Financiar con cabeza es lo sensato.
Se suele pedir un aumento de la financiación sanitaria, a veces sin pensar que el dinero que ello supone procede de los ciudadanos, a través de impuestos, tasas y cotizaciones. Es una cuestión de economía de la salud, que compete a todos, a quienes disponen del poder de financiación y a quienes le dan ese poder; unos, gestores, deben ser eficientes, invirtiendo responsablemente; otros, contribuyentes, deben velar por el buen fin de los fondos que se invierten. No es una lección de economía, es una reflexión que apela al sentido común. Y a menudo lo recaudado se va en gastos inútiles, se despilfarra. Entonces, más que un aumento, debería pedirse una buena financiación sanitaria, que pasa por sufragar lo estrictamente necesario y por la adecuación de los recursos disponibles.
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Qué financiar en salud y a qué precio
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