jueves, 20 de junio de 2024

Jubilación de un médico


Cuando un médico se jubila,
se dice que cuelga la bata para siempre.

Reproduzco el escrito de jubilación del doctor Juan Manuel Jiménez Muñoz.

ME ACABO DE JUBILAR

Queridos amigos

Tras casi 39 años de vida laboral en el Servicio Andaluz de Salud, he colgado la bata y el fonendo y he pasado a una existencia más gozosa, más íntima, más personal, más “jubilosa”. Lo llaman jubilación, pero uno nunca se jubila de ser médico: uno es médico para siempre; aunque, bien es verdad, inevitablemente, los conocimientos y las habilidades sanitarias se oxidarán y anquilosarán muy pronto. 

Mis prioridades, a partir de hoy, serán mi mujer, mis nietos, mis libros, mis amigos, mis lectores y mi huerto. De hecho, la jubilación que imaginé hace tan sólo unos años en la Axarquía malagueña la plasmé en un bonito poema que paso ahora a recordar. Se titula “Mi vejez”, y dice así:

Cuando regrese a mi terruño a contemplar las nubes,
pocas cosas querré para pasar el tiempo:

Un espejo donde cuente mis arrugas;
un bancal para plantar mi huerto;
una hamaca que mire a la Tejea;
un libro, siempre a mano, para alimentar mis sueños.

Un gallo que me alegre las mañanas;
un papel para anotar recuerdos;
una alberca donde refrescar las tardes;
dos gallinas pizpiretas que me pongan huevos.

Un amigo con quien filosofar de nuestras cosas;
un catalejo para ver el cielo;
un tomate tempranero de mis matas;
hinojos y aceitunas en invierno.

Tres paisanos para jugar al tute;
una mesa redonda y un brasero;
un gastado dominó con que matar las horas
y un leño en el hogar, ardiendo.

Un jazmín que perfume mis sentidos;
una dama de noche y un dompedro;
el agua de la lluvia en mi ventana;
la nieve de la sierra y el ulular del viento.

Un naranjo a la vera de mi casa;
un botijo, una parra y un sombrero;
un racimo de uvas moscateles;
un perrillo juguetón y un limonero.

El esquilón de la ermita anunciando la novena;
las cabras resonando sus cencerros;
el silencio solemne de la noche;
las callejas empedradas de mi pueblo.

Mi esposa y yo cogidos de la mano;
mis hijos y mis nietos, no muy lejos;
un buen vaso de vino en la bodega
y un pequeño bastón donde apoyar mi cuerpo.


Firmado:

Juan Manuel Jimenez Muñoz.
Médico y escritor malagueño.

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Al autor de este emotivo escrito le respondí con estas palabras: Uno nunca deja de ser médico, pero es un gozo deprenderse de un deber profesional cada día más insatisfactorio y agobiante. Permanece el amor a la medicina, desaparece la pesadilla de la burocracia inacabable... ¡Suerte en tu nueva aventura existencial!

En mi jubilación escribí: Y aunque el retiro deje un poso de tristeza, hoy me dejo llevar por su significado de alegría. («Despedida profesional»)

Y la jubilación me inspiró un poema: «El tiempo se ha escurrido».

Haydn: Sinfonía n.º 45 «Despedida o Los adioses» – IV. Finale. Presto-Adagio
El Adagio final de la Sinfonía n.º 45 de Haydn, o Sinfonía de los adioses, incluye una curiosidad: varios músicos tienen solos pequeños justo antes de marcharse, y los músicos van saliendo de la orquesta por este orden: primer oboe y segunda trompa (con solos), fagot (sin solo), segundo oboe y primera trompa (con solos), contrabajos (solo), violonchelos (sin solo), violines orquestales (con solos; músicos de primera silla no tocan), viola (sin solo). Los violines de primera silla se quedan para completar la obra.

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