Brahms, la melancolía de la impotencia.
Reconozco que Johannes Brahms (1833-1897) es un músico que tardó en penetrarme. Al principio de mi clásica pasión llegué a evitar su música; me parecía insulsa y fría, poco atractiva (dejando aparte sus piezas más ligeras, como la Canción de cuna o la Danza húngara nº 5, y el «Poco allegretto» de la Tercera sinfonía). No tenía entonces el oído apto para una música de tanta calidad y profundo desarrollo armónico. Ahora el hamburgués es uno de mis compositores preferidos. Creo haber llegado a comprender la equilibrada belleza de su sonoridad, nada vulgar, su variada armonía, su magistral dominio de las formas sonoras, donde la música escénica no tiene cabida (para él "ni ópera ni matrimonio"), resistiéndose a la música programática o descriptiva, siendo partidario de la música absoluta, pura o abstracta. Su romanticismo es contenido, pero no frío; es como si quisiera reservarse parte de su yo más íntimo (parece el reverso de Tchaikovsky, Mahler o Rachmaninov, que se desnudan musicalmente sin pudor).
De su inmenso catálogo compositivo, tengo especial predilección por la Primera sinfonía (¡vaya final!), el Doble concierto –para violín y violonchelo–, las Variaciones sobre un tema de Haydn, el Segundo concierto para piano, el Réquiem alemán, el Quinteto para clarinete y cuerdas, además de otras obras de cámara (sonatas para violín y piano, tríos...), sin olvidar sus Lieder ni sus piezas para piano. También aprecio el Concierto para violín, la Cuarta sinfonía y la Rapsodia para contralto. Hoy, podría decir que no puedo vivir sin Brahms.
Y como de muestra vale un botón, escuchemos el inicio del tercer movimiento del Segundo Concierto para Piano. Pura magia…
PD. Me hago este regalo de cumpleaños.
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Componer no es difícil, lo complicado es dejar caer bajo la mesa las notas superfluas. Johannes Brahms
En un solo pentagrama, para un pequeño instrumento, el hombre escribe todo un mundo de pensamientos profundos y sentimientos muy intensos.
Leo en una reseña biográfica de Brahms que este compositor tenía un carácter difícil e introvertido, y que llevó una vida tranquila y solitaria en Viena. Evitaba viajar y sólo durante los veranos iba a Italia o a los Alpes. No obstante, tenía sus amistades y una buenísima relación con el matrimonio Schumann, Robert y Clara. Su estilo compositivo, aunque personal, seguía la tradición marcada por Bach, Mozart y Beethoven. En su tiempo, los partidarios de su música conservadora eran contrarios a los de la música renovadora de Wagner (“guerra de los románticos”), tan diferente y propiamente operística, cuando él renegaba de la ópera. La introversión de su carácter se refleja en sus composiciones, en cualquier caso expresadas con una consistencia intelectual y melancolía románticas que las aleja de la frialdad y las hace conmovedoras, al menos las de mayor calado.
Me hace el efecto de un viejo religioso ruso y lamento mucho no haber sabido aficionarme a su música. Los alemanes le ponen por las nubes, pero para mí no tiene el menor encanto. Le encuentro oscuro, frío, pretencioso y sin profundidad. Su concierto para violín no me gusta más que sus otras obras. Brahms es indudablemente un gran músico, incluso un maestro, pero en él la maestría ahoga a la inspiración. Tantos preparativos y circonloquios para expresar lo que debería decirse sencillamente, acaba por aburrir.