Gustavo Adolfo Bécquer (1862), Valeriano Bécquer, |
Traemos un apunte biográfico sobre Bécquer, el poeta romántico...
Gustavo Adolfo Bécquer (1836-1870) es una de las figuras más importantes del romanticismo y sus Rimas supusieron el punto de partida de la poesía moderna española. Nació en Sevilla, hijo de un pintor y hermano de otro, Valeriano. También él mismo practicó la pintura, pero, después de quedarse huérfano y trasladarse a Madrid, en 1854, la abandonó para dedicarse exclusivamente a la literatura. No logró tener éxito y vivió en la pobreza, colaborando en periódicos de poca categoría. Posteriormente escribió en otros más importantes, donde publicó crónicas sociales, algunas de sus Leyendas y los ensayos costumbristas Cartas desde mi celda. Obtuvo un cargo muy bien pagado, en 1864, de censor oficial de novelas. Hacia 1867 escribió sus famosas Rimas y las preparaba para su publicación, pero con la Revolución de 1868 [la Gloriosa] se perdió el manuscrito y el poeta tuvo que preparar otro, en parte de memoria. Su matrimonio, con la hija de un médico, le dio tres hijos, pero se deshizo en 1868. Bécquer, que desde 1858 estaba aquejado de una grave enfermedad, probablemente tuberculosa o venérea, se trasladó a Toledo, a casa de su hermano Valeriano. Este murió en septiembre de 1870 y el poeta el 22 de diciembre, a los treinta y cuatro años.
...y una pequeña selección de sus poemas (de su único poemario: Rimas).
Del salón en el ángulo oscuro (Rima VII) –música
No digáis que agotado su tesoro (Rima IV)** –poesía
No pudo ser (Rima XLI: Tú eras el huracán...) –ruptura amorosa
Olas gigantes que os rompéis bramando (Rima LII)*** –dolor, miedo
Qué hermoso es ver el día (Rima LXVII)***** –amor
Volverán las oscuras golondrinas (Rima LIII)**** –amor
[v. Rimas y leyendas –CV]
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*El yo poético contempla a una niña muerta amortajada y advierte la soledad de los muertos; asiste a su traslado, entre tristeza y rezos, y al final, al irse el sepulturero, se pregunta si, como polvo, volvemos a la tierra o si el alma o asciende al cielo.
**El poeta dice que la poesía existirá siempre, aunque no haya poetas.
***El yo poético desea ser llevado por las gigantes olas del mar, por las ráfagas del huracán, por las nubes de tempestad..., fundirse con la naturaleza en definitiva, por el temor de quedarse solo con su dolor, acaso debido a una pérdida amorosa. De inconfundible espíritu romántico, el poeta deja al descubierto un alma torturada.
****La voz poética es un hombre que se dirige a la mujer que ama y concluye su amor supremo: nadie podrá amarla como él la ama.
*****El poeta supo expresar la humana necesidad de amor; porque no basta con contemplar la naturaleza, comer y dormir.
Cerraron sus ojos
que aún tenía abiertos,
taparon su cara
con un blanco lienzo;
y unos sollozando,
otros en silencio,
de la triste alcoba
todos se salieron.
(...)
Ante aquel contraste
de vida y misterio,
de luz y tinieblas,
yo pensé un momento:
¡Dios mío, qué solos
se quedan los muertos!
(...)
¿Vuelve el polvo al polvo?
¿Vuela el alma al cielo?
¿Todo es vil materia,
pobredumbre y cieno?
¡No sé; pero hay algo
que explicar no puedo,
que al par nos infunde
repugnancia y duelo,
aunque es fuerza hacerlo,
el dejar tan tristes
tan solos los muertos.
–Lectura AQUÍ
Del salón en el ángulo oscuro,
de su dueña tal vez olvidada,
silenciosa y cubierta de polvo,
veíase el arpa.
BÉCQUER, Rima VII
Del salón en el ángulo oscuro (Rima VII)
No digáis que, agotado su tesoro,
de asuntos falta, enmudeció la lira;
podrá no haber poetas; pero siempre
habrá poesía.
–Lectura AQUÍ
Tú eras el huracán y yo la alta
torre que desafía su poder:
¡tenías que estrellarte o que abatirme!...
¡No pudo ser!
–Lectura AQUÍ
Olas gigantes que os rompéis bramando
en las playas desiertas y remotas,
envuelto entre la sábana de espumas,
¡llevadme con vosotras!
(...)
Llevadme por piedad a donde el vértigo
con la razón me arranque la memoria.
¡Por piedad!, ¡Tengo miedo de quedarme
con mi dolor a solas!
¡Qué hermoso es ver el día
coronado de fuego levantarse,
y, a su beso de lumbre,
brillar las olas y encenderse el aire!
¡Qué hermoso es tras la lluvia
del triste otoño en la azulada tarde,
de las húmedas flores
el perfume aspirar hasta saciarse!
¡Qué hermoso es cuando en copos
la blanca nieve silenciosa cae,
de las inquietas llamas
ver las rojizas lenguas agitarse!
¡Qué hermoso es cuando hay sueño,
dormir bien... y roncar como un sochantre…
y comer... y engordar...! ¡Y qué desgracia
que esto sólo no baste!
Volverán las oscuras golondrinas
en tu balcón sus nidos a colgar,
y otra vez con el ala a sus cristales
jugando llamarán.
Pero aquellas que el vuelo refrenaban
tu hermosura y mi dicha a contemplar,
aquellas que aprendieron nuestros nombres...
ésas... ¡no volverán!
(...)
Volverán del amor en tus oídos
las palabras ardientes a sonar;
tu corazón de su profundo sueño
tal vez despertará.
Pero mudo y absorto y de rodillas,
como se adora a Dios ante su altar,
como yo te he querido..., desengáñate,
nadie así te amará.
Volverán las oscuras golondrinas (Rima LIII)
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