De un artículo periodístico sobre la propuesta de exclusividad de los jefes de servicio en la sanidad pública, es decir, que no puedan ejercer en el ámbito privado (planteamiento que el articulista rechaza, por posible renuncia de los mejores, y que otros aplauden, entendiendo que hay un conflicto de interés entre lo público y lo privado), rescato lo esencial de un comentario anónimo –no sabemos si profesional de la salud o no– que me parece interesante, porque, yendo más allá de su conveniencia o no, ahonda en los problemas del sistema sanitario, en concreto los retrasos en la atención y las listas de estera.
La gran mayoría de los problemas sabemos que son multicausales. Y más cuando se trata del estado de la sanidad española, otrora joya y hoy un poco menos valiosa si la comparamos con una década atrás. Por eso es sorprendente ese párrafo que comienza con «Nada de eso [retraso en citas, listas de espera] es achacable al personal sanitario».
Un conjunto heterogéneo [el personal sanitario], en el hay personas muy brillantes y trabajadoras, personas que simplemente cumplen y hasta quienes se aprovechan del sistema público para mejorar sus cuentas en el privado. Hay de todo. Negarles su cuota de responsabilidad significa que no se quiere abordar a fondo el problema.
Se ha privatizado la sanidad en España mucho y mal; tanto, que hoy funcionan peor los seguros privados; hay atascos, listas de espera, sobrecostes inexplicables, endeudamiento, fracasos y una sanidad primaria agobiada por las listas de espera donde la prevención de la enfermedad ha pasado a un segundo plano, si no tercero. Muchos centros actúan sólo a demanda, pues por desidia o falta de medios no pueden abordar preventivamente la salud de sus pacientes. Pruebas que tardan semanas o meses y consultas de escasos minutos que hacen imposible una evaluación adecuada. Y si de todo eso excluimos la responsabilidad del conjunto de los profesionales mal empezamos.
La gestión de la sanidad en España es autonómica, pues está transferida en un porcentaje altísimo, lo que significa que ningún partido se ve libre de culpa en los resultados. Pero el camino no es bueno. La comercialización de la salud puede acabar en una medicina de ricos, que pueden pagarse las pruebas a tiempo, y otra de menos ricos, que tendrán que soportar con sus impuestos las listas de espera.
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Hay que gestionar con cabeza, no por capricho...
Capricho n.º 1 para violín, Paganini
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