una virtud cardinal, consistente en vencer el temor y huir de la temeridad.

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