lunes, 30 de marzo de 2020

Preludios de la vida, por Franz Liszt


"Nota de programa" escrita por Franz Liszt a su poema sinfónico Los preludios:
¿Qué es nuestra vida sino una serie de preludios a una canción desconocida, de la cual la primera nota solemne es la que hace sonar la muerte? El amanecer encantado de toda existencia está anunciado por el amor, y sin embargo, ¿en el destino de quién no están interpretados los primeros latidos de la felicidad por tormentas cuyas violentas ráfagas disipan las más caras ilusiones del Ser, consumiendo su altar con un fuego fatal? ¿Y dónde debe hallarse el alma cruelmente golpeada, que habiéndose convertido en juguete de una de esas tempestades, no busca olvido en la dulce quietud de la vida rural? Sin embargo, el hombre pocas veces se entrega a la calma beneficiosa que al principio lo encadenó al regazo de la naturaleza. Tan pronto como la trompeta hace sonar la alarma, corre él al puesto del peligro, aunque sea la guerra la que lo convoque a sus filas, pues hallará nuevamente en la lucha completa autorrealización y plena posesión de sus fuerzas.
Hoy, como otras veces, escuchamos un preludio de la vida. El último marcará la proximidad de la muerte inevitable, siendo deseable que llegue en paz y en calma.


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Liszt es un viejo hipócrita que hace los elogios más exagerados a cualquier trozo musical que se someta a su augusto juicio. Es naturalmente bueno. Es uno de los raros artistas famosos que nunca ha tenido envidia ni ha sentido la tentación de impedir el éxito de sus colegas. Wagner y en parte Rubinstein le deben su éxito. También ha hecho mucho por Berlioz. Pero es demasiado hipócrita para que se pueda contar con una crítica sincera de su parte.

La música de Liszt me deja completamente frío, es un color poético más que una verdadera creación; es una pintura sin dibujo. Todo lo que compone deslumbra, pero carece de armazón. ¡Qué contraste con Schumann, cuyo enorme y vigoroso poder creador no estaba en proporción con sus medios de expresión!

Sobre Franz Liszt (1811-1886)
Al parecer fue Liszt quien acuñó el término poema sinfónico, composición orquestal de carácter poético, descriptivo o programático, en el que no faltan elementos dramáticos. Se analiza más ampliamente AQUÍ.

Entre sus 13 poemas sinfónicos, además de Los preludios (nº 2), podemos citar dos inspirados en personajes reales: Tasso, lamento y triunfo (nº 3), sobre el poeta Torcuato de Tasso, y Mazzepa (nº 6), sobre un famoso héroe cosaco

Tampoco debemos olvidar su obra pianística (Rapsodias húngaras, Años de peregrinaje... transcripciones de obras orquestales), la Sinfonía Fausto, etc. 

Se ha considerado la música de Liszt «llamativa» o superficial, pero algunas composiciones para piano, como Nuages gris (Nubes grises), Les jeux d'eaux à la Villa d'Este y otras, anticiparon la música del siglo XX e influyeron en compositores posteriores, entre ellos Debussy, Ravel y Bartók.

Respecto a la figura de Liszt y su influencia habría mucho que decir. Niño prodigio, influenciado por Paganini, relación amorosa con la condesa Marie d'Agoult (y su hija Cósima, fruto de esta unión), giras por Europa como virtuoso del piano, «Lisztomanía», unión con la princesa Carolyne zu Sayn-Wittgenstein, relaciones con Berlioz y, sobre todo, con Wagner –que inició una relación extramatrimonial con Cósima–, actividad docente, devoción generalizada (todos los músicos deseaban su consejo), legado y repercusión social: sociedades Liszt, inspiración literaria y cinematográfica... Sin duda, todo un personaje.

Sus obras imprescindibles, referidas AQUÍ.

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