martes, 30 de mayo de 2023

La música de la Primera Guerra Mundial

Wold War I (USA Today)


Arnold Schönberg
La Primera Guerra Mundial estalló en julio de 1914, cuando Arnold Schönberg tenía 42 años, quien rápidamente creyó ver en el asalto de los ejércitos alemanes, aliados del imperio austrohúngaro bajo el cual vivía, un ajuste de cuentas y golpe fulminante a la "decadente" y "burguesa" música francesa de Hector Berlioz, Claude Debussy y Maurice Ravel. Schönberg fue convocado al ejército austriaco en 1915, pero debido a su edad nunca fue destinado a unidades de combate, y para 1917 su mala salud le significó la baja. De los años de guerra extrajo una sola obra: las Cuatro canciones para mezzosoprano y Orquesta Opus 22, la última escrita en el atonalismo y punto bisagra en su carrera... Schönberg ya era conocido en Europa como un compositor experimental, con un pie en los pilares históricos de la música alemana, Johann Sebastian Bach y Wolfgang Amadeus Mozart, y otro en el atonalismo. Era conocido por una temprana obra tonal: el poema Verklärte Nacht (La Noche Transfigurada), estrenado en 1899 inspirado en textos del poeta Richard Dehmel, pero cuando estalló la guerra había compuesto obras el atonales.

Del otro lado de las trincheras, el alambre de púas y los cráteres lunares provocados por la artillería, Francia parecía ver a la guerra como un combate por la supervivencia pero también como una arena cultural, tanto ante los alemanes como entre ellos mismos. La invasión alemana de agosto de 1914 provocó una ola de patriotismo entre los músicos franceses, ya afincados desde antes en el rescate de lo nacional y debatidos entre la sombra de Camille Saint-Saëns, fiel representante de la escuela romántica del siglo pasado y con 80 años de edad al inicio de la guerra, y las innovaciones de Debussy, catalogado con la polémica etiqueta de "impresionista", tomada prestada de la pintura por su sugestión y creación de atmósferas, pero representante, al fin y al cabo, del modernismo en auge.

Claude Debussy
Claude Debussy había sido un admirador del compositor alemán Richard Wagner en su juventud, y había tenido serios desencuentros con otros músicos franceses además de Saint-Saëns, pero en los años de la guerra, que serían sus últimos de vida, se lanzó de lleno al patriotismo, firmando sus obras como "músico francés" y componiendo incluso algunas canciones sobre el conflicto, como Noel des enfants qui n'ont plus des maisons (Villancico para los niños que ya no tienen hogar). Murió, a los 56 años, en 1918 y en medio de un bombardeo alemán sobre París.

Algo más joven y con una carrera apenas despegando, Maurice Ravel, otro catalogado "impresionista", tenía 39 años cuando estalló la guerra y desde el principio intentó alistarse en el ejército francés. Lo rechazaron por su edad y su debilidad física, y trató de convertirse en aviador. Tampoco lo logró, pero a fuerza de su insistencia fue finalmente reclutado como conductor de un camión de abastecimiento y sirvió durante la Batalla de Verdún, una verdadera carnicería entre alemanes y franceses en 1916. "¡Sé muy bien que trabajo por la patria haciendo música!", había declarado Ravel en una carta a un amigo dos años antes, de acuerdo a la biografía del músico escrita por Alexis Roland Manuel... Por otro lado, Ravel se opuso enérgicamente al movimiento que buscaba prohibir la ejecución de obras de compositores austríacos y alemanes que avanzaba en toda Francia. "Poco importa que Schönberg, por ejemplo, sea de nacionalidad austriaca. No deja por ello de ser un músico de alto valor cuyas búsquedas han tenido una feliz influencia en compositores aliados y hasta en nosotros", insistió.

Maurice Ravel
De conductor del ejército francés 
La primera obra de Ravel afectada por la guerra, de alguna manera, es su Trío para piano, violín y violonchelo. Pero es quizás la Le Tombeau de Couperin (La tumba de Couperin) su pieza más famosa proveniente del conflicto, primero en versión para piano y luego orquestada. Aunque el título de esta obra de 1917 hace referencia al compositor francés del barroco, François Couperin, sus seis movimientos están dedicados a siete de sus amigos muertos en combate. Así, el preludio fue para el teniente Jaques Charlot, también compositor, y el Rigaudon a los hermanos Pierre y Pascal Gaudin, amigos de la infancia de Ravel y muertos juntos por un mismo proyectil de artillería en 1914, entre otros. Ya en la posguerra el músico volvería al conflicto como inspiración para su obra con el Concierto para la mano izquierda en Re Mayor, compuesto a petición del pianista austríaco Paul Wittgenstein, quien perdió el brazo derecho en combate. Hermano del filósofo Ludwig Wittgenstein, que también peleó en el conflicto, Paul encontró en Ravel un aliado para continuar con su carrera pese a todo.

Partituras de guerra en toda Europa.– La Primera Guerra Mundial movilizó a prácticamente todas las fuerzas de la sociedad en un conflicto industrial de cuatro años de duración que dejó un saldo de casi 20 millones de muertos. En Inglaterra el folclorista Ralph Vaughan Williams, que sirvió en el cuerpo médico del ejército británico, escribió durante los primeros años del conflicto su popular The Lark Ascending (La alondra ascendiendo), para violín y piano, luego orquestado. Y Gustav Holst, reconocido por la suite The Planets (Los planetas), estrenó su Ode to Death (Oda a la muerte) en 1919, un año después del final del conflicto. [Holst vio a Whitman como un profeta de la tolerancia y el internacionalismo del Nuevo Mundo.] Mientras que en Hungría, en ese entonces unida a Austria bajo el Imperio, dos compositores de enorme influencia actual, Béla Bartók y Zoltan Kodaly, siguieron escribiendo mucha música, atravesados por una guerra cuyos efectos políticos, geográficos y culturales continúan hasta nuestros días.

[Nota. Me he permitido pequeños cambios bienintencionados en el texto original.]

Le tombeau de Couperin,  Maurice Ravel
Composición a la memoria de sus amigos muertos en La Gran Guerra
***
Ravel, más que el Bolero...

Apunte sobre Maurice Ravel 
Ya hemos hablado en el blog de Claude Debussy, relacionado con Maurice Ravel (1875-1937) por su relación estética con el impresionismo musical, aunque se señala en su música un neoclasicimo y rasgos de expresionismo. Nacido en el país vasco francés, Ravel estudió en el conservatorio de París y fue alumno de Gabriel Fauré. Ahí conoció al pianista español Ricardo Viñes, que se convirtió en su amigo entrañable e intérprete de sus obras pianísticas, y ambos formaron parte del grupo Los Apaches, cuyos miembros (pintores, escritores y compositores, incluidos Manuel de Falla e Igor Stravinsky) adoptaron el primer tema de la Sinfonía n° 2 de Aleksandr Borodin como melodía simbólica. Ravel quedó impresionado por las músicas de Extremo Oriente en la Exposición Universal de París (1889) y la música española siempre fue para él fuente de inspiración. Admiró a Mozart,​ Saint-Saëns y Debussy, y se entusiasmó con los músicos rebeldes Emmanuel Chabrier y de Erik Satie, mantuvo un espíritu musical independiente.

Las primeras composiciones de Ravel ya mostraban su personalidad y maestría, caso de Pavana para una infanta difunta (1899), para piano –después orquestada–, y luego dejó plasmadas sus virtudes musicales en muchas obras maestras: Juegos de agua (1901), para piano; Cuarteto en Fa Mayor (1902); Shéhérazade (1904), tres melodías para voz y orquesta; Miroirs (Espejos, inc. «Una barca sobre el océano» y «Alborada del gracioso») y Sonatina, para piano (1905); Introducción y allegro (1905), para arpa y conjunto instrumental; Historias naturales (1906), para voz y piano; Rapsodia española (1908), para orquesta; Mi madre, la oca* (1908), suite para piano sobre los Cuentos de Mamá Ganso; Gaspard de la noche (1908), para piano, inspirada en poemas de Aloysius Bertrand; La hora española (1907), ópera con libreto de Franc-Nohain; Dafnis y Cloe (1909-1912), ballet titulado Sinfonía coreográfica, con coro que canta vocalizaciones –sin palabras–, inspirado en la obra de Longo del siglo II (Antigua Grecia) del mismo título; Valses nobles y sentimentales (1911), para piano y en versión orquestal; La tumba de Couperin (1914-1917), suite de seis piezas para piano –cuatro de ellas orquestadas posteriormente– en estilo neobarroco francés y dedicada a sus amigos muertos en la Gran Guerra; La valse (1920) [año en que rechazó la Legión de Honor, la más importante distinción francesa.]; Tzigane (Gitano, 1924), rapsodia para violín y orquesta; El niño y los sortilegios (1919), ópera que denominó fantasía lírica, sobre un poema de Colette; Bolero (1928), para orquesta [adaptación de una antigua danza andaluza?]; dos conciertos para piano casi simultáneos: Concierto para la mano izquierda (1929-1930), compuesto para el pianista austríaco Paul Wittgenstein, que perdiera el brazo derecho en combate, y Concierto en sol (1929-1931), con un movimiento lento que es una íntima meditación musical; Don Quijote a Dulcinea (1932), tres canciones de sobre un poema de Paul Morand. Además, Ravel fue un extraordinario orquestador, como muestra en la orquestación de Cuadros de una exposición (1922) de Modest Mussorgsky.

*El mundo de la infancia está presente en Mi madre, la oca, inspirada en cuentos infantiles y favorita de muchos melómanos, que trajimos al blog en otra entrada

Una enfermedad neurológica condenó a Ravel al silencio en los últimos cuatro años de su vida. Perdió la motricidad y el lenguaje, pero conservó la mente lúcida. Y no pudo realizar la ópera que pretendía: Jeanne d'Arc (Juana de Arco). Se discute si sufrió la enfermedad de Pick, forma rara demencia, u otra demencia frontotemporal. Un último viaje a España y Marruecos en 1935, a propuesta de Ida Rubinstein (destinataria del Bolero), le dio cierto consuelo. Y al parecer, un traumatismo craneoencefálico tras un accidente en taxi precipitó su final.


Maurice Ravel

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