miércoles, 12 de mayo de 2010

Crisis económica y consecuencias sanitarias


La situación de crisis económica, o económico-financiera, que los medios transmiten a los ciudadanos es un factor estresante que cada cual interpreta –y sufre– a su manera, dependiendo de particularidades de carácter y capacidad de adaptación. Los trabajadores temen por sus puestos de trabajo y la incertidumbre desencadena estados de ansiedad. En realidad se entremezclan el temor, la crítica, la rabia y la frustración.

El temor personal, como primera y espontánea emoción, da paso a la cerebral reflexión crítica contra los políticos a quienes los ciudadanos consideran responsables de la decadencia económica. Seguidamente se impone la rabia, el pasional impulso furibundo, en los que son víctimas y no culpables, hasta dar paso a la inevitable frustración de eses mismos que se ven impotentes frente a los poderosos. El malestar se palpa en la calle.

Dicen que no hay mal que por bien no venga, y en este sentido la crisis económica ha motivado en los últimos meses una reducción en el número de bajas laborales. Aunque se puede argüir que la reducción ha sido proporcional al descenso de puestos de trabajo, a la pérdida de empleo o al aumento del paro, los investigadores del tema han determinado que la razón principal es el temor a perder el trabajo si se apura o prolonga una baja. Sin embargo, esto puede ser un arma de doble filo, porque los trastornos de ansiedad derivados del malestar laboral pueden provocar un repunte en la incapacidad laboral.

El gobierno hispano –que durante mucho tiempo negó la crisis– ha anunciado duras medidas anti-crisis, que se suman a la ya notificada subida de impuestos: rebaja del sueldo de funcionarios públicos, congelación de pensiones, menos jubilaciones anticipadas, eliminación del cheque-bebé, recortes en inversión pública, ajustes en la ayuda a la Dependencia, regulación de medicamentos encaminada a reducir el gasto farmacéutico… Tras las aparentes vacas gordas han llegado las flacas reales. Es evidente que el gasto público se ha disparado en los últimos tiempos y que incluso se han dilapidado fondos públicos, sin que se haya combatido eficazmente el fraude en sus diversas variantes, ni luchado activamente contra la corrupción y la picaresca en sus múltiples versiones.

Esperemos que las medidas anunciadas para hacer frente a nuestra particular crisis económica (20% de desempleo y 11,2% de déficit) no se vuelvan inconvenientes, provocando un mayor descenso del consumo, conduciendo a una mayor tasa de economía sumergida, disminuyendo todavía más la natalidad, mermando la calidad productiva y disparando el gasto sanitario, por incremento del uso de los servicios de salud y de la demanda de fármacos psicótropos (ansiolíticos y antidepresivos), fruto perverso de conflictos socio-económicos y trastornos adaptativos. Esperemos que la responsabilidad política apele a la razón, recortando gastos inútiles, eliminando administraciones prescindibles y priorizando las inversiones realmente necesarias.

Ejemplos audiovisuales de los golpes de timón presidenciales:
El optimismo presidencial pre-crisis
(“Me propongo llegar al pleno empleo…”)

Las negaciones presidenciales en la crisis
(“No prometí el pleno empleo…”)
***
Ningún problema económico tiene una solución puramente económica.

2 comentarios:

  1. Querido Pepe:
    En la misma onda, cierto. Tú y yo ya somos casi viejos, así que hemos visto casi de todo. ¿Te acuerdas de la crisis de los años 70, con un montón de paro y unas inflaciones tercermundistas? Y mira, salimos. La diferencia radical que aprecio entre ambas situaciones es que ahora los que se han enriquecido se han enriquecido mucho más, la reverencia ante los poderes económicos ya ha sido indisimulada y lo de la corrupción, ya, ni te cuento. Anda, majo, mándame p'acá un baúl lleno de ansiolíticos, tú que los tendrás más a mano. Un abrazo.

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  2. Supongo, querido Pablo, que te refieres a la crisis hispánica de 1974-1982, derivada de la crisis del petróleo de 1973. Pero la de ahora proviene del endeudamiento al que nos ha llevado un gasto excesivo, muy por encima de los ingresos. Así que hemos llegado a la situación insostenible del pobre que ha hecho ostentación de rico, que ha vivido por encima de las posibilidades y que, con alarde chulesco y de cara a la galería, se ha permitido subsidiar sin medida. Hemos tocado el fondo y mucho nos ha de costar salir a flote. Pero no pensemos en remedios químicos y relajémonos con el poder de nuestra inteligencia, que algo queda. Un abrazo.

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