Por
un lado se brinda un servicio sanitario, abierto y accesible, continuo y
permanente; y por otro está el uso que se le da, racional o abusivo.
Evidentemente, la respuesta no puede ser la misma en un caso u otro. La
cantidad choca con la calidad. Y no nos olvidemos de que el abuso de uno
implica perjuicio de otro. Por eso se ha pensado en una "regulación monetaria de las urgencias" que, siendo indeseable (pagan justos por pecadores), podría
hacerse necesaria.
A
un ciudadano de mediana inteligencia no haría falta hacerle entender lo que el
sentido común le dicta como algo que no
admite demora: un dolor agudo, un malestar intenso, una alteración de la
conciencia… A otros habría que
explicarles que otros motivos de consulta (tos, catarro, picor localizado, un
granito…) pueden ser citados de manera normal con su médico de cabecera, o darles
información más precisa mediante folletos o guías aclaratorias.
Afortunadamente,
ahora hay un sistema de triaje en los
hospitales que prioriza lo grave. Sin embargo, los mensajes oficiales
promoviendo el buen uso de los servicios de urgencia hospitalaria han tenido escaso
o nulo éxito. Y para el nivel primario se envían mensajes equívocos, que en
general incitan a acudir a un centro de salud ante cualquier mínima dolencia,
en cualquier momento y al médico que sea.
Convendría
explicar los servicios de urgencia que
se brindan. Se suele carecer de servicios de urgencia extrahospitalarios
(PAC: Puntos de Atención Continuada) en el tramo de 08:00 a 15:00 en días laborales, y este hecho habría que
dejarlo claro. Lo ideal sería solucionar este inconveniente, que perjudica la
atención ordinaria (se fuerzan citas que “roban” la atención de otros), y
mientras tanto habría que evitar mensajes sin conocimiento de la realidad.
Debemos hacer un buen uso de los servicios de urgencia. ¿No les parece?
Mediten sobre ello...
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